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Opinión

Reforma política antes que constituyente

“Boluarte tendrá que hilar fino para compensar el error de tener un gabinete, y en particular un primer ministro, sin peso político. Le pasará lo mismo que a Vizcarra...”.

larepublica.pe
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Psicólogo social, Facultad de Comunicación, Universidad de Lima.

Parece que recién el domingo la presidenta Boluarte se dio cuenta de dónde estaba. Al comienzo se mostraba muy contenta con el fajín presidencial pensando que, quizás, quizás, lo podía lucir hasta el 2026. Bajo esa equivocada mirada, bastaba un gabinete técnico que asegurase una mejor gestión del aparato público y, en paralelo, negociar algún tipo de reforma política con los alegres congresistas de la foto. Es cierto que el miércoles 7 lo que llamaba la atención, por insólito, era el frustrado intento de golpe por parte de Castillo. La votación de congresistas de izquierda a favor de su vacancia daba la impresión de un quiebre en la defensa del ahora expresidente. Ese fue el fugaz consenso. Al día siguiente estaba claro que la situación se iba a complicar.

Las manifestaciones en el interior del país buscando poner en agenda y pidiendo la renuncia de Dina Boluarte, el cierre del Congreso y la convocatoria a una constituyente se comenzaron a activar. Algunos vienen añadiendo la liberación de Castillo. Hoy no solo hay protestas sino una fuerte actividad por darle un giro a la narrativa de los hechos. Se busca convertir al golpista en, una vez más, víctima inmaculada; o en todo caso, un buen motivo para justificar una asamblea constituyente. Si por la presión termina renunciando Boluarte, debe asumir el presidente de la mesa directiva del Congreso y convocar a prontas elecciones. En ese caso, lo que buscarán Cerrón, Bermejo, el Bloque Magisterial y afines es poner el tema de la constituyente como motivo de campaña, pero un motivo que sonará a reivindicación de los victimizados. Quienes siempre estuvieron a favor de una constituyente han encontrado en todas las emociones que genera la vacancia de “un presidente como yo”, y sobre todo el inmenso rechazo al Congreso, una forma de canalizar sus intereses.

Es obvio que hay un objetivo político y grupos organizados actuando, pero el apoyo que esto tenga en el interior responde más a una identificación con el vacado, a sentirse parte de un colectivo que siempre se ve como el desfavorecido y a un gran rechazo hacia quienes se percibe como grupos vinculados al poder. En esa mirada, las acusaciones de corrupción contra Castillo y el mismo golpe parecieran estar en segundo plano. Es la primera vez, al menos desde el siglo XX, que al golpista le sale mal el lance, pero él y sus seguidores siguen activos en plaza. Hay todo un afán por legitimar el intento de golpe resignificarlo como lo que había que hacer frente a “un Congreso obstruccionista”, que es parte del discurso que hace rato circula en diversas regiones del país. A muchos nos puede parecer totalmente ilegal pedir el cierre del Congreso (como era pedir la vacancia por incapacidad moral), pero hay todo un sector de la población que lo ve como un acto de justicia… taliónica. El Congreso tendría que agradecerle a Castillo que se equivocó al precipitarse con el golpe porque, imagine lector, cuál sería el ánimo de los actuales protestantes si el Congreso lo hubiese vacado basándose en el proyecto original de incapacidad moral.

Boluarte tendrá que hilar fino para compensar el error de tener un gabinete, y en particular un primer ministro, sin peso político. Le pasará lo mismo que a Vizcarra, será vocera de sí misma. En esa línea tendrá que actuar muy rápido y con conciencia de que su misión es navegar en un sistema democrático donde las convicciones democráticas escasean. Al comienzo del gobierno se lucieron los que negaban el triunfo de Castillo aludiendo a un inexistente fraude. Ahora se suman los que quieren negar las acusaciones de corrupción contra Castillo y un golpe que fue transmitido por cadena nacional. Añádase, un golpista preso que está en campaña. Debería presionar al máximo por una agenda clara de reformas electorales que hagan que el inevitable adelanto de elecciones tenga algún sentido.

Dina Boluarte