No estoy de acuerdo con los analistas que afirman que Castillo es el peor presidente que ha tenido el Perú en los siglos XX y XXI. Depende de los criterios que se utilicen para evaluarlo. Si es por nivel académico, es, sin duda, el menos cultivado. Es un modesto profesor rural de primaria. Pero las elecciones en una democracia no son un concurso de méritos académicos. Si es por su incapacidad para escoger a sus mejores ministros y funcionarios, estoy de acuerdo. Es un desastre.
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Si busca sus mejores colaboradores en Perú Libre (PL), no los va encontrar porque no los tiene. PL disfraza su incapacidad tecnopolítica con un ultraizquierdismo retrógrado. Por lo que estamos viendo, tampoco los tiene entre sus paisanos y amigos. El problema es que Castillo no busca a sus colaboradores en donde tiene que buscarlos. Todos los analistas sabemos que la izquierda democrática y el progresismo tienen, por formación académica y por experiencia de gestión, cuadros muy calificados que pueden contribuir a formar y tener un buen gobierno si se orientan por el programa de cambios del Bicentenario con el que Castillo ganó la segunda vuelta electoral. Pero no lo hace. ¿Por qué? He aquí el misterio que hay que develar.
Si el criterio de evaluación es la corrupción, tampoco es el peor gobierno. Pero sí hay claros indicios de corrupción que aún no han sido demostrados. Si hay excolaboradores que huyen de la justicia, entonces hay corrupción. Pero Castillo no se ha levantado 30 millones de dólares como Toledo, no se ha llevado dos mil de millones de dólares de las privatizaciones como lo hizo Fujimori, ni recibe maletines llenos de dólares cada mes como recibía García ni hace lobbies con grandes empresas para levantarse varios millones de dólares como lo hacía Kuczynski. Si hay corrupción, es de pirañitas. No es la de los tiburones en la que participaban los accionistas de los medios concentrados. Pero es corrupción y tiene que ser castigada severamente por la justicia. Si el criterio de evaluación es por resultados, Castillo no es el peor. Castillo no tiene ni va a tener una inflación de 7.500 puntos como el primer gobierno de García, ni va a ordenar asesinar inocentes como lo hizo Fujimori con el grupo Colina.
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En lo que estamos de acuerdo todos los analistas es que el Congreso actual es el peor de los últimos tiempos. Hay dos criterios principales para evaluarlo: el nivel de representatividad y la calidad. De acuerdo a los dos criterios, es el peor. Su nivel de representatividad es muy bajo: Representa a pequeños grupos extremos, que son excrecencias morbosas de la colectividad nacional, y a sectores mafiosos que viven de la estafa y de la anomia. No existen partidos representativos de los ciudadanos. Hay “partidos” con dueño que son empresas políticas mafiosas. La calidad es deplorable. El deterioro comenzó en el 90 con el fujimorismo. Siempre hay excepciones notables. Se extraña la alta calidad de los representantes de los 1956-68 y de los 1980-90.