Para despedirnos de marzo, del mes en que conmemoramos las luchas de las mujeres, en que recordamos a aquellas que hicieron tanto por nosotras, en que nos preguntamos por lo que hemos conseguido y por cómo detener los horrores a los que estamos expuestas, viene María Jesús Alvarado (Ica 1878-Lima 1971). El Estado peruano ha declarado el 8 de marzo pasado Patrimonio Cultural de la Nación nueve documentos, tres títulos escritos por la autora, sus temas: feminismo, organización de mujeres y educación.
Pienso que hay una relación entre Estado laico, escritura y memoria femenina; también con la reducción del parentesco en la organización social; es decir, ni el clero ni los parientes son afectos a lo que las mujeres tienen que decir, y menos a lo que escribimos. Si las elites han sido desordenadas y negligentes con el registro, producción y conservación de documentos públicos, peor lucen ante los archivos personales femeninos.
Pero cuando el Estado cede ante una demanda de las mujeres, escucha lo que tenemos que decir, como ha sido en este caso, este parece robustecer su sentido público y rebajar su carácter patrimonial.
Debiéramos agregar que lo ajeno de las mujeres a la palabra escrita en particular y el altísimo número de estas que no han conseguido el derecho de leer y escribir también afecta la sobrevivencia de la documentación producida por las mujeres, la producción misma y su cuidado.
En 1988 Margarita Zegarra organizó, como iniciativa de la ONG feminista Centro de Documentación de la Mujer, en la Biblioteca Nacional del Perú, una exposición fotográfica y documental basada en el archivo personal de María Jesús Alvarado. Este había sido amorosamente cuidado por Dora Córdova, su sobrina, sobre todo a raíz de la muerte de Alvarado en 1971. Entre 1987 y 1988 el riquísimo archivo personal fue ordenado con la fascinación del descubrimiento por las feministas del CENDOC que cada vez más apostaban por la memoria de las mujeres. En 1994 la entrega en custodia a esta organización se concretó. Actualmente la colección se encuentra resguardada desde 2009 por el Centro de la Mujer Peruana “Flora Tristán”, el CENDOC había cerrado sus puertas.
Durante el 2019 un grupo de jóvenes profesionales feministas, a través de un trabajo voluntario bajo la inspiración de la bibliotecóloga Hiromi Toguchi, inventariaron ese archivo que contiene nuestra memoria.
Es claro que las mujeres podemos cuidar nuestras fuentes, nuestros referentes históricos y biográficos; que la organización de las mujeres y sus colectivas pueden sostener lo que nos hace entendernos y no detenernos en la defensa de nuestros derechos.