El quinquenio 1820-1825 fue una etapa donde la salud pública jugó un papel importante en el escenario político y social del país.
El proceso de emancipación se vio afectado en las ciudades y en ambos bandos militares, por temas sanitarios. Sus principales líderes, San Martín, Bolívar, Torre Tagle, Arenales, entre otros, vieron disminuidas sus funciones para ejercer sus cargos, en algunas etapas, debido a temas de salud.
En el ejército patriota, las bajas por malaria, disentería, fiebres y otros males eran muy fuertes. San Martín, en su correspondencia a la Intendencia de Trujillo, hizo constantes pedidos de quina para el hospital de Huaura.
La hacienda Aznapuquio, elegida por Pezuela para controlar el ingreso de personas y productos a Lima, era una zona insalubre por contar con muchos pantanos. Sus hedores eran llamados por los realistas “aires mortíferos”. Por tal motivo, muchos soldados eran llevados a los sanatorios limeños.
Desde su llegada, los españoles sintieron gran curiosidad por las funciones curativas de las plantas originales. La prolífica construcción de hospitales, tanto en Lima, Cuzco, como en otras ciudades, habla de una preocupación inicial por temas sanitarios.
La atención de la salud tuvo la impronta de un mestizaje, no asumido abiertamente. Las prácticas ancestrales convivieron con la actividad médica reglamentadas por la legislación española, a través del tribunal del Protomedicato.
En 1792, José Baquíjano y Carrillo fundó en Lima la Sociedad Amantes del País. Se promovieron, entre otros temas, estudios de flora y fauna locales. En su revista El Mercurio Peruano, el médico Hipólito Unanue publicó en 1806 “Observaciones sobre el clima de Lima”, donde analizó el origen de algunas enfermedades desde un punto de vista local.
Unanue propuso a Abascal la creación del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando (1811). Se tuvo que esperar hasta 1856 para que se convirtiera en la primera facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Proteger nuestras plantas ancestrales como la quina, y poner la salud pública en la primera línea del bicentenario es un desafío que no podemos eludir.