Después de lograda la independencia de Chile, una de las estrategias de San Martín para encender los ánimos y movimientos libertarios peruanos, fue la repartición de panfletos, folletos, bandos y proclamas que difundían las ideas liberales.
Como la gran mayoría de la población era analfabeta, estos textos, escritos en español y en quechua, eran leídos de manera pública en plazas y calles de diferentes ciudades y pueblos.
De esa manera, esos espacios, así como tabernas, pulperías, chicherías, e incluso los hogares se convirtieron en lugares de conversación y discusión, formándose redes donde circulaban temas revolucionarios. Ideas como patria, libertad, independencia y derechos universales, asociadas a la causa emancipadora, se oponían a los conceptos de tiranía, abuso, opresión, esclavitud, relacionados al gobierno hispano.
Las ideas liberales, venidas de Europa, habían sido introducidas en las élites criollas a finales del siglo XVIII. Había que ampliar su difusión. Los impresos prepararon a la población peruana para las operaciones del Ejército Libertador. La primera proclama de San Martín llegó al Perú el 13 de noviembre de 1818.
Con la expedición de Álvarez de Arenales a la sierra, se prosiguió con la estrategia de difundir esas publicaciones. Los pobladores indígenas las guardaban con gran celo por el valor que les daban, y las enseñaban como prueba de su adhesión a la causa patriótica.
Esto tuvo tal relevancia que el coronel Juan Pardo de Zela le escribió a San Martín en octubre de 1821 que con los “papeles públicos […] se hace más que con la fuerza”.
Sin embargo, como señala el historiador David Velásquez, el vocabulario liberal, a veces, fue entendido de otra manera debido a particulares problemáticas e idiosincrasias locales. Las palabras patria y libertad, en ocasiones, fueron interpretadas fuera del marco liberal. Complejidades de un país multilingüe y multicultural que aún hoy son un reto.