La búsqueda de un diálogo entre San Martín y la Corona española no estuvo ausente en el proceso de la independencia y el pueblo de Miraflores fue su primer escenario.
A la llegada de San Martín, el virreinato peruano vivía un ambiente político inestable y conflictivo. El virrey Pezuela carecía de rentas y tenía dificultad para recibir refuerzos militares debido a la crisis que atravesaba España. Crisis agravada por el motín ocurrido en enero de 1820, liderado por el general Rafael del Riego. Los sublevados obligaron al monarca absolutista Fernando VII a restaurar la Constitución liberal de las Cortes de Cádiz. De esta manera, se da paso al resurgimiento de las ideas progresistas en todo el reino.
En el Perú el virrey enfrentaba, por un lado, el fracaso de su estrategia para frenar el triunfo logrado por los patriotas en Argentina y Chile. Por el otro, el cumplimiento de la Real Cédula del 11 de abril de 1820, que ordenaba iniciar negociaciones de paz con los independentistas americanos, la cual lo obligaba a Pezuela, pese a su espíritu conservador, a iniciar un acercamiento con el alto mando del Ejército Libertador.
El general San Martín, poseedor de un espíritu idealista y negociador, elaboró su estrategia privilegiando el aspecto político al militar. Deseaba ganar tiempo para sumar adeptos a su causa y tratar así de evitar una guerra.
Esta coincidencia de objetivos, tanto del lado realista como del patriota, como el intento de encontrar una solución negociada, fue el contexto que dio origen a las Conferencias de Miraflores. A pedido del virrey se reunieron entre el 25 de setiembre y el 1 de octubre de 1820 los representantes de Pezuela, el español Dionisio Capaz y los peruanos José González de la Fuente e Hipólito Unanue; con los delegados de San Martín, el argentino Tomás Guido y el colombiano Juan García del Río.
Las condiciones de paz del virrey de dar mayores libertades, pero manteniendo la pertenencia a España, no fueron aceptadas. San Martín respondió “…estoy pronto a entrar en todo avenimiento que tenga por base la independencia del Perú”. Hubo voluntad de diálogo, pero no un acuerdo. Para el libertador, la monarquía constitucional era negociable. La independencia del Perú no.