Este jueves, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, señaló que no le está pidiendo “nada a cambio” a Estados Unidos con respecto a las sanciones a funcionarios de su Gobierno tras la excarcelación y expulsión hacia el país norteamericano de 222 presos políticos nicaragüenses.
Desde el centro de convenciones Olof Palme, en Managua, a donde asistió resguardado por el alto mando militar y policial, así como de representantes de los demás poderes del Estado, celebró que en su nación no queden "golpistas, terroristas ni mercenarios". Para Ortega, la deportación fue “sorprendente”.
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Recordó que, en diferentes ocasiones, había planteado ese escenario, como el 8 de noviembre de 2021, cuando llamó "hijos de pe*** de los imperialistas yanquis" a los opositores presos y sugirió que "se los deberían de llevar para los Estados Unidos" porque, a su juicio, "dejaron de ser nicaragüenses, no tienen patria", expresó.
Por otro lado, agregó que fue su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, considerada "copresidenta", quien llamó al embajador estadounidense en Managua, Kevin Sullivan, para proponerle que Washington acogiera a los prisioneros políticos. La respuesta fue que iba a consultar con la Casa Blanca y luego preguntó por el total de deportados, a lo que Ortega contestó que “todos”, incluyendo al obispo nicaragüense Rolando Álvarez, que al final no aceptó.
Frente a esto, Ortega aclaró que no está tratando de negociar y tampoco espera una respuesta positiva de Estados Unidos. Además, reveló que inicialmente serían 228 deportados, pero terminó en 222 la cifra de presos políticos.
La Casa Blanca vetó a cuatro de ellos, entre ellos Eliseo de Jesús Castro Baltodano, quien había guardado prisión en Estados Unidos y después expulsado en febrero de 2006 por violencia contra las mujeres. Los otros tres fueron Walter Antonio Ruiz Rivera, Jaime Enrique Navarrete Blandón y el abogado José Manuel Urbina Lara. Con respecto a los dos restantes, el obispo Rolando Álvarez y Fanor Alejandro Ramos, condenado también por tráfico de drogas, se negaron a viajar.
Finalmente, Daniel Ortega decidió llamar a los deportados de la siguiente manera: "Víctimas de las políticas imperialistas, que los utilizan, los financian, los arman, y luego los mandan a buscar cómo destruir la paz de un país, como la que venía gozando Nicaragua hasta abril de 2018", concluyó.