El príncipe Felipe, duque de Edimburgo, fallecido este viernes a los 99 años, ha acompañado como esposo a la reina Isabel II durante más de siete décadas, una larga convivencia en la que el protocolo le mantuvo siempre unos pasos por detrás de la soberana británica.
Conocido por su particular sentido del humor y su fuerte carácter, Felipe de Mountbatten, nacido con el título de príncipe de Grecia y Dinamarca, ha sido el consorte más longevo en la historia de la monarquía británica.
Se retiró de la vida pública en 2017, pero continuaba participando en eventos familiares y acaparando atención en los medios por sus recurrentes problemas de salud y por embrollos como el accidente de tráfico que sufrió en 2019, cuando con 97 años conducía un todoterreno en las inmediaciones de su residencia campestre de Sandringham.
Durante décadas cumplió la misión de acompañar a su esposa con tal celo que llegó a caer enfermo en 2012, cuando cerca de los 91 años resistió durante hora y media el frío y el viento en una procesión fluvial por el Támesis que celebraba el sexagésimo aniversario de la ascensión al trono de la reina.
Ataviado con su uniforme militar de gala, sin abrigo, el duque se mantuvo en pie durante todo el desfile, pero al día siguiente fue ingresado por una infección, estuvo cinco días hospitalizado y se perdió el resto de las celebraciones por el llamado “Jubileo de diamante”.
Sus dolencias y visitas médicas se multiplicaron en el último decenio. En 2011 se sometió a una operación coronaria de urgencia y en 2013 a una cirugía “exploratoria” del abdomen de la que no se conocieron detalles.
El pasado 16 de marzo, recibió el alta médica tras haber permanecido ingresado durante 28 días en dos hospitales de Londres, donde fue operado de una afección cardíaca.
Tras haber servido en la Marina británica (Royal Navy) durante la Segunda Guerra Mundial, Felipe se casó el 20 de noviembre de 1947 con la entonces princesa Isabel, su prima tercera, que seis años después sucedería a su padre, Jorge VI, en el trono del Reino Unido.
Semblanza del príncipe Felipe, marido de la reina Isabel II, fallecido el 9 de abril a los 99 años. Infografía: AFP
Durante los primeros tiempos en el Palacio de Buckingham, Felipe sufrió para adaptarse al continuo escrutinio público y las limitaciones que entrañaba su cargo, si bien con los años afianzó su rol en la familia real.
Pronto se ganó el favor de los británicos con sus apariciones en los medios, poco comunes hasta entonces entre la realeza, y a partir de 1960, dedicó parte de su tiempo a múltiples organizaciones benéficas y a la conservación del entorno natural, una pasión que heredaría su primogénito, el príncipe Carlos, heredero de la Corona.
Al mismo tiempo, continuó cultivando algunas de sus pasiones, como el polo, la conducción y la navegación.
Fue el primer miembro de la familia real que hizo despegar un helicóptero desde los jardines del Palacio de Buckingham, después de que su esposa intercediera ante altos funcionarios del Gobierno para que Felipe recibiera permiso para formarse como piloto, una actividad que se había considerado demasiado arriesgada.
Su largo matrimonio con la monarca ha combinado las continuas muestras de complicidad que ambos mostraban en público con los rumores sobre infidelidades que circularon en la década de 1950, cuando el duque emprendió un viaje en solitario durante más de cuatro meses.