El mito fundante de los Añaños como emprendedores campesinos de zonas alejadas, devenidos en industriales a punta de imaginación y esfuerzo en medio de ataques senderistas, empezó en 1993 con un artículo de Mario Vargas Llosa publicado en El País de España y Caretas de Lima. Luego de varias averiguaciones, incluyendo una visita a Ayacucho, queda claro que esa versión es una leyenda rural. En realidad, los Añaños fueron una familia terrateniente poderosa a mediados del siglo XX, con buenas y vastas tierras en Tambo y San Miguel que dieron lugar a varias ramas. Su descendencia no es quechua o mestiza sino española y bien castiza. El primer Añaños llegó de España a Ayacucho hace siglo y medio y se casó con grandes familias. En los 1920 era poderoso. En una famosa revuelta campesina su casa hacienda de Patibamba terminó incendiada. Una rama se quedó en San Miguel, ubicada a medio camino entre Huamanga y la selva. De allí viene Eduardo “Flaco” Añaños (agricultor) y su esposa Miriam Jerí (maestra), que educaron a su hijo mayor Jorge en Huamanga, mientras los menores se fueron a Lima. A pesar de la reforma agraria, les quedaron tierras además de propiedades. Iniciaron sus negocios en una sanguchería fundada por los ingenieros Jorge Añaños Jerí y Tania Alcázar en un local propiedad de los Añaños. Allí experimentaron con sabores y uso de aguas a partir de prácticas universitarias en un planta de jugos y conservas de la UNSCH. El ingeniero Luis Salinas, profesor de Tania, jugo un rol técnico importante y luego se incorporó al grupo. La clave inicial fue el precio bajo y la generación de marcas y sabores en un momento que las colas locales y las de Lima no entraban y donde la demanda provenía de los pobres principalmente, que empezaron a migrar a las ciudades y la costa por la guerra. Así Kola Real ganó clientes y se convirtió en orgullo ayacuchano. Su mezcla con cerveza la llamaban “corazón huantino”. La fabricación empezó en el Jirón Asamblea, a una cuadra de la Plaza de Armas, medio informalmente, usando sin permiso botellas de cerveza, lavándolas con Ace, pegándoles etiquetas baratas, pero combinando buen sabor y precio. Primero ganaron el mercado regional del centro, luego avanzaron comprando maquinaria en círculos concéntricos hasta llegar a Lima y empezaron a entrar al mercado internacional. En 1993 se dividieron en dos grupos: Aje, de Ángel y sus hermanos menores, hoy arrastrando una deuda de $ 350 millones, e Industrias San Miguel, de Jorge y Tania que anda bien. ¿Por qué entonces circuló esa versión fantasiosa que popularizo Vargas Llosa? Entre los intelectuales neoliberales y los defensores del libre mercado había que crear una historia de capitalismo popular. A falta de estudios de campo, y apoyándose más en su idealizada imagen de la chacrita en la ladera oriental de los Andes que los vio nacer, inventaron el mito Añaños.