"Con la última obra he espantado a buena parte de mi público”, nos dice Mariana de Althaus sobre la temporada de Detrás ruge el lago, una versión de La gaviota adaptada a Perú de la década del 70, con el país dividido tras la Reforma Agraria. “El teatro es necesario que interpele, estamos en un momento grave. No se trata de angustiar al público, pero hay que generar reflexión hacia temas que no queremos ver”.
Ahora la directora vuelve a poner en escena El Sistema Solar, la tragicomedia familiar que se ha convertido en un clásico del teatro peruano. Con ‘Te lo pido de rodillas’ de Los Iracundos, la obra nos traslada a la sala de Edurne del Solar que reúne a su familia por Navidad. El padre, Leonardo, es un ministro de Estado que llega con ‘propósito de enmienda’ luego de haberse comprometido con la exnovia de su hijo.
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Para De Althaus, el éxito de la obra –escrita para un espacio pequeño– ha sido “una paradoja” desde su estreno hace 12 años. “Nació con mucha fe y cero soles, y no lo digo como queja, fue muy lindo como lo hicimos, no teníamos auspicios. Pero tiene algo que captura, es amor a primera vista y los actores la leían y decían: ‘No me pagues, yo traigo mi vestuario y si no viene nadie, no importa’. Entonces, me hace pensar en eso, en que a veces las obras de teatro no necesitan mucho dinero. A mí me gusta que el teatro no depende de la inversión. Me gusta que los textos se defiendan por sí solos y con buenos actores se solucione todo”.
En sus obras, la dramaturga muestra lo que llama sus “obsesiones”, es decir, los vínculos padres e hijos y la maternidad, con esa complejidad de las relaciones familiares. Por eso dirige sus propias obras. “Es una suerte poder hacerlo”.
Tatiana Astengo (la protagonista de Detrás ruge el lago) declaró que por los estereotipos había pocas oportunidades en el teatro. ¿Coincides?
Es verdad que durante muchos años el teatro limeño ha sido muy blanco, ¿no? Y había como un perfil de actores y actrices que se buscaban. Podemos mencionar excepciones que se salieron de esa regla e hicieron trayectorias impresionantes. Pero también es verdad que hay que tener personalidad para dirigir a Tatiana (sonríe). Yo me alegro mucho de que haya llegado a mi carrera cuando yo ya tengo 50 años y más o menos puedo domarla (sonríe) y aprovechar todo lo maravilloso que trae y no dejarme intimidar porque es intimidante. No debe ser fácil si eres menor o inseguro, pero es extraordinaria. Es una actriz superdotada y de las que trabajan más. Pocos actores y actrices llegan a ese nivel de entrega, de pasión y de elaboración.
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¿El Sistema Solar puede reflejar una mirada que tienes sobre el país?
También. Es que es una familia en la que cada uno tiene su propia verdad y nadie es capaz de entender la verdad del otro. Lo que causa gracia y tristeza es que tampoco sabes quién tiene la razón. No sabes quién está mintiendo. Es lo que nos pasa ahora en el país, cada uno está encerrado en su reducto y cree que es poseedor de la verdad absoluta y que los demás están equivocados y no es así. Estamos totalmente enemistados.
Alguna vez dijiste que no escribirías sobre temas que no conocieras. Pero para La vida en otros planetas hiciste esta investigación acerca del declive de la educación pública. ¿Cuáles son tus preocupaciones ahora?
Uno felizmente va creciendo y te van interesando otras cosas. Si yo me quedo hablando toda la vida solo de mis hijos, de mi mamá, de mi maternidad; me repito y me aburro. Cuando crezco ya me preocupo por otras cosas; por mi país, por la situación política, por la desigualdad y la educación es una de mis preocupaciones centrales. Todo es político y no puedes darle la espalda a la realidad porque somos todos responsables de lo que está pasando. Y si el teatro no incluye esas preocupaciones, es un teatro para una burbuja y eso no me interesa.
¿Qué te hizo llevar este tema al teatro?
Estoy casada con Jeremías Gamboa, él estudió en una escuela pública y hace 10 años que me viene contando sobre la experiencia terrorífica que vivió. Lo que no encontraba era cómo hablar de ese mundo sin pintar una pared de negro, sino incluir algo de esperanza y luz. Fue el libro (Desde el corazón de la educación rural) de Daniela (Rotalde) lo que me dio el camino. Cuando empiezo a escribir es porque el tema me produce rabia y me produce esperanza. Las dos cosas a la vez. Sin ninguna de las dos no puedo empezar a escribir.
¿También incomodaste a “tu público”?
(Sonríe) Es que estamos tan separados, en mundos tan distintos. Gran parte de la gente que vive en Lima o en una situación cómoda no tiene ni idea de cuál es la situación, por eso se repiten estas frases de “es pobre porque quiere”. Más bien es un milagro que alguien de una escuela pública se convierta en un profesional que pueda aportar a la sociedad desde otro nivel.
¿Tienes más “rabia o esperanza” sobre la coyuntura?
Ahora, rabia. Veía la entrevista a (Francisco) Sagasti, decía que él tenía esperanza y la quiero escuchar todas las noches para irme a dormir menos angustiada. Pero no puedes hacer arte de pesimista, para mí la esperanza está en la gente. La gente está rabiosa es sus casas, pero no paran de crear, de solucionar. Pero estamos observando todo el tiempo la performance de los políticos, estas personas que son impresentables, absolutamente despreciables. Eso te quita la esperanza. La forma de transmitirle esperanza a mis hijos es: ‘Mira las editoriales independientes, los teatros independientes, el periodismo que está cada vez más atacado y asediado, pero sigue adelante’. Eso me devuelve la esperanza.
Claro, hay artistas que se manifestaron en contra de la represión en las marchas. Algunos dicen que perdieron contratos...
No lo sabía, pero es una locura todo este mundo de los influencers, es una lógica de mercado brutal a la que tienen que caer los actores. La gente de teatro siempre ha resistido al sistema, pero lamentablemente los actores tienen que vivir de algo y tienen que entrar en esta lógica que los obliga a estar todo el tiempo vendiendo productos o vender su marca personal y por lo tanto no cuestionar el sistema. Eso los convierte en títeres del sistema y eso es triste. A mí me parece valiosísimo que algunos se hayan atrevido a salir en esa muestra (fotográfica 'De qué color son tus muertos'), los aplaudo de pie y con lágrimas porque me parecen sumamente valientes.
¿Podría llevarse a escena lo que ha ocurrido en estos dos años?
Sí, yo siempre he pensado que deberíamos hacer una obra de teatro con este tema. Habría que hacerla con los actores de la muestra, porque ningún otro aceptaría estar en una obra así (sonríe). Hay teatros que son muy independientes, imagínate, sería para tener a ‘La Pestilencia’ en la puerta del teatro todas las noches.
¿Qué preparas para el 2025?
Una versión de El jardín de los cerezos, adaptada a Perú, por supuesto.