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Domingo

Hampuy, fantasía andina

Jimy Carhuas, Ikaru, es el director de ‘Hampuy Amta Haru’, un cortometraje peruano de animación que viene cosechando premios internacionales con su innovadora combinación de mística andina y transgresión narrativa.

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Esta historia original toma elementos genéricos de lo andino para construir una fantasía que no requiere de diálogos. Foto: archivo GLR

Por: Sandro Mairata

Hampuy es una palabra mística de sanación en idioma quechua. Amta Haru es el nombre de la protagonista, una niña de rasgos e indumentaria andinos. En quechua, Hampuy Amta Haru vendría a ser algo así como “el viaje de sanación de Amta Haru”, explica el director peruano Jimy Carhuas, quien prefiere el sobrenombre de Ikaru. Hampuy Amta Haru, su nuevo trabajo, es uno de los cortometrajes de animación más interesantes que ha producido en años recientes el cine peruano.

De solo unos nueve minutos de duración, en esta historia seguimos a una niña cuyo nombre no sabemos, puesto que el filme no tiene diálogos. Y realmente no los necesita; el espectador se ve envuelto en una travesía sensorial por bosques etéreos y reminiscencias al Perú precolombino, aunque identificar una cultura en específico en las indumentarias de Amta Haru resulta complejo, casi imposible.

“Siempre he crecido rodeado de gente andina”, explica Ikaru. “Mis padres, mis abuelos, mis tíos, aunque no tanto. Ellos hablaban sus cosas, sus vivencias. A veces hablaban en quechua para que los niños no entiendan”. La incertidumbre de oír murmuraciones en una lengua que no dominaba del todo creó escenarios fantásticos en la mente del director. La experiencia alcanzó su punto más alto cuando tenía 8 años y por cosas del destino debió viajar solo hasta Puno. “Me pareció un viaje fantástico para un niño, porque fui solo”.

Ya en la universidad, el recuerdo de esa aventura se había vuelto mágico, cuando le tocó hacer una investigación sobre la violencia en Ayacucho, y entró en contacto con la cosmovisión andina, con lecturas de José María Arguedas. En Hampuy Amta Haru no se ve ninguna referencia a los años del Conflicto Armado Interno, “pero en mi historia cero sí”, explica Ikaru. Es decir, en la historia de base que Ikaru escribió para explicar a su equipo de dónde viene la niña y cuáles son sus experiencias, sí hay historias sobre los años del terror.

El director peruano Jimy Carhuas. Foto: archivo GLR

Ruta mística

En pantallas, Hampuy Amta Haru consigue unas texturas y una fluidez en la animación muy logradas, al nivel de trabajos celebrados recientes, como Ainbo (2021) o El motor y la melodía (2022). Con una paleta de color en la que predominan los colores rosáceos y las atmósferas difuminadas, el corto se complementa con sonidos andinos de tintes mágicos compuestos por Karin Zielinski, quien le ha puesto música también a diversas producciones recientes, como Willaq pirqa: el cine de mi pueblo y El corazón de la luna.

Ikaru lleva unos 15 años en esto. Sus pergaminos incluyen cerca de una veintena de créditos como posproductor, director, guionista y especialista en efectos especiales en un rango de producciones cinematográficas y publicitarias desde sus inicios, allá por 2009 con el corto animado Oscar y Matute, hasta trabajos más recientes como Yayukene de 2016, o un largometraje animado llamado Nuna, aún en preproducción. De hecho, Hampuy Amta Haru está emparentado con Nuna, aunque se tratan de historias distintas.

"Creo en esa suerte de energía que te empuja a hacer cosas inimaginables". Foto: archivo GLR

Hampuy Amta Haru es una historia original de Ikaru; no adapta ningún cuento o publicación previa. Lo que sí hace es unir historias de lo cotidiano que dejaron un impacto en él. “Un amigo me contó la historia de su abuelo, yo lo conocí. Estaba senil, no se podía comunicar y se perdía por las calles de Magdalena. Un día se perdió, no lo encontraron y apareció en Cerro de Pasco. ¿Cómo llegó si no tenía ni pasaje, no conocía el mapa, no tenía celular? Me imaginé el viaje de una persona volviendo a su lugar de origen”.

La idea del viaje es fuerte en este cortometraje, sumada a la idea de “ese viaje postergado que todo el mundo dice ‘sí, lo voy a hacer cuando tenga tiempo libre’, y nunca lo terminas haciendo. O ‘lo voy a hacer cuando tengamos vacaciones’. Y no pasa. Yo creo en esa suerte de energía que te empuja a hacer cosas inimaginables”.