Faltan tres días para que el Museo de Arte de Lima abra las puertas de Los incas. Más allá de un imperio, una ambiciosa exposición planeada desde hace cinco años. La semana pasada visitamos las salas que albergarán tamaña muestra museográfica, y las encontramos en pleno montaje: las paredes listas para que un textil o un óleo sea colgado; los pedestales dispuestos para que una pieza de cerámica o metal nos conecte con el legado de los llamados Hijos del Sol. Serán 250 las piezas (dispuestas en cuatro ambientes del MALI) que nos mostrarán el legado de los hombres y mujeres que fundaron un imperio en el Cusco del siglo XV.
¿Quiénes fueron los incas? Es la sencilla pregunta que pretende responder la exposición, curada por Cecilia Pardo, Ricardo Kusunoki y Julio Rucabado. Junto a este último tuvimos acceso a la sala que abrirá la muestra. “¿En qué piensas cuando piensas en los incas? —nos interpela el arqueólogo—. Hay gente que dirá que los incas fueron una civilización; otros, una cultura; o quienes responderán que son sus antepasados, pero, si lo pensamos bien, no sabemos mucho […]. Incluso pocos sabemos que el término inca tiene origen en la colonia, y que se usó para referirse a hombres de edad adulta reunidos para fines militares. Posteriormente, el uso del término se amplió y en algún momento lo usamos para referirnos a un pueblo”.
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A continuación, Rucabado señala una fotografía de Carlos ‘Chino’ Domínguez, recién colgada en la sala, donde se ve a dos hombres disfrazados de incas, con mascapaicha y túnica de fantasía, en una picantería cusqueña. Fue tomada en el Inti Raymi de 1972, y el investigador la puso de ejemplo sobre cómo imaginamos los peruanos a los incas. De hecho, la muestra nos recibirá con una pared con varias de estas representaciones.
“En esta parte queremos mostrar de manera crítica cómo se ha mirado a los incas a través del tiempo”, dice el arqueólogo. Este será el punto de partida de lo que vendrá después: un viaje a la historia de los incas desde sus orígenes y la formación del Tahuantinsuyo, pasando por lo que sucedió después de la invasión española de 1532, hasta el impacto que tienen en el siglo XX y XXI a través del arte y la cultura viva.
Piezas nunca exhibidas
Entre la amplia colección de piezas de la muestra que, como dijimos, reunirá cerámica, metales, textiles, objetos líticos y pinturas —muchas de ellas nunca exhibidas—, destacará una enigmática: el jarrón de Vilcabamba, recuperado en el sitio arqueológico de Espíritu Pampa (La Convención, Cusco), que da testimonio de la conquista y la resistencia inca. Se dice que, en esta parte de la selva cusqueña, se resguardaron los cuatro últimos incas que siguieron a Atahualpa, e hicieron de él su reducto de resistencia por 40 años, hasta 1572.
Hace una década, en 2013 —precisa Rucabado—, los arqueólogos Javier Fonseca y Brian Bauer excavaron el sitio y encontraron fragmentos de la vasija rota que al ser unidos revelaron una imagen interesante: “Se reconoce una escena de guerra: se ve a personajes montados a caballo, otorongos y serpientes, a guerreros que están siendo atravesados por lanzas. Es el combate entre españoles e incas, y lo que se representa no es un hecho histórico sino un deseo de los incas, que se veían venciendo a los invasores”, dijo el curador. Este jarrón es considerado un hallazgo único que rompe con el arte tradicional inca.
Otras de las piezas que llamarán la atención de los visitantes son las prendas de vestir inca. Podremos ver, por ejemplo, un unku, una camisa ceremonial inca de colorido patrón ajedrezado, que posiblemente le haya pertenecido a un soldado. “En sus crónicas, el español Francisco de Jerez, que acompañó a Pizarro en la captura del inca Atahualpa en Cajamarca, describió que los soldados que estaban resguardándolo vestían con túnicas que tenían el mismo patrón ajedrezado. Otro cronista, Guamán Poma de Ayala, también los representa con esa túnica”, acota Rucabado.
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Y aquí hay otra característica que resalta el trabajo del equipo del MALI detrás de la muestra. ¿Cómo cree usted, lector, que se logró conseguir muchas de las prendas u objetos históricos que verá en la exposición?
Pues ahí entra a tallar el personal de registro del museo, que son los encargados de hacer las conexiones con, por ejemplo, coleccionistas privados: “Ese unku, en particular, fue adquirido en una subasta”, explica Rucabado, refiriéndose a las ventas públicas de antigüedades que se hacen en el extranjero y en las que, a veces, se ofrecen piezas que son patrimonio histórico. “Esa es una de las funciones del MALI. Tratamos de rescatar estos objetos, adquirirlos y mostrarlos al público, y evitar que se pierdan y nadie los vea porque están en manos de un coleccionista privado”, detalla.
Y como no podía ser de otro modo, el quechua, la lengua de los incas, estará presente en todos los espacios de la muestra. “A diferencia de las pocas exhibiciones que se han hecho sobre los incas, la nuestra tendrá muy presente el aspecto lingüístico. Es importante conocer una sociedad y su cultura a través de su lengua. El quechua permitió a los incas comunicarse para negociar y expandir su imperio”, sostiene el curador, que promete que los visitantes saldrán aprendiendo nuevas palabras en runasimi, como camaquen, que significa alma o la fuerza interna que todos los seres tienen.
En suma, Los incas. Más allá de un imperio (del 21 de junio al 26 de noviembre) no será solo una muestra de objetos históricos con largos rótulos de descripciones, será toda una experiencia. Habrá recursos audiovisuales como la proyección de una maqueta en forma del sistema vial incaico o Qhapaq Ñan; se dará un simposio en el que se presentará una publicación con ensayos y reflexiones sobre la exposición; además, se ha editado un libro de la historia de los incas para niños a cargo de la Editorial Pichoncito.
Vamos a salir con una nueva imagen sobre los incas. “A la mayoría se nos vienen a la cabeza las láminas Huascarán del colegio cuando pensamos en ellos, son mucho más que eso”, afirma Rucabado, quien subraya que entender la cultura inca es saber que no murió con la conquista: “Se transformó, y sobrevivió con sus descendientes en la colonia, y pervive hasta ahora. Su iconografía y sus rituales siguen vivos”.