No es fácil para los arqueólogos investigar en la selva amazónica. Menos aún en la zona cercana a Bagua, donde las lluvias torrenciales, las inundaciones, la vertiginosa fertilidad de la tierra y los cambios del paisaje provocados por terremotos o por las modificaciones en el curso de los ríos han destruido milenarios vestigios de antiguas civilizaciones. Al doctor Julio C. Tello le faltó vida para explorar la Amazonía, pero dejó la semilla de su propuesta: es en esos bosques montunos donde está la génesis de la civilización andina.
Sin embargo, para el arqueólogo Daniel Castillo Benítez, explorar en la selva amazónica no es nada del otro mundo. Él eligió el poblado de Las Juntas, donde Ruth Shady, Quirino Olivera y otros arqueólogos demostraron que la selva no solo es lugar de las actuales sociedades tribales.
Pero existe un detalle que hace único a Las Juntas: sus pobladores son campesinos apasionados por proteger el patrimonio cultural enterrado bajo sus viviendas y chacras. Tanto así que conformaron la Asociación Arqueológica Caserío Las Juntas tras el hallazgo, hace un par de años, de unos murales con bellas decoraciones geométricas que sorprendieron cuando se demostró que fueron realizadas 1.000 años antes del esplendor incaico. Será por eso que las investigaciones también tienen apoyo de la Universidad Toribio Rodríguez de Mendoza, la Universidad Nacional Intercultural Fabiola Salazar Leguía, la Gerencia Subregional de Amazonas y la Municipalidad Provincial de Bagua.
"Se pudo observar cerámica estilísticamente producida en forma paralela a la época Chavín…” Foto: archivo LR
Esta vez, Castillo eligió la cancha de fulbito del pueblo para sus excavaciones y dio con una explanada delimitada con piedras que le sorprendió por su fina industria. “Los resultados de la cerámica obtenida en la cancha deportiva se ajustan cronológicamente a lo reportado de 1.300 a 200 a. C., establecido por la doctora Ruth Shady en 1973, cuando clasificó los estilos en esta parte baja del Utcubamba. Posteriormente, hemos intervenido una nueva área que establece una muestra cronológica que va desde los 1.300 a. C. hasta el periodo Intermedio Tardío, antes de los incas.
A este periodo pertenece el hallazgo de una tumba colectiva que, a juzgar por la cerámica y la modalidad de enterramiento de unos de sus componentes, consideramos que está entre los 900 y 1.100 d. C.”, sostiene Castillo.
El hallazgo de la tumba colectiva coincidió con el fin del proyecto. Mientras se consiguen nuevos fondos, Castillo revela que han recogido más de 2.000 fragmentos de cerámica y han identificado fogones con restos de venados y camélidos.
Pero lo más revelador fue la tumba colectiva: “La tumba presentaba un sello de adobes y un pequeño muro de piedra que había servido para tapar la entrada de la fosa, y un palo que había caído, y formaba parte de la señal del lugar. Entre los restos óseos se identificaron 11 cráneos, entre ellos los restos de una mujer. Las ofrendas de cerámica pertenecen a la fase estilística Bagua tardía, pero aún quedan muchas interrogantes por resolver”, explica el arqueólogo.
Lo mejor es saber que es la primera vez que se documenta este tipo de enterramiento en la cultura local. Para Castillo, “hay un desarrollo que no había sido muy estudiado. Se pudo observar cerámica estilísticamente producida en forma paralela a la época Chavín, mayormente relacionada con cupisnique. Sin embargo, hay que tener en cuenta que adoptan un estilo propio y hay cambios que forman parte del resultado de la continua interacción que ha tenido esta parte del territorio, sea con la sierra, costa, sur del Ecuador y parte baja de la Amazonía”.
“Y es que en esta zona —afirma— no solo se realizaron rituales de quema de cerámica y actividades ceremoniales, sino también de enterramientos colectivos”.