Esta historia comienza con un viaje. Tal vez en barco, de Wakayama al Callao, tal vez en avión, de Lima a Miami o de Miami a Tokio. O tal vez el viaje nunca termina realmente. El punto es que ahora mismo, en vivo desde Florida, la cámara web enfoca a Mimy Tayrako Sakaguchi y a su hijo, un tal Antonio Succar. Tony, le dicen. Tras dos años de trabajo, la pareja madre-hijo, hijo-madre, ha lanzado MIMY & TONY, el primer álbum de ella, la cantante Mimy Succar —como se le conoce en el mundo del arte, es decir, en el mundo real.
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Mimy tiene 63 años y cree animosamente en los planes de Dios. De momento, esta fe no le ha fallado. Todo lo contrario. Ha tenido el privilegio de ser producida musicalmente por sus propios hijos, que crecieron entre canciones e instrumentos cuando ella, recién emigrada a los Estados Unidos con su familia —un esposo pianista y los pequeños Tony, Kenyi y Claudia— fundó Mixtura, una agrupación peruana de las pocas que sonaban en el Miami de los noventa.
Pasados los años, y a la par que el primer álbum, Mimy puede decir que ha cumplido otro tanto de los sueños de su vida: reversionar la famosa canción “Sukiyaki” junto a su ídola, Nora Suzuki, voz principal de la Orquesta de la Luz. Este grupo, a fines de los años ochenta, tuvo la peculiar característica de estar compuesto no por salseros y calientes caribeños, sino por salseros y calientes japoneses. Cuando las radios aún se peleaban por pasar a Frankie Ruiz y Héctor Lavoe, esta banda de outsiders se hizo un espacio en tan apretada lista y logró conquistar al público latinoamericano.
No habla japonés, pero es más japonés que los mismos japoneses. Eso le dijeron a Tony Succar cuando fue a conocer la tierra de sus ancestros, y comprobó que sus costumbres familiares eran muy tradicionales para el Japón del siglo XXI. ¿Qué hacía allí el premiado productor musical, uno de los pocos peruanos en ganar el Grammy Latino? Había emprendido una misión ultrasecreta, una búsqueda implacable. Una sorpresa para su mamá.
La meta era encontrar a Nora Suzuki. Tony la había contactado por Instagram, y ella había aceptado acompañar la voz de Mimy para la producción de “Sukiyaki”. Este sería su regalo de agradecimiento. Pero la historia tuvo un giro. Al enterarse de que su hijo se había ido sin ella, y apelando al poder de la chancla, Mimy alistó sus cosas y viajó también a conocer a la cantante que, años atrás, ella misma había versionado con Mixtura. Y grabaron juntas. Y se hizo la luz.
El acercamiento de Tony con la canción era puramente emocional. Ahora retrotrae los pasajes de su infancia en los que escuchaba a Mimy ensayar en la sala, mientras él intentaba concentrarse en sus partidas de Nintendo. De algún modo, esa melodía en japonés fue una profecía de su carrera musical, pese a que siempre quiso ser futbolista. Muchos años después, frente a la sala de grabación, el productor Tony Succar había de recordar aquella tarde remota en que su madre se puso a cantar “Sukiyaki”.
La canción te calma —comenta el percusionista—. Te lleva a una paz. Te lleva a un sentimiento. Y mira, yo nunca entendí lo que significaba la letra hasta hace poco.
Escrita en los años sesenta bajo el título de “Ue o muite arukō”, la canción cambió su nombre por uno más comercial: “Sukiyaki”, que en realidad es un plato típico japonés. Para Tony Succar, es como ponerle de nombre “Lomo saltado”, un “Lomo saltado” musical, triste pero esperanzado, que habla de mirar al cielo para que las lágrimas no caigan.
Los abuelos de Mimy vinieron al Perú desde las regiones niponas de Wakayama y Fukushima en la década del treinta, varios años antes del horror causado por las bombas ‘Little Boy’ y ‘Fat Man’. Los recién llegados eran agricultores, y solo poseían la promesa de un clima propicio y una tierra fértil donde echar raíces. Símbolo de ello es una historia familiar que recuerda Mimy: la mayor de sus tías fue ‘fabricada’ en Japón y traída por barco en el vientre de su madre, de modo que cuando nació ya era peruana.
Primero, se necesitan 500 gramos de solomillo. Le siguen 10 cebolletas, una cebolla, dos láminas de tofu, 250 gramos de shirataki, 100 gramos de shungiku, 225 gramos de brotes de bambú (en rodajas), 12 champiñones, media taza de salsa de soya, una taza de café y otra media de caldo dashi. Así anuncia recetasgratis.net los ingredientes para preparar un tradicional Sukiyaki.
Pero la familia Succar tiene otra receta, y le han puesto mucha salsa y más sabor.
Al son del koto japonés y los timbales, “Sukiyaki” rinde homenaje a los orígenes, a la mixtura y al ritmo de la salsa, incluyendo un guiño al Gran Combo. Mimy está feliz de que sus abuelos hayan escogido el Perú, porque el Perú tiene sabor.
—Y el sabor de sushi con el ceviche es una combinación perfecta —ríe.
Otras canciones del álbum representan su personalidad, el carácter fuerte de Mimy Succar. “Sin fronteras”, “Carrusel” y “Hoy es tu día”, por mencionar algunas, se verán el 8 de junio en el Flamingo Theater de Miami, en su primer concierto en vivo.
Para Mimy, el mensaje del disco está en ver las cosas siempre positivas. Incluso se ve viajando con la Orquesta de la Luz. Si Dios quiere, dice ella. Entre las giras que se vienen este año, Mimy no descartaría tocar en Fukushima o en Wakayama, la tierra de sus abuelos, donde se originó todo, y cerrar así, quizás, ese viaje de ida y vuelta a los confines de la identidad nikkei.