“Spare”. En español, “repuesto”. Tal es el título del libro de memorias lanzado por el príncipe Harry el último martes y que en pocos días se ha vuelto un fenómeno de ventas en los Estados Unidos y Europa. “Spare”. Un “repuesto” de su hermano, el príncipe William, el primogénito de Charles y Diana, el heredero al trono. Esta idea, la de que fue traído al mundo como “la sombra, el apoyo, el plan B” de su hermano, determinó su relación con la familia real y, de alguna manera, definió su identidad y su lugar en el mundo.
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Hoy, dos años después de haber dejado Londres y haberse establecido en Los Ángeles, Harry y su esposa, la actriz Meghan Markle, pueden hablar cada vez con mayor comodidad de todo aquello que debían callar cuando vivían atados a los estrictos protocolos reales.
Luego de varias entrevistas televisivas y de un documental en Netflix, Harry y Meghan, que adelantaban algunos secretos familiares, con este libro el también Duque de Sussex parece haber querido dejar bien establecida “su versión” de los hechos que terminaron por hacerlos dejar los terrenos del Palacio de Kensington.
Y, sobre todo, limpiar la imagen de su esposa, a quien los tabloides retrataron con las peores características, comparándola con la siempre inmaculada Kate Middleton, la esposa del príncipe William.
Entre las revelaciones que más agitaron las aguas en la prensa británica estuvieron algunos episodios de su adolescencia y juventud. Para los medios ingleses, dados a poner etiquetas, Harry siempre fue el “travieso”, el “díscolo”, y él parece darles en parte la razón al contar que perdió la virginidad con una mujer mayor en un campo detrás de un pub, que consumió drogas y que comió hongos psicodélicos en una fiesta en casa de la actriz Courtney Cox.
También habla de su paso por el ejército, de cómo fue sacado de las zonas de combate en dos ocasiones en Afganistán, porque se había convertido en un objetivo de los talibanes, y cómo en el tiempo que pudo combatir mató a 25 enemigos.
En “Spare”, Harry también habla de sus ataques de pánico, que normalmente eran provocados por el acoso de los paparazzis y que llegaron a causarle agorafobia, y asegura que los psicodélicos lo ayudaron a manejarlos. También lo ayudó la terapia, dice, gracias a la cual pudo procesar muchos recuerdos dolorosos relacionados a la muerte de su madre, la princesa Diana.
“En el libro, Harry habla de sus ataques de pánico, muchas veces causados por el acoso de los paparazzis”. Foto: AFP/Justin Tallis
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El libro, según los medios británicos, dedica muchas páginas a contar cómo conoció a Meghan Markle, cómo se construyó su romance y, también, cómo fue recibida ella por la familia real. Al principio, con mucha simpatía, dice, aunque los problemas no tardarían en llegar.
Primero, las comparaciones odiosas –incluso, racistas– entre Markle y Middleton. Luego, algunos momentos tensos que ya eran signos de quiebre. Como la vez en que la princesa de Gales se quejó de lo mal que había sido hecho el vestido de las damitas de honor y la hizo llorar en las horas previas a su boda. O cuando la actriz bromeó con que su concuñada tenía “cerebro de bebé”, algo que enfureció a la princesa. La situación entre ambas parejas era tan tensa que en una ocasión los hermanos llegaron a las manos: Harry cuenta que William lo cogió de las solapas y lo tiró al piso.
Las tensiones con la familia real, sumadas al acoso permanente de los paparazzis, decidieron a la pareja a dejar Londres. Con el tiempo, les quitaron la seguridad y, poco después, dejaron de darles dinero. Harry dice que se sintió decepcionado. Era como si lo hubieran despedido de su trabajo, “sin pago por despido, y arrojarme al vacío después de una vida de servicio”.
Hoy, sus entrevistas, su documental y su libro de memorias no pueden dejar de percibirse como un ajuste de cuentas.