Andrea Luna pega un grito y sacude al público del Teatro Julieta, en Miraflores. Estamos en medio de la función de Jauría, la obra de teatro documental basada en los extractos del juicio contra La Manada, aquel grupo de jóvenes que, en 2016, violó a una chica de 18 años en las fiestas de San Fermín, en Pamplona, España. Andrea, en la piel de la víctima, grita porque está siendo acorralada y no por sus abusadores, sino por las preguntas perversas del abogado de la defensa: ¿por qué no dijo nada cuando estaba siendo abusada? ¿Por qué se fue a la playa días después de lo sucedido? ¿Por qué se sienta de tal forma?
Gabriel González, Martín Velásquez, Ítalo Maldonado, Eduardo Pinillos y Sebastián Ramos encarnaron a La Manada. Foto: Paola Vera.
Las preguntas caen como golpes sobre la chica, que solo atina a gritar de impotencia al verse atacada: “¿En el momento en el que comienzan las relaciones, usted se encontraba, permítame la pregunta, excitada?”, insiste la defensa con morbo. Y lo que Jordi Casanovas, el dramaturgo español que escribió esta estremecedora pieza, nos quiere decir es que la víctima no solo fue abusada aquella noche en aquel portal. El juicio en sí mismo, en el que la chica es escrupulosamente interrogada y su vida privada manoseada, es una “segunda violación”, una “violación psicóloga y moral”, dijo Casanovas en una entrevista.
Debido a su potente guion y porque aborda un problema urgente como es la violencia de género, Jauría se presentó en España, Argentina, Uruguay, México y hoy, 20 de noviembre, cierra su breve temporada en Perú. Estuvo bajo la dirección de Jennifer Aguirre Woytowski y solo tuvo doce funciones, pero de cada una, cada noche, Andrea salió con la piel de gallina y con la misma sensación se fue el público.
“Es muy fuerte. Cada vez que digo mis líneas, es como si lo viera todo como en una película. Hay, incluso, un momento en que ella se desconecta”. La actriz se refiere al desgarrador relato de la víctima sobre el abuso: “No pedí auxilio porque no pensé que iba a suceder lo que luego sucedió”, “noté cómo otro me cogía de la cadera y me bajaba los leggins y el calzón”, “no reaccioné. Quería que todo acabara y luego irme”, relató. Cuando dice esto, a Luna se la ve en escena acechada, rodeada, tocada por las manos y los cuerpos de los cinco abusadores que se confunden entre sí.
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“Llevamos las lecturas desde el 2021, me preparé casi todo el año, esperaba muchísimo un personaje así de complejo, ha sido duro, pero es mi trabajo”, dice la actriz de 30 años, cara conocida de las telenovelas que hace poco encarnó a Zamara Machuca en ‘Princesas’.
El proceso de Andrea para construir a su personaje en Jauría no fue sencillo, fue un trabajo de autoexamen, que la llevó a explorar en su propia vida: “Desde muy jovencita he pasado por episodios de violencia que me han marcado. He sentido que, en algún momento, hasta he podido morir, de ese nivel de violencia te hablo, es algo que nunca he compartido”.
La violencia de género no solo se manifiesta con los golpes, la violación sexual o el feminicidio, también acorrala a las mujeres con “inofensivos piropos” callejeros y tocamientos indebidos hasta con el control de sus cuerpos diciéndoles cómo comportarse “para que no les pase nada”. Andrea, que se graduó en ciencias de la comunicación como periodista, se abrió paso en la escena a los 15 años como modelo, y sobre esta etapa relata: “Se me acercaban muchos hombres. Te ofrecían cosas, te querían tocar, te tocaban, y yo era menor de edad. Por eso iba a todos lados con mis papás, pero apenas me descuidaban, pasaba algo. Las que trabajamos en modelaje estamos muy expuestas, los hombres creen que somos cosas o que nos pueden tocar o decir lo que quieran. Espero que las más chiquitas no vayan solas a estos lugares porque no son seguros”.
Ellos son los lobos y ellas, las presas, parece que eso nos quiere decir Andrea, y haciendo un correlato con Jauría, recordemos lo sucedido en Pamplona, y cómo la víctima, que es rodeada por cinco sujetos, con una notable superioridad de fuerza, simplemente se deja hacer, se desconecta y se convierte en un ser pasivo, en una “presa”, cuando es abusada: “Me daba igual lo que pasara”, relató ante el Tribunal Superior de Navarra, que, finalmente, condenó a los imputados a 9 años y no a 22 como pidió la fiscalía porque consideró que los hechos se produjeron sin intimidación ni violencia.
Jauría también interpela sobre cómo se forman las masculinidades tóxicas en las sociedades patriarcales. Foto: Paola Vera.
Una segunda lectura de Jauría nos deja ver cómo el sistema de justicia le machaca a la víctima el no haberse comportado como el estereotipo de una “perfecta víctima” durante y después de lo sucedido porque no gritó cuando estaba siendo abusada, o porque posteó una foto en sus redes junto a un amigo con el mensaje “ojeras faloperas”, que se traduce como ‘persona con aspecto enfermizo como drogadicto’. La defensa da la idea de que su comportamiento no corresponde a la de una chica recatada y como no lo es... ¿merece ser violada?
Andrea dice que recibe numerosos mensajes de hombres en sus redes sociales del tono: “Qué rico tal... te muerdo tal...”. Algunos de sus seguidores creen que porque sale en bikini tienen derecho de hablarle así: “Asumen que, porque me puse minifalda y me gusta mostrar las piernas, soy una tal o cual”. La actriz enfatiza que mostrar el cuerpo no es una licencia para cosificarla, sino es una expresión más de su sexualidad: “Yo quiero que me vean porque me siento bien, cualquier mujer puede sentirse igual de segura [...] Si estoy en España y hago topless es porque simplemente quiero hacerlo, no es una invitación a nada, pensar así es anacrónico”.
El afiche de la obra de teatro escrito por el español Jordi Casanovas. Foto: difusión.
Luna ha actuado en veintidós telenovelas, diez películas y veintiocho obras teatrales, Jauría le representó un gran reto actoral. De hecho, el teatro es para la actriz -que estudió en la Escuela de Cine de Nueva York- un viaje que realmente disfruta: “En comparación a la tele, te da más tiempo de construir personajes que son más reales y con más dimensiones”.
Sobre los episodios de violencia que vivió, Andrea no quiere profundizar, pero agradece que un libreto como el de Jauría haya llegado a ella: “Llegó en el momento preciso, así puedo ponerle todo lo vivido a esto, y así puedo hablarlo a través del arte, siento que es sanador”.