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Domingo

Bajo el mar de Cancún

Es la playa de México más visitada por los peruanos. Sin embargo, en este destino no todo es tequila, arena y sol. Puerto Morelos, donde se encuentra el segundo arrecife más grande del mundo, es un pueblo de pescadores que ofrece conexión con la naturaleza y conciencia medioambiental.

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Cancún es destino directo de Volaris, aerolínea low cost. Foto: archivo La República

En la playa de Puerto Morelos, ubicada en el Caribe mexicano, a los bañistas se les pide no usar bloqueador solar. Lo que parecería una medida en contra de la salud pública, tiene, en realidad, un fin ambientalista. Su uso daña el arrecife de coral o Gran Arrecife Maya, una barrera submarina ubicada a un kilómetro de la orilla -considerada la segunda más grande del mundo-, que se debilitaría por el impacto de la oxibenzona, un componente químico de los protectores solares.

Esta es la advertencia que hacen los operadores turísticos a los visitantes que llegan hasta este pueblo de pescadores -que se encuentra a cuarenta minutos de la zona hotelera de Cancún, estado de Quintana Roo- para hacer snorkel y maravillarse con la diversidad de corales, cuyas colonias son el refugio de muchas criaturas marinas.

El arrecife es tan importante que, en 2005, fue capaz de contener las olas que generó el huracán Wilma, que impactaron las costas de Puerto Morelos con la fuerza equivalente a 25 bombas atómicas. Sin embargo, en los últimos años, está siendo debilitado por la construcción de edificaciones mal planificadas, la pesca furtiva, el cambio climático y, en menor medida, pero no por eso menos significativo, el uso de protector solar.

Tener conciencia ambiental es parte del paquete turístico que ofrece Puerto Morelos, un destino hecho para el viajero que busca un circuito alternativo que lo conecte más con la naturaleza y compagine sus ajetreadas noches de tequila con días de tranquilidad. Aquí podrá seguir disfrutando del hechizante azul turquesa del mar caribeño y, de pronto, se podría cruzar con la bióloga María del Carmen García y su equipo de brigadistas voluntarios que desde el 2020, enfundados en sus trajes de neopreno y armados de aletas, visores y tanques de oxígeno bucean al fondo marino para reparar los arrecifes.

Lo que hacen es recoger los fragmentos e instalarlos en viveros de corales con la promesa de que se reproduzcan. Hasta hoy el equipo de García ha instalado cuatro viveros dentro del Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos: “Sensibilizamos al turista para que cambie sus hábitos de consumo, se vincule con la naturaleza, y sea consciente de que sus acciones están conectadas con el ecosistema”, dice la bióloga.

Además de ver y aprender sobre los corales, otra alternativa que ofrecen estas costas es hacer inmersión en la selva de Puerto Morelos y darse un refrescante chapuzón en los cenotes, unos pozos naturales que se abren como ojos azules de agua entre los árboles. Se dice que esta peculiar geografía se formó por la filtración del agua de un sistema de ríos subterráneos llamado Sac Actun, el más grande del mundo.

Cancún es la playa de México más visitada por los peruanos. Foto: archivo La República

Los hay abiertos y también como cavernas, y son tan profundos que los guías recomiendan no llevar cámaras, relojes o celulares porque se quedarán como ofrenda (se caerán y perderán para siempre). Adentrarse en ellos puede tener un efecto terapéutico, flotar mirando la selva sana todos los dolores; pero si quiere hacer su experiencia más adrenalínica, podría tirarse desde una tirolesa como tarzán en la selva. La experiencia es segura y excitante.

Puerto Morelos aún es un destino poco explorado y puede ser más económico que Cancún. Aún no ha sido capturado por el bullicio de los turistas y el aire de pueblo sumado a sus tiendas de artesanías y restaurantes, donde el dueño atiende directamente al comensal, hacen sentir al viajero como en casa. Se puede llegar hasta aquí desde Cancún con transporte público, rentar una habitación de hotel económica y ver pasar la vida hechizado por su mar. A no ser que le agarre la lluvia, que se va tan rápido como llegó.