El periodista José Alejandro Godoy nos presenta Los herederos de Fujimori (Debate. 2022), la continuación del exitoso El último dictador. Con esta ambiciosa investigación intenta responder las preguntas hechas al inicio. Una pista: no solo se trata de lo que hicieron Keiko Fujimori y su hermano Kenji en los últimos veinte años, sino de las andanza de los otros “herederos” del dictador.
¿Por qué dedicarle dos libros al fujimorismo? ¿Se considera un antifujimorista?
Yo soy crítico del fujimorismo, como puedo ser crítico con todo gobierno autoritario. Para mí cualquier gobierno autoritario o dictadura, sea de derecha o izquierda, me parece absolutamente reprobable. Tengo una posición clara sobre el fujimorismo en estos años, pero también quien lea Los herederos de Fujimori verá que tengo una posición muy crítica sobre los actores políticos comprometidos en este siglo, Toledo, García, Humala, PPK, Vizcarra...
En ese punto,ante el título del libro se piensa en Keiko y Kenji, pero ¿hay otros herederos de Alberto Fujimori?
Los herederos de Fujimori son, obviamente, sus hijos, quienes han querido proyectar la dinastía política. Pero también los herederos son, en cierta medida, los gobiernos que vinieron después, tanto porque en algunos casos hicieron continuidades negativas respecto a lo que fueron los noventa, como la corrupción. Hay muchos otros.
De esos otros herederos de Fujimori, ¿cuál le parece el más notorio?
Creo que, sin duda alguna, el segundo gobierno de Alan García es lo más cercano a un gobierno fujimorista porque durante buena parte no solamente tuvo coincidencias en materia económica con el fujimorismo sino que también tuvo la coincidencia de ver a los mismos enemigos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, los esquemas de la memoria...
¿Eso era compartido por todos los apristas?
Creo que los verdaderos apristas no. Muchos apristas no estuvieron de acuerdo con esas medidas. Y eso también se cuenta en el libro. Lamentablemente, García no respondió nunca sobre esto en una entrevista, hizo sus metamemorias, pero hubiera sido importante que él nos hubiera dicho por qué su primer gobierno fue tan cercano a Velasco y el segundo tan cercano a Fujimori... Obviamente, si hablamos en términos de corrupción, Alejandro Toledo no se salva.
En el libro, Keiko Fujimori es figura principal. Usted hace un par de definiciones sobre ella, dice que “más que una mente brillante es una alumna muy chancona”, una “alumna disciplinada de su padre”.
Keiko Fujimori es, en efecto, mucho más disciplinada, chancona, inteligente, pero no se sale del libreto, no tiene mayor imaginación. Veo en ella a alguien que tiene un objetivo claro, con la tenacidad de seguir en el intento de buscar la presidencia, de construir una agrupación política. Pero no tiene imaginación, es decir, coge el libreto, lo aprende, lo tiene bien masticado y no sale más allá. La Keiko del 2016 con PPK es lo que pasa ahora, una persona con un solo guion y sin imaginación para salir de lo que dejó el fujimorismo o de lo que ha sido la imagen de ella.
Dice en el libro que ella carga la mochila pesada de su padre, pero también se ha ganado a pulso varias críticas. Uno de esos episodios es su actuación con PPK. Con esa mayoría que tenía en el Congreso, si hubiese tenido otra actitud, no sería descabellado pensar que podría haber sido elegida presidenta.
Justamente, una cosa es ver cómo el fujimorismo va pasando de ser un paria político en los 2000 hasta llegar a construir un partido considerado tanto por electores como por la clase política, y como, de otro lado, ver lo que pasa con un fujimorismo en el esplendor de la búsqueda máxima de su poder, que fue la campaña del 2016 y el 2021. Keiko Fujimori refleja mucho su personalidad política cuando está frente al gobierno de PPK y frente al gobierno de Vizcarra. Y efectivamente es ahí donde empieza a construir una mochila política y también una mochila judicial.
Tanto que ahora es difícil no ver la política del fujimorismo como hecha en base a la venganza, a la destrucción del contrario. Se han creado la imagen de que ven a la política como a una guerra.
Es el principal problema existente en torno el fujimorismo hoy. Y es una herencia que se va viendo no solo con Keiko sino también en cómo diversos personajes van adquiriendo el vocabulario y formas que había tenido el fujimorismo. Mira cómo la palabra caviar, que antes solo era patrimonio del fujimorismo, termina siendo apropiada, primero por el segundo gobierno de García, luego por sectores conservadores no fujimoristas y termina siendo puesta sobre la mesa por el propio Vladimir Cerrón. Eso da cuenta de cómo ciertos sentidos comunes vienen aparejados.
Uno de los argumentos de los defensores de Alberto Fujimori era haber combatido a SL y recuperar al país luego de García. ¿Cuáles podrían ser los argumentos a favor del fujimorismo actual?
El fujimorismo busca hoy construirse como una suerte de garante de la Constitución de 1993, sobre todo en el tema del modelo económico. No necesariamente han sido consistentes en los últimos 20 años, también han presentado proyectos populistas o iniciativas como los últimos atentados hechos contra la reforma universitaria y la Sunedu. En segundo lugar, lo que ellos buscan redimir es una visión muy conservadora del mundo, una visión única de una familia hetero-parental -papá, mamá e hijos-, en donde incluso Keiko, Mark, las hijas, eran entronizadas en esa línea (claro, eso les va a costar luego del proceso de separación), es una búsqueda de sintonizar con un sentido conservador muy presente en muchos peruanos de a pie. Creo que, lo último, es una reivindicación de la mano dura y del totalitarismo en general. La reivindicación de los 90, de una mano dura en materia de seguridad ciudadana, esa línea que va hacia grupos de ultraderecha como Vox en España y otros tienen que ver con ello. Creo que ahí el fujimorismo, como en muchas otras cosas, llega tarde a varios eventos y han buscado asociarse con este movimiento transnacional y latinoamericano de derecha mucho más dura y precisamente ahí comienzan a pelearse con Rafael López Aliaga y con otros personajes.
En esa pugna con la derecha más extrema, el fujimorismo tiene de su lado a la experiencia, ya tienen una vicepresidenta en el Congreso, por ejemplo.
Bueno, si el fujimorismo fuera a la presidencia del Congreso los ojos estarían demasiado puestos sobre ellos. En esa disputa en el sector de la derecha, el fujimorismo empieza a advertir de que si ellos aparecen directamente confrontando, el costo político va a ser muy fuerte, como ocurrió en el 2019. Los fujimoristas no aparece en términos fácticos como los que proponen -aunque sí lo dicen abiertamente- la vacancia del presidente y tampoco aparecen tan en primera fila porque todo el mundo sabe que Keiko será la candidata, así haya elecciones antes del 2026.
¿Qué Keiko Fujimori más le sorprende? ¿La que primero reniega del legado de su padre y luego lo reivindica; la que anuncia que ningún Fujimori se presentará en las elecciones y se presenta; la que promete aceptar los resultados electorales y no lo hace?
La Keiko más conservadora. En El último dictador conté que estudié en el mismo colegio que los cuatro hermanos Fujimori y es un colegio que en términos de orientación católica es mucho más progresista en lo social y en lo valorativo de lo que la señora Fujimori exhibe, en general, como doctrina. Entonces, por ahí va mi pregunta y mi perplejidad -que quizá Keiko no responda nunca-: ¿por qué tomó de modelo religioso más a Monseñor Cipriani antes que, por ejemplo, a Hubert Lanssiers, que fue profesor del colegio muchos años y profesor de Filosofía de varias generaciones, incluyendo la de la señora Fujimori?
¿Cree que Alberto Fujimori debería seguir en la cárcel o tener prisión domiciliaria?
Tengo una posición clara, cualquier sentenciado por delitos de lesa humanidad debe cumplir el íntegro de su pena en prisión. Ahora bien, si hay una condición imponderable, allí la democracia podría tener una magnanimidad final, pero no creo que un arresto domiciliario sea la salida. Por otro lado, no ha expresado ningún tipo de arrepentimiento o pedido de perdón a las víctimas. No merecería tener ningún tipo de gracia, salvo que estemos ante el caso en el cual el señor Fujimori esté realmente en sus últimos días.