Hace tiempo que Jesús Ordinola (40) quería leer los libros de Harry Potter. Había “visto” las películas y escuchado los audiolibros, pero no era lo mismo. A él le gusta el papel, sentir la textura de los puntos que forman los signos del alfabeto braille.
Por eso cuando hace unas semanas se enteró de que la Biblioteca Nacional había lanzado un servicio por el que podría recibir en casa los textos en braille que él quisiera, no lo pensó dos veces y de inmediato se anotó.
Jesús vive en Piura, en el distrito de Castilla. Cuando tenía ocho años comenzó a tener problemas de visión y a los 15 le diagnosticaron retinitis pigmentosa, una enfermedad que provoca la degeneración progresiva de las retinas. En un colegio especial aprendió el braille. Pero en su ciudad los libros impresos en este sistema no abundan.
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Por eso se puso tan contento cuando, a mediados de abril, un mensajero de Serpost tocó a su puerta, trayendo en sus manos dos cajas llenas de papeles. Eran más de 400 páginas. Harry Potter y la cámara secreta, impreso en braille.
De inmediato se llevó el “libro” a su habitación y desde entonces lo va leyendo paulatinamente, saboreándolo. Dice que le gusta comparar lo que lee con las escenas que “vio” en la película. Ahora solo falta que le lleguen un par de libros más que ha pedido, uno de César Vallejo y otro de Mario Vargas Llosa. Más adelante, le gustaría pedir algunos de ciencia ficción de Julio Verne.
Arriba, Gianella Marín, ávida lectora de la sala para personas con discapacidad visual. Foto: Marco Cotrina/LR.
Sala inclusiva
La Biblioteca Nacional del Perú es tan antigua como la República, pero recién comenzó a ser inclusiva con las personas con discapacidad visual en el año 2001, cuando inauguró su primera sala para personas invidentes.
Los primeros materiales eran libros en braille y audiolibros donados por instituciones extranjeras, y textos transcritos al braille por uno de los primeros empleados de la sala: el señor Rigoberto Camargo. Camargo había perdido la vista en 1992 por culpa de un atentado terrorista y durante años dedicó su tiempo libre a transcribir obras que le gustaban, como Los gallinazos sin plumas, Paco Yunque y poemas de Marco Martos.
El siguiente paso en la modernización de la sala fue la producción, con la ayuda de voluntarios, de audiolibros y audiocuentos, que disfrutaban, sobre todo, las personas con discapacidad visual que no sabían leer en braille.
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Y el siguiente, la digitalización de libros y documentos diversos que les traían los usuarios: los textos se escaneaban, se pasaban a Word y el usuario podía escucharlos usando un software de lectura de pantalla en una computadora.
En 2018 se instaló la primera impresora en braille. Gracias a ella los usuarios, muchos de ellos estudiantes de educación técnica o superior, podían pedir que los textos que les mandaban sus profesores fueran escaneados e impresos en sistema braille. Fue una revolución.
Así, con los libros y textos diversos que estas personas iban trayendo se fue armando un catálogo que hoy supera las 400 obras digitales.
En febrero pasado, la Biblioteca Nacional abrió la posibilidad de que los usuarios de cualquier parte del país consultaran este catálogo en la página web impresionesbraille.bnp.gob.pe y eligieran el texto que querían que se les imprimiera. Gracias a un convenio con Serpost, el libro les puede ser enviado a cualquier región.
Hasta el momento ya se han impreso más de cien libros. Todos los días llegan nuevos pedidos. Desde Harry Potter y El señor de los anillos hasta Los ríos profundos y la Constitución Política del Perú. Hay lectores en braille por todo el país. Y están ávidos por leer todo lo que puedan.