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Domingo

Buscador de monstruos

Mario Urbina llegó muy joven a la paleontología y no la dejó más. Es el descubridor del basilosaurio –un gigantesco depredador marino–, que por estos días se expone en el Museo de Historia Natural de San Marcos. En el pasado también ha sido protagonista de impactantes hallazgos como la ballena de cuatro patas. Esta es su historia.

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El 2011 encontró los restos de una ballena de cuatro patas, la primera de Sudamérica. Hace millones de años, las ballenas todavía podían nadar y caminar. Foto: John Reyes/La República

Mario Urbina, paleontólogo del Museo de Historia Natural de San Marcos, descubrió al basilosaurio de Ocucaje en una zona desértica de Ica –a sesenta kilómetros de la ciudad más cercana– donde también ha encontrado otros ejemplares similares. Se trata de un animal gigantesco. Su cabeza mide 1.35 metros, tenía entre 12 y 15 metros de longitud, y vivió hace 36 millones de años. Era un depredador temible, un monstruo marino.

La búsqueda, el hallazgo, la extracción de restos fósiles de aquellos lugares en donde quedaron enterrados hace millones de años es un trabajo que requiere paciencia. Mario encontró a este basilosaurio hace más de 10 años, pero recién el año pasado tuvo el proyecto listo y los fondos para sacarlo de donde estaba enterrado. Lo hizo en diciembre pasado. Ahora su descubrimiento, el cráneo completo del animal con sus mandíbulas dentadas perfectamente conservadas, maravilla al mundo.

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“Solo hemos sacado el cráneo y ha sido un trabajo enorme. Hay que sacarlo de la roca de la que está rodeado. Es como sacar un wafle del centro de un bloque de concreto sin romper el wafle”, explica. El debió romper mucha roca para extraerlo. Y cuenta que el cuerpo de la criatura todavía está en el lugar, pero sacarlo será también un trabajo de años, con alto costo porque se necesita gente, equipos y permanecer un largo tiempo en el desierto.

Un basilosaurio es un animal marino, antecesor de las actuales ballenas, que vivió en la era del eoceno tardío (hace 45-33 millones de años), y estaba en lo alto de la cadena alimenticia. Se alimentaba de pingüinos, atunes y otros animales marinos. Estuvo en los mares de varias partes del mundo. Cuando la Cordillera de los Andes se levantó, el fondo marino emergió y se convirtió en nuestro actual desierto. Los animales que murieron y se fueron al fondo del mar, quedaron expuestos.

Hoy la zona desértica de Ocucaje, en Ica, y partes del territorio costero de Arequipa y el sur peruano son una suerte de cementerio de fósiles. Allí Mario, que recorre el desierto desde hace 40 años, ha encontrado varios ejemplares de basilosaurios y otros animales de tiempos arcaicos.

“Tenemos la mejor colección de basilosaurios del mundo. Cada uno mide 17, 18 metros. En Ocucaje hay varios millones de años de capas. Puedes encontrar uno arriba y otro varios metros más abajo. Toma años encontrar uno, pero a mí se me hace fácil”, cuenta sonriente. Sus colegas dicen que conoce el desierto como la palma de su mano.

El basilosaurio de Ocucaje es uno de los ejemplares descubiertos mejor conservados del mundo. Foto: John Reyes/La República

Cazador de fósiles

Mario nació en Lima hace 59 años y desde chico se interesó por buscar huesos. Vivió en Chaclacayo, cerca de un cementerio prehispánico-colonial y siempre encontraba huesos en sus recorridos. Pero su romance con los fósiles empezó en la adolescencia. Un día de hace muchos años volvía a Lima desde el sur, con unos amigos, cuando se reventó una llanta de su auto en pleno desierto. El empezó a caminar mientras sus amigos esperaban que algún automovilista pasara y los socorriera. Estaban por Sacaco, Ica.

A lo lejos vio unos árboles y se dirigió hacia allí, pero en el camino se encontró con unos restos fósiles que sobresalían del suelo: era una ballena entera y enorme. Volvió a contarle a sus amigos, y estos ya habían conseguido que un automovilista los ayude con una llanta de repuesto. “Vamos a ver a la ballena”, les dijo. Pero alguien le respondió: “Súbete al carro o te quedas aquí”. Era 1979. Se quedó con el bichito de esos restos abandonados en mitad del desierto, expuestos al viento y la arena.

Volvió años después y no la encontró. “Como veinte años después hicieron un museo de sitio en Sacaco y ahí estaba la ballena. Te apuesto que es la misma que en su momento encontró Raimondi”, comenta. Muy joven empezó a trabajar para el Museo de Historia Natural de San Marcos y se acercó a la paleontología. Así comenzó a ir al desierto. Así lo fue conociendo y con ello llegó la experiencia de saber dónde podría haber un animal de los que siempre anda buscando.

El 2011 encontró los restos de una ballena de cuatro patas, la primera de Sudamérica. El hallazgo demostró que las ballenas estuvieron adaptadas para nadar y caminar, antes de volverse completamente acuáticas. La presentación y el anuncio del hallazgo se hizo en 2019 y fue noticia mundial.

“La encontré cuatro años antes de sacarla. Me quedé a vivir un año en la playa de Media Luna. Ahí había una poza de terrenos antiguos y encontré dos fósiles en la poza. Un día, antes de irme, me encuentro a la ballena. Encontré un par de falanges que salían del sedimento. Era la pata trasera de un animal arcaico. Es la primera ballena con patas de 40 millones de años. Está en el Perú cuando debería estar en Pakistán, donde vivió hace 46 millones de años. ¿Qué pasó? Migró, encontró que no tenía competidores y siguió viviendo aquí durante millones de años”, explica de manera didáctica.

Son muchos los especímenes que ha encontrado Mario Urbina en sus cuatro décadas como buscador de animales prehistóricos: ballenas arcaicas, cachalotes, delfines, megaterios, incluso un antecesor del caballo actual. El paleontólogo Rodolfo Salas Gismondi, responsable del departamento de Paleontología del MHN, señala que la colección de fósiles del museo es una las más importantes del mundo en animales marinos y que “la historia de la fauna marina de nuestro país y de muchas partes del mundo se puede contar gracias a los fósiles del Perú y de Ocucaje que Mario ha descubierto”.

Urbina es un tipo inquieto. Ahora dice que ha encontrado un depredador mucho mayor, gigantesco, que incluso podía comerse al basilosaurio que acaba de mostrar al mundo. “No me creían pero ya estamos haciendo la excavación. Es el Godzilla de los fósiles”, dice.

-Eres un cazador de monstruos -le digo. -Soy un cazador de monstruos y un cazador de fondos para extraer monstruos -se ríe.

-¿Y hasta cuándo vas a hacer esto? -Hasta que caiga muerto encima del último fósil que quise sacar.