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Domingo

Volver a las aulas

Aunque no haya recreo, estos escolares están alegres de retornar a las clases presenciales tras dos años de educación virtual. Con horarios restringidos, aulas con aforo reducido, distanciamiento social y la aún omnipresente mascarilla, retoman amistades y repasan materias. Domingo acompañó a un grupo de adolescentes en este momento de adaptación.

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Las adolescentes Vania Vega y María Fernanda Castillo llegando al patio del Bertolt Brecht en su primer día de clases presenciales. Foto: Félix Contreras/La República

Vania y María Fernanda (ambas de 14 años) le marcan el ritmo a Caleb: “Un, dos, tres… un, dos, tres…”, y el flaco jovenzuelo hace de todo para seguirles el paso. Están en clase de danza creando una coreografía de festejo que bailarán frente a sus compañeros del tercero C. Es el primer día de clases presenciales en el colegio Bertolt Brecht -sede Colonial-, y tras dos años de vivir entre cuatro paredes y frente al computador recibiendo sus clases, estos adolescentes no han encontrado mejor forma de empezar que bailando.

Minutos antes, el profesor de arte Walter Santillán les ha dado la bienvenida y después de las indicaciones de bioseguridad correspondientes -guardar distanciamiento de un metro, no sacarse la mascarilla, no beber de la botella del amigo, desinfectarse las manos- ha dejado que sus cuerpos hablen. Cada uno de los estudiantes ha pasado al frente, ha dicho su nombre, ha precisado cómo se siente y lo ha expresado con un gesto corporal.

“Si estás feliz, da un salto. Si tienes sueño, junta las manos, acércalas a la cara e inclina la cabeza”. La mayoría hizo lo segundo: “Tengo sueño”, “estoy cansada”, “me duele la espalda”, “estoy aburrido”, los adolescentes se expresan y el profesor hace un prediagnóstico de su estado emocional: “Aún no están muy cómodos por los protocolos, por no poder comportarse con naturalidad, pero tienen ganas de hacer las cosas, en otros salones he visto cómo se alegran cuando tienen que hacer trabajos grupales”.

Los alumnos del tercero de secundaria empiezan su día con clases de danza. Foto: Félix Contreras/La República

Viendo a la clase desde lejos, la directora Graciela Quispe dice: “Los adolescentes han sido los más afectados a nivel emocional, nuestros psicólogos hicieron encuestas en línea en las que manifestaron sentirse solos, ansiosos porque habían perdido el contacto con sus amigos o porque perdieron familiares durante la pandemia”. La docente cuenta que se reportaron casos de alumnos que en plena clase virtual enviaron mensajes por interno a sus profesores anunciándoles que se acababan de enterar de la muerte de uno de sus padres. “Fue muy duro, venir a clases les ayudará a tener un soporte, socializar es muy importante para ellos”.

Los compañeros del tercero C no se han visto las caras desde mediados de marzo de 2020 cuando entraron a primer año de secundaria, asistieron solo una semana a clases y fueron confinados por la cuarentena. La experiencia vital de hacer nuevos amigos, de formar la mancha, de vivir las primeras veces propias de su edad se frustraron por la pandemia.

“No hemos hecho ningún amigo nuevo”, dice Vania Vega, entre risas, con María Fernanda Castillo, mejores amigas desde inicial, que, en estos dos años de clases virtuales, solo se han visto seis veces, ya sea para dar vueltas en el centro comercial o ver una película en la casa de una de ellas, a eso se redujo su vida amical. Antes se veían de lunes a viernes de 7.00 a. m. a 4.00 p. m., ese era su horario de clases, que ahora, por las disposiciones del Ministerio de Educación, se ha reducido a cinco horas, dos veces por semana para evitar las aglomeraciones y posibles contagios.

Si queremos ser precisos este año escolar 2022 será en realidad semipresencial. Este colegio particular del Cercado de Lima -que tiene los niveles inicial, primaria y secundaria- albergaba normalmente a 1.140 escolares, hoy, por las restricciones sanitarias, funciona al 50% de aforo, y los salones de secundaria, por ejemplo, que solían ser de treinta alumnos, se han dividido en dos grupos que se reparten en diferentes cursos. Otros colegios han optado porque la mitad del salón lleve clases presenciales y la otra, virtuales, y ya vemos a profesores haciendo malabares para hablarle a la webcam y al aula en simultáneo. No es el caso del Brecht.

Pero volvamos al tercero C, a quienes la pandemia los agarró en un momento importante de sus vidas, pues cuando se dejaron de ver eran unos niños (tenían 12 años en promedio), y hoy se reencuentran siendo unos adolescentes, algo en ellos y ellas ha cambiado. Vania, por ejemplo, ha pegado tal estirón que hoy le lleva dos cabezas a Mafer, que también cambió cuando se cortó el cabello y se lo tiñó de naranja.

Ver a sus compañeros en persona después de haberlos visto por meses a través de las ventanitas del Zoom también es un gran cambio. “Pensé que este primer día iba a ser tenebroso, pero me estoy divirtiendo”, dice Bryan Palomino, que no puede quedarse quieto en la clase de robótica, y que solo cruzó palabra con Vania aquella lejana semana de marzo de 2020. Ahora, como primeros pasos de socialización, se acerca a ella para ayudarle con su laptop. Quizás se vuelvan amigos.

Este retorno a las aulas será escalonado. Colegios particulares como el Brecht se han esforzado por tener todo listo para sus estudiantes (se han equipado, por ejemplo, con una cámara termográfica para medir la temperatura). Las escuelas públicas, por su parte, iniciarán sus clases presenciales este 28 de marzo, aunque no todas porque no están listas.

La normalidad aún está lejos de los salones. Con los colegios funcionando con pocos estudiantes, se nota la ausencia, no hay bullicio, los chicos se mueven en fila india cuando se trasladan de un aula a otra siempre acompañados de un profesor, no se les ve corriendo en el recreo porque no lo habrá, como tampoco se abrirán los kioskos para evitar las aglomeraciones y los gritos de pelea por un chocolate. El Minedu ha dispuesto que el recreo sea reemplazado por una hora de lonchera en la que los escolares compartirán un área ventilada para consumir sus alimentos.

Y ahí encontramos a los del tercero C, que al fin se miran las caras realmente porque, separados a un metro de distancia, se han podido quitar las mascarillas. Ahora pueden reconocer cuánto han cambiado sus compañeros, aunque eso no les importa mucho, lo importante es compartir con ellos. Y así encontramos a Caleb que logró afinar sus pasos de festejo hoy en la clase de danza. “Estuve hecho un manojo de nervios”, dice. Así como todos sus amigos, pero qué bien lo disimularon.