Hace 31 años, Ricardo Wiesse plasmó en los muros de la Vía Expresa, en el tramo comprendido entre Diez Canseco y 28 de Julio, Miraflores, un impresionante mural que se realizó entonces sobre un espacio de diez mil metros cuadrados y que, con sus símbolos zigzagueantes, ondulantes y colores ocres, nos remitía a las olas, al desierto, a la costa peruana. Estaba hecho de miles de pedazos de cerámica quebrada y era perfecto para hacer arte al aire libre.
Su autor, Ricardo Wiesse, no quería formas intrincadas ni demasiado coloridas porque, según explicó entonces, era un mural para acompañar la sensación de velocidad del automovilista, para brindarle una sensación visual sin distraerlo. Los colores del mural cambiaban para diferenciar las distintas zonas del recorrido o para señalizar algunas salidas.
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El mural, realizado durante la gestión municipal de Alberto Andrade y plasmado en un espacio público, era según palabras del propio artista una forma de elevar el nivel de vida de los ciudadanos y aportar a la convivencia. Porque el arte público mejora la vida de las ciudades.
Pero con el tiempo, el mural, poco a poco, fue perdiendo su piel. Los pedazos cerámicos, pegados a los muros con cemento, cayeron desmoronándose, dejando grandes vacíos en el diseño original. En el año 97 hubo una restauración, pero desde entonces no se volvieron a ocupar de la obra y esta nuevamente fue deteriorándose hasta perder en los siguientes años casi el 70% de su trazo original.
Son cinco cuadras de muros restaurados con colores y diseños similares a la obra original. Foto: La República
Debieron pasar muchos años para que otra vez una gestión municipal y la empresa privada se interesaran por rescatar ese importante patrimonio cultural del distrito. El 2019, la gestión de Luis Molina y varias empresas como cerámicos San Lorenzo, junto con el artista, coincidieron en que la obra podría resurgir de sus cenizas. Y el propio Ricardo Wiesse, que antes no había encontrado eco en las autoridades, se puso manos a la obra.
Wiesse volvió a rediseñar el mural del Paseo de la República y al mando de 35 personas empezó a trabajar en octubre de 2019. Pero en marzo del 2020 debieron parar por la pandemia de la COVID-19. Parecía que el proyecto quedaría otra vez inconcluso, pero se retomó en mayo del 2021 y se culminó en diciembre. El legendario mural de 10,500 metros cuadrados ha vuelto a ocupar su mismo espacio.
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Son cinco cuadras de muros restaurados con colores y diseños similares a la obra original, pero también con algunas zonas de hermoso colorido. La noche que la obra se inauguró, el fulgor de las luces hacía que los cerámicos de las paredes brillaran como una pintura.
El artista ha dicho sobre este relanzamiento: “Esta obra es un triunfo de la voluntad y del trabajo concertado. El de la colaboración empecinada en devolver a la ciudad los muros del tramo de la Vía Expresa, realizados hace treinta años. Este es un testimonio visible y tangible de la conversión de un espacio degradado y caótico en uno nuevo. El diseño actual es una versión sintetizada, libremente modificada, del anterior”.
Este diseño, según el autor, economiza líneas, privilegia distancias, alarga pasajes de un tono a otro, como en el arenal desierto. Allí hay “degradaciones puntillistas y pixeleados imaginarios. El tema es el territorio y sus pieles infinitas”. Para él, las líneas delgadas aligeran el viaje del que las mira, los diseños actuales pueden simular dunas o siluetas de cerros o cordilleras. Y el material que recubre los muros también lo retrotrae a las épocas primigenias con el uso de la cerámica. Todas esas ideas están en el mural que Wiesse le regala a la ciudad.