Inés Melchor, la campeona de atletismo peruano, busca una maratón donde competir. Desde que comenzó la emergencia sanitaria por el coronavirus, en marzo del año pasado, las competencias le han sido esquivas. O se han cancelado, o se han suspendido, o no pudo viajar al país que la organizaba porque se cerraron las fronteras del Perú por el recudrecimiento de la pandemia.
En 2020, se fueron cayendo una tras otra: primero se canceló la de Daegu en Corea del Sur, programada en abril, para la que Melchor se preparó meses; luego la maratón de Lima, que sería en mayo; lo mismo pasó con la de Medellín, en Colombia, marcada para julio. Este año, la corredora se quedó con la maleta a medio hacer para competir en la maratón “A pampa traviesa” en Argentina, que se realizó el 18 de abril.
Inés Melchor fue la sudamericana que más destacó en el Mundial de Atletismo de Londres 2017. Crédito: Revista Atletismo Peruano.
Días previos al viaje, el gobierno de ese país decretó cuarentena nacional. Le indicaron que si viajaba, debía aislarse siete días antes de partir a la provincia donde se realizaría la competencia. No pudo ni contemplar esa posibilidad, pues antes que lo decidiera, la aerolínea le había cancelado el vuelo.
Son días de mucho estrés para Melchor. La fondista de 34 años ha comenzado una carrera contra el reloj, pues necesita competir en una maratón para romper la marca de 2 horas, 29 minutos y 30 segundos y poder clasificar a los Juegos Olímpicos Tokio 2021, que, según había programado, serían la última competencia de alto rendimiento en que participaría.
Tiene hasta el 31 de mayo para lograrlo, sino quedaría fuera del tan esperado –y aplazado- certamen mundial. Nunca antes, Melchor, la mejor atleta peruana del 2003, la poseedora del insuperable récord de maratón sudamericano, padeció tanto para encontrar un espacio para competir y llevar su cuerpo al límite, que es lo que hace un maratonista cuando se deja la piel –y el sudor– en esos 42 kilómetros que recorre.
“Una planifica su calendario deportivo del año completo. No es que a mí se me ocurre correr mañana y corro, la noticia de la pandemia fue realmente un shock”, dice Inés al otro lado del hilo telefónico.
Hasta hace unos días, la corredora había marcado a fuego el lunes 25 de abril en su calendario, fecha en la que se realizaría la maratón de Lima organizada por la Federación Peruana de Atletismo, donde al fin podría hacer la marca, pero acaba de enterarse que fue aplazada hasta el 23 de mayo.
A estas alturas, la fondista se resigna a que las cosas cambien de un momento a otro, como el clima de Huancayo, donde vive y entrena a más de 3 mil metros de altitud. Es más, hasta la realización de los Juegos Olímpicos en julio próximo peligra, pues, al cierre de esta edición, se supo que el gobierno japonés decretó a Tokio en estado de emergencia por la COVID-19.
“Antes te enfocabas en tu competencia, así lloviera con rayos y truenos, tú entrenabas porque sabías cuál era tu objetivo, ahora no sabes qué pasará. Solo estoy rogando que en mayo no se cierren las fronteras. Si se viene la tercera ola, todo quedará en la nada”, dice Inés.
Pero frente a la incertidumbre, la fondista hace lo que debe hacer: correr y seguir entrenando sin saber si habrá mañana. Los primeros días del estado de emergencia cumplió fielmente. Cuando las restricciones se flexibilizaron aprovechó las madrugadas para salir a trotar por las pistas de la ciudad cuidándose de los carros y con la mascarilla bien puesta. El Estadio Huancayo, donde en épocas prepandémicas se podía ver entrenar a los grandes del atletismo nacional como Gladys Tejeda o Cristhian Pacheco, estaba cerrado. En setiembre último, cuando la primera ola parecía aplacarse, comenzó a trotar con dos colegas más. Inés, la atleta que más medallas ha ganado para el Perú, ha seguido entrenando para correr una maratón sin fecha definida.
“Ahora hemos encontrado una competencia en Italia para fines de mayo. Hasta el momento no hay restricciones, pero no se sabe si faltando una semana impondrán sus restricciones. Ahora es complicado entrenar para una fecha fija, estamos a medio aire”.
Hoy es una pandemia mundial la que aleja a la campeona de sus pretensiones de lucirse en una olimpiada, pero hace cuatro años, en vísperas de los Juegos Olímpicos de Río 2016, fue otro el motivo que la alejó de la línea de meta.
Fue un desgarro del músculo isquiotibial por sobrecarga de entrenamiento. Melchor se preparaba en Corea para las olimpiadas y una tarde mientras corría sintió un estirón en la parte trasera de la pierna izquierda al que no hizo caso hasta que fue grave. La lesión le impidió caminar por varios días. Faltaban solo veinte para la competición. Se sometió a las terapias de recuperación más dolorosas. Participó. Pero se tuvo que retirar de la pista en el kilómetro 25. Su cuerpo no la acompañaba.
Además de desear llegar entre las primeras en Río, Inés quería romper su propio récord: las 2 horas, 26 minutos y 48 segundos por las que se coronó como la mejor de Sudamérica en la inolvidable maratón de Berlín 2014, pero no lo logró. “Cuando uno está fuerte, no hace caso al cuerpo y se fuerza, ese fue uno de mis errores, ahora si me duele algo, suelo parar”, comenta con cierta sabiduría.
Hoy, con cuatro años más de experiencia, la atleta es consciente de que no puede controlarlo todo. Que si no consigue la marca clasificatoria para Tokio no será su culpa: “Tengo 80% de esperanza de ir a Japón, pero la vida no es lo que yo quiero, afuera hay una pandemia y las cosas escapan de mis manos”, dice con realismo, sin embargo, agrega que quiere estar preparada ante cualquier escenario: “Desde 2012 no falto a ninguna olimpiada. ¿Me afectará si no voy? Sí, pero la vida continúa”.
Inés planeaba retirarse de las competencias de alto nivel tras correr en Tokio, quería que esas olimpiadas le pusieran el broche de oro a más de veinte años entregados al atletismo profesional. Se proyectaba empezar de cero como abogada, carrera que estudió en la Universidad Peruana de Los Andes. Se veía más dedicada a su gimnasio, un pequeño negocio que emprendió en Huancayo hace unos años, y a la fundación que lleva su nombre y que promueve el deporte entre los niños huancaínos. Nunca más se perdería un cumpleaños de sus seres queridos, y tendría más tiempo para su esposo, el policía Raúl Guzmán. Pero el destino se inclina cuesta arriba.
Conseguir una competencia para clasificar a las olimpiadas está siendo una carrera de largo aliento que la está dejando exhausta. Sin embargo, quién más que Melchor para saber de obstáculos: corrió sus primeras carreras cuando niña con unas incómodas zapatillas de lona; se formó como fondista cuando casi nadie apostaba por el deporte; tiene una hernia discal que a veces le genera adormecimiento en el pie, dolor gene- ralizado y disminución de fuerza; se contagió junto a toda su familia de coronavirus, pero lo superó siendo asintomática.
“A mí me hubiera gustado alejarme de las competencias internacionales este año, pero como está lo de la pandemia, aún no lo sé”. Inés se permite dudar dado lo inestable que es el presente. “Voy a seguir corriendo porque es parte de mí, es algo que he practicado toda mi vida, correr es un hábito, es como un desayuno o un almuerzo, me alimenta”.
Empezó la cuenta regresiva, Inés tiene 36 días desde hoy domingo para hacerse un cupo en una competencia para clasificar. El Perú la acompañará a dar su último aliento. ¿Lo logrará?