La noche del martes último, la señora Bertha Gamboa estaba sentada frente al televisor de su casa cuando escuchó al presidente Francisco Sagasti anunciar que Lima, junto con otras nueve regiones del país, volvía a entrar en cuarentena a partir de la próxima semana.
La señora Bertha, una de las fundadoras de la olla común La Esperanza, en el asentamiento humano Nueva Vista, en Villa María del Triunfo, se quedó muy preocupada. En el almacén del local donde funciona la olla solo quedaban unas cuantas bolsas de menestras y algo de arroz. Con el confinamiento, muchos vecinos iban a perder, otra vez, el trabajo. Los comensales iban a aumentar. Y ellos, cada vez con menos recursos... ¿Cómo iban a hacer?
Mientras pensaba en todo eso, esa misma noche, en las redes sociales de la capital había una agitación peculiar. Mucha gente se preguntaba qué iba a pasar ahora con las familias de menos ingresos. Se pedía información para enviar ayuda a las ollas comunes. Y lo que se sabía, era compartido e, inmediatamente, viralizado.
En ese momento, quedó de manifiesto la importancia de los colectivos y organizaciones ciudadanas que a lo largo de la pandemia han dedicado tiempo y esfuerzo para conseguir recursos –en ocasiones dinero, en otras, víveres– y hacerlos llegar a las familias que menos tienen.
Mientras las lideresas de las ollas comunes como Bertha Gamboa se angustiaban por lo que se venía y el gobierno no explicaba cómo se iba a asegurar de que esta vez sí les llegue la ayuda prometida, una cadena de solidaridad se activaba virtualmente, propulsada por voluntarias como las del colectivo Manos a la Olla y las del colectivo feminista barrial Ruray de San Martín de Porres.
Se prevé que el número de comensales aumentará con la nueva cuarentena. Fotografía: Jorge Cerdán.
El plan original era solo recoger panetones.
Habían pasado pocas horas después de que se anunciara la nueva cuarentena cuando unos empresarios panaderos de Villa María del Triunfo se comunicaron con Gianina Melendez, fundadora de Manos a la Olla, para ofrecerle algunas cajas de panetones que podían ser bien recibidos en las ollas comunes.
El plan era solo recoger panetones, pero cuando llegamos a la panadería, acompañando a Gianina y a Mónica Alburqueque, otra integrante del colectivo, el dueño del local nos recibió con una sorpresa: una decena de sacos de papas y yucas, sacos de arroz, de azúcar, decenas de paquetes de fideos, paquetes de arvejas, de maca, de lentejas, bolsas de detergente y decenas de turrones, entre muchos otros víveres que la familia había decidido donar, conscientes de que comenzaba un tiempo muy duro para los vecinos de las alturas del distrito y había que poner el hombro.
En la olla común La Esperanza, la señora Bertha y el resto de la directiva solo esperaban panetones. Así que se pusieron muy contentos cuando vieron aparecer a Gianina y a Mónica con esos alimentos tan necesarios para sus familias.
–¡Tenemos arroz!– dijo Bertha, cuyo esposo, obrero de construcción, diabético, no pudo trabajar en la cuarentena anterior y tampoco podrá hacerlo en la que empieza el lunes.
En junio, en uno de los momentos más duros de la pandemia económicamente hablando, La Esperanza repartía hasta 180 raciones. Hoy distribuye la mitad, pero muchos vecinos que ya habían dejado la olla les han dicho a los directivos que volverán a partir de mañana.
No tendrán otra forma de alimentar a sus familias.
Gracias a Manos a la Olla, la olla común La Esperanza y otras tres ollas comunes de Villa María del Triunfo y de San Juan de Miraflores reciben regularmente recursos que las ayudan a sobrellevar estas dificultades.
Gianina dice que la mayor parte de las entregas es monetaria: las lideresas manejan el presupuesto y rinden las cuentas escrupulosamente.
Desde que empezaron a apoyarlas, en mayo, han pasado momentos difíciles, como cuando algunas mujeres se contagiaron del virus, o como cuando la crisis política de noviembre las dejó sin donaciones. Pero también episodios hermosos, como el almuerzo de Navidad, cuando repartieron regalos entre niños y adolescentes.
El último viernes, Manos a la Olla lanzó la campaña Cuarentena Digna para las Ollas Comunes, con la que Gianina y las demás esperan recaudar 80 mil soles para cubrir un mes entero de alimentos, combustible y elementos de bioseguridad a las cuatro ollas que patrocinan. Confían en que llegarán a la meta, ya que en los últimos días las ofertas de donaciones no han parado: la cadena de solidaridad está más activa que nunca.
Mónica Alburqueque y Gianina Melendez en la olla común La Esperanza. Jorge Cerdán.
Aunque Ruray nació como un colectivo feminista de San Martín de Porres dedicado a promover actividades a favor de la igualdad de género, cuando la pandemia estalló, sus integrantes decidieron que tenían que hacer algo para ayudar a esos vecinos y vecinas que la estaban pasando muy mal y cuya suerte a nadie parecía importarle.
Ancianos y ancianas que viven solos, familias venezolanas, mujeres emprendedoras, enfermos de Covid, mujeres trans, han sido algunos de los beneficiarios de las colectas que Ruray ha hecho durante estos meses.
Declarada la nueva cuarentena, el colectivo ha iniciado una campaña para ayudar a esas y otras personas a sobrellevar las semanas que vienen.
–Si bien nadie merece vivir de donaciones– dice Dessiré Nalvarte, una de sus miembros, –nosotras podemos ayudar a distribuir los recursos de los que más tienen hacia los que menos tienen. Eso es redistribución.
Por otro lado, con la mira puesta en ollas comunes del Rímac y El Agustino, el proyecto Comida Para Todos se ha propuesto recaudar el dinero suficiente para llevar alimentos y educación alimentaria a más de mil personas diariamente durante un piloto de cinco meses.
Lo harán recolectando dinero, usándolo para comprarle a pequeños productores y encargándole la preparación de los almuerzos a pequeños restaurantes del centro de Lima.
Como dice la exministra de Desarrollo e Inclusión Social Carolina Trivelli, todas estas iniciativas son esfuerzos loables y complementarios para ayudar a los ciudadanos más golpeados por el confinamiento, pero no pueden reemplazar la obligación del Estado de atenderlos rápida y eficientemente.
–Puede haber solidaridad de los ciudadanos, también los aportes del sector privado, pero no debemos confiarnos en que este sistema solidario pueda reemplazar el soporte del Estado, porque no puede, ni en escala ni en cobertura ni en complejidad ni en integralidad– dice.
Trivelli dice que con este nuevo confinamiento no solo veremos la reactivación de las ollas comunes que se habían cerrado levantada la cuarentena, sino la creación de nuevas, ya que la economía de las familias está mucho más debilitada.
–Por eso es importante que el Estado actúe. Bien que haya apoyo ciudadano, mientras más se consolide, mejor, pero en las condiciones actuales eso no es suficiente. No es suficiente.
El proyecto Comida Para Todos es impulsado por PUCA y La Revolución. Jorge Cerdán
¿CÓMO APOYAR?
• Manos a la Olla BCP: 191-25843997-0-45 Scotiabank: 174-0165483 Fanpage: manosalaolla2020 .
• Ruray Interbank: 8983185574328 BCP: 192-39721986-0-16 Yape: 998991301 .
• Comida Para Todos BCP: 194-8962050-0-56 CCI: 002 19400896205005694 Yape: 979770894 (La Revolución)