A las 11 de la mañana, hay unos 200 ancianos en la fila del comedor de las Carmelitas Nazarenas, en la esquina de Emancipación y Chancay, en el centro de Lima. Unos vienen de sus casas, lucen razonablemente limpios, pero otros viven en la calle, reciclando, mendigando, y entonces llevan las manos sucias, las uñas negras y el cabello reclamando a gritos champú y una buena ducha. Poco después, el comedor se abre y los primeros abuelitos toman sus puestos. Sacan sus cucharas y acometen esas sopas humeantes, esos guisos con pollo frito. La charla es relajada y el apetito, feroz. Todos parecen disfrutar el momento. Nadie parece haberse dado cuenta –ni el personal del comedor ni ellos mismos– de que se han sentado a las mesas sin haber realizado un acto tan simple como fundamental para la salud de sus delicados organismos: lavarse las manos.
En el comedor Carmelitas Nazarenas, que hace una extraordinaria labor dando alimento a ancianos pobres, nadie se lava las manos. Ni los que vienen de casa ni los recicladores ni los mendigos. Ni los enfermos que tosen y se suenan la nariz en pañuelos que se guardan en los bolsillos. La administradora del lugar dice que es un problema logístico: hacerlos pasar uno por uno al baño que tienen atrás del comedor alargaría el horario del almuerzo. Y para ellos no hay tiempo que perder.
Pero su salud está en riesgo.
Todos los estudios indican que las personas de más de 60 años son las más vulnerables al coronavirus. La estadística de la mortalidad en China dice que entre los niños contagiados de 0 a 9 años fallece apenas el 0.01 %. En las personas de 40 a 49 años, la cifra se eleva al 0.4%; en las de 50 a 59 años, sube a 1.3%; en las de 60 a 69 años, a 4.6%; y en las de 70 años para arriba, de más del 10%. En general, la mortalidad en los adultos mayores ha sido 10 veces mayor que entre pacientes de mediana edad.
Las probabilidades son más altas cuando los ancianos padecen determinadas enfermedades: enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades respiratorias crónicas, hipertensión y cáncer.
Observar estos datos y ver la situación de los adultos mayores en Perú genera escalofríos.
En el país viven alrededor de tres millones y medio de adultos mayores, de acuerdo al Censo 2017. Siete de cada diez tienen problemas de salud crónicos (hipertensión y enfermedades respiratorias son las más comunes). El 72% de los que tuvieron algún problema de salud ese año no fueron a ver al médico (porque no lo consideraron necesario o porque se autorecetaron). Y, según la Defensoría del Pueblo, la mitad de ellos no recibe ninguna pensión y la quinta parte no tiene seguro de salud.
Para los más pobres, para los que no tienen familia o si la tienen no se preocupa por ellos, una buena alternativa para alimentarse son los comedores de congregaciones religiosas, como el Nazarenas, el Fray Martín de Porres o el Santa Teresita, por mencionar tres situados en el Cercado de Lima.
Pero esos espacios son también potenciales focos de contagio de enfermedades como el coronavirus. Y ya sabemos que si contraen el virus, sus chances de sobrevivir no son las mejores.
Los comedores no son los únicos espacios de riesgo. En el Perú existen, según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (Mimp), unos 271 centros de atención residencial para adultos mayores, de los cuales apenas 92 han sido acreditados por la Dirección de Familia y Comunidad de esa cartera.
Solo en los 92 centros acreditados hay casi 3 mil ancianos y ancianas que comen, duermen y desarrollan allí todas sus actividades. ¿Que pasaría si el Covid19 logra colarse en el interior de uno de ellos?
Le preguntamos a Cynthia Vila, directora de Familia y Comunidad del Mimp, qué está haciendo su oficina para proteger a esa población vulnerable.
–Lo primero que hemos hecho es capacitarlos en tareas de higiene y de manipulación de alimentos– explica. –Estamos capacitando a algunos centros en persona y a los demás les estamos transmitiendo las pautas de prevención que ha dictado el Ministerio de Salud.
Lo siguiente que han dispuesto es que todas las salidas de los residentes queden restringidas, a menos que sea para citas médicas o cuestiones urgentes.
También han ordenado que todos los centros habiliten espacios de aislamiento en caso de que surja un caso sospechoso.
–Si hay un sospechoso, debe ser separado del ambiente general y ser mantenido en un cuarto ventilado. Luego, hay que seguir el protocolo del Minsa: hacer las llamadas [al 113], que se le haga el examen y ver si es positivo– indica Vila.
El jueves último, visitamos el Hogar Canevaro, uno de los 92 centros para adultos mayores acreditados por el Mimp, y comprobamos que en esta residencia las medidas de prevención ya se han puesto en marcha.
Pamela Abdala, gerente de Protección Social de la Beneficencia de Lima; y Doris Huamán, la directora del centro, nos contaron que a partir de esta semana todos los visitantes deberán lavarse las manos y pasar una breve revisión médica antes de ingresar al hogar.
Los 351 residentes de Canevaro y los 137 del Hogar San Vicente de Paúl deberán lavarse las manos obligatoriamente antes y después de cada comida.
Asimismo, han suspendido todas las visitas sociales (de congregaciones religiosas y voluntarios) y todas las actividades que se realizan fuera del hogar, como paseos y caminatas. Se espera que esta suerte de cuarentena laxa pueda protegerlos del virus, que sigue circulando, invisible, por la ciudad.
Le preguntamos a dos residentes, María del Carmen Muñóz y Gonzalo Mejía, qué les parecía la idea de este encierro forzoso en el hogar. Ambos se lo tomaron con buen humor.
–Está bien. Es lo que corresponde en estos casos– dijo él.
–Estamos en casa– dijo ella.
Cynthia Vila nos contó que el Ministerio de Salud está preparando un protocolo de prevención y control dirigido específicamente a los adultos mayores. Nos contactamos con esa cartera para obtener más información, pero al cierre de esta edición no obtuvimos respuesta.
Por lo pronto, el Minsa ha informado que el año pasado vacunó contra el neumococo a 680 mil adultos mayores del país y que este año se propone vacunar a casi 2 millones.
La vacuna contra el neumococo no protege del coronavirus, pero sirve para aminorar los daños ante un posible contagio. Manuel Loayza, director del Centro de Epidemiología del Minsa, dijo en su momento que si un adulto mayor que contrae coronavirus está sano, tiene una alimentación adecuada y se vacuna contra el neumococo, “solo va a presentar un resfrío fuerte que lo puede llevar a la cama, pero se recuperará”.