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Domingo

Amy Gutierrez: con G de gigante

La hemos visto crecer en realities, perdiendo y ganando. Brincó de las baladas a la salsa. Una salsa pop con coqueteos al R&B. La fusión de la fusión. Amy Gutierrez, la última artista que ha sentido el roce de la fama, cumplió la ilusión de papá y mamá: la casa propia. La acompañamos a su barrio de siempre: Gambetta Baja, en el Callao, el mismo día que le decía adiós.

Urge a gritos una disquisición sociológica sobre la moda actual de pronunciar en inglés el fonema oclusivo velar sonoro. Para más señas, la séptima letra del alfabeto español: la G (gee). Es innegable el disfrute juvenil en juntar los dientes y decir gee (yi por si lo entiendes mejor en grafía oriental) en lugar de un ge, quizás más seco.

El año pasado, sin asumir el encargo, pero conocedora de las reggaetoneras-trapperas-hiphoperas Karol G y Becky G, Gisela Valcárcel —nuestra Susana Giménez— cogió un día su varita y bautizó por asociación simple a Amy Gutierrez Farro como Amy G.

Desde entonces, aunque ella prefiere que la llamen simplemente Amy, sus fans chocan los dientes y hacen una trompita con la boca para liberar un poco de aire en correcto inglés norteamericano.

Hace no mucho una discoteca de provincia la anunció en un afiche como la Becky G de la salsa. Ahora mismo, una gavilla de ‘palomillas’ se está codeando frente a ella, con una pregunta al unísono: ¿es Amy G? Habla bien, causa.

Lo es, causa. Lo es. Y ha venido a Gambetta Baja, al barrio donde ha vivido todos los días de sus 21 años, para despedirse por última vez.

Remarquemos lo de la última vez. Porque a inicios de semana tuvo una despedida oficial en vivo y en directo, en televisión nacional. Se despidió de las vecinas de la cuadra, de sus 'caseras' del Mercado Rojo que le fiaban un kilito de huevos, y de todo aquel que se le acercara.

No solo eso. Le amoblaron la casa. La casa que se compró a finales de diciembre, poco antes de Navidad, con el premio de El artista del año 2 y El dúo perfecto 2. Ambos realities, producidos por Gisela, que se llevó con una diferencia de apenas dos meses. Se coronó en octubre y luego en diciembre. Lo suficiente para una parte de la inicial.

La pica pica no la nubló, aunque nubló a tantos. Y cumplió su sueño y, con ello, el de sus padres: la casa propia. Amy se cuida de hablar de comodidad. No desear herir las susceptibilidades del barrio. Pero siempre lo tuvo claro: si nos vamos, nos vamos todos (además de sus ‘viejos’, su hermano Francisco y sus dos perros, Meche y Mocho).

Tampoco es que se esté alejando tanto. Su dúplex en un piso diez está ubicado en el vecino distrito de Magdalena. Por eso dice que es más un hasta luego.

En esta casa de ladrillos sin tarrejear, construida por sus abuelos maternos (un chiclayano y una chilena), donde crecieron su madre y sus tíos, y luego sus primos y ella, Amy Gutierrez supo con prontitud, como otros lo advierten con un balón, que se ganaría la vida con su garganta.

Exactamente, desde cuando entonó el salmo en su Primera Comunión. Luego llegaron las colas y los concursos —en ese orden—. Comenzó con música criolla (idolatraba a Eva Ayllón), que es lo que más se escuchaba en casa a pesar de ser un barrio salsero. Y continuó con baladas romanticonas y R&B (mezcolanza afroamericana de blues, jazz y gospel).

Envuelta en esa onda de Whitney Houston, Cristina Aguilera y Mariah Carey, Amy Gutierrez —todavía de apellido completo— se hizo con La Voz Kids a los 14 años. Era una niña vivaz con raya al medio (a veces cerquillo) y bracketts. Todo está disponible para cualquier curioso en YouTube. Un signo de estos tiempos: nuestro pasado a disposición de todos.

Llegaron los premios sí, pero también las responsabilidades. En una ocasión, Amy ganó un televisor pantalla plana en un concurso, pero se lo regaló a sus padres —una profesora de educación primaria y un portero de colegio— para que cancelaran unas deudas. Tomen, véndanlo, dijo sin chistar.

“Me hubiera gustado tener los juguetes que los demás tenían”, contó por esos años, en Fábrica de sueños, un programa que remodeló la casa de Gambetta, donde compartía camarote con su hermano.

En el 2017, después de renunciar a su idea de morirse cantando baladas, y después de no ser elegida en un concurso que buscaba a la nueva corista de Yahaira Plasencia —una bailarina que canta. Pero sobre todo se quiebra mucho—, Amy Gutierrez fue captada por Son Tentación, la orquesta femenina de salsa fundada por Paula Arias.

Amy era chalaca, pero no cumplía con el estereotipo. Adolecía del saoco para el canto salsoso, y el baile atrevido y acompasado.

Pero tenía voz. Una voz aguda, potente y acaramelada. Una voz repleta de adornitos, llámese melismas, apoyaturas o inflexiones.

“No quiero decir que estoy haciendo salsa R&B, pero es más pop. La música es libre y no tiene límites”, me dice, con tres años de trayectoria salsera encima (de Son Tentación pasó a You Salsa), tres meses con orquesta propia, y un single como solista que va por el millón y medio de reproducciones llamado No sé.

Es talentosa y no escandalosa repiten sus seguidores. No muestra más de la cuenta insisten. Ella sí canta aseguran. Una afirmación que no podrían hacer los fans de Anuel y Nicky Jan, y tantos otros embaucadores del autotune.

Los salseros clásicos, de la 'mata', pueden argüir muchas cosas, pero no pueden decir que no canta.

¿Ya desayunaste? ¿Ya comiste?, le pregunta su jefe de prensa, preocupado. Hace unos días, Amy fue a parar al hospital a causa de una gastritis severa. Una batalla con la que lidian los artistas. Y más ella que va de aquí para allá, de una ciudad a otra, de un programa a otro. Daniela Darcourt no aguantó —nadie puede aguantar—. El ritmo la mandó a la lona, y debió frenar por varios meses del 2019.

“Es lamentable que a ella le haya tenido que pasar (casi pierde la voz) para que todas reaccionemos. Pero gracias a Dios sigue cantando hermoso”.

Los caníbales de la industria nunca faltan. Amy dice que, en ese sentido, ha elegido bien. Que cuando necesita un día libre porque ya no da más, se lo dan.

Se impacienta cuando habla del 2020. Sus ojos, que ya son grandes, se agigantan más. Se toca el cabello. Juega con sus tirantes. Tiene cinco temas (tres de ellos colaboraciones o featurings) guardados que lanzará por puchitos, como mandan las reglas no escritas de las redes sociales. Debutará como actriz en la telenovela Princesas de América Televisión. Grabará con un músico peruano en el extranjero. Y probablemente con el productor de las estrellas Sergio George.

La salsa es su género ahora. La salsa de esta era. La fusión de la fusión, aunque le salgan hernias a los fundamentalistas. No por nada acaba de versionar Tusa, el hit de Karol G, su primera hermana como acostumbra bromear.

Solo tiene 21 años, y un metro cincuenta y un centímetros de grandeza. Amy Gutierrez Farro, la chalaca de Gambetta que se marcha, pero nunca se irá. Amy G. Gee.