Ha sido uno de los rostros más vistos en las pantallas de cine en 2019. Y, sin embargo, Adam Driver no puede verse a sí mismo. Es una fobia. Le empezó la primera vez que se vio actuando en Girls, la aclamada serie de HBO, en 2011. En 2013 se vio en Inside Llewyn Davis cantando una canción folk y se odió profundamente. Cuando, en 2015, tuvo que sentarse en el estreno de El despertar de la fuerza, el reinicio de la saga Star Wars, sintió náuseas. Spike Lee asegura que lo hizo ver BlacKkKlansman en Cannes, pero el actor confesó, luego, que se escondió la mayor parte del filme en una sala aparte y solo volvió para el final.
Manías aparte, Driver (36) es uno de los pocos actores de su generación que puede preciarse de haber sido dirigido por algunas de las más grandes leyendas del cine. Desde Clint Eastwood hasta Jim Jarmusch, pasando por Spike Lee, Steven Soderbergh, Ridley Scott, Terry Gillian y Martin Scorsese.
¿Qué ven esos directores en este melenudo larguirucho de rostro tan peculiar, un exmarine que debido a un accidente en bicicleta se perdió la guerra en Irak y que, poco después, ingresó a Julliard, la famosa escuela de actores de Nueva York?
Ven muchas cosas.
Scorsese, quien lo dirigió en Silencio (2016), le dijo a la revista New Yorker que le impresionó su seriedad, su dedicación y su comprensión de lo que estaban tratando de hacer. Soderbergh, con quien trabajó en Logan Lucky (2017), dijo que “parecía ser de otro universo”, mientras que Lee dijo que la respuesta era simple: “el juego, respeta el juego”.
Cuando se estrenó El despertar de la fuerza, en 2015, las críticas fueron mayormente amables con ese reinicio de la mayor saga galáctica de la historia. Pero a algunos espectadores Kylo Ren, el villano interpretado por Driver, les sentó fatal. ¿Qué clase de mala imitación de Darth Vader era esta? ¿A quién podía atemorizar este jovenzuelo ansioso y temperamental?
Con el correr de las películas se reveló la verdadera historia del hijo de Han Solo y Leia y en la última, El ascenso de Skywalker (2019), vimos su redención. Y hasta los críticos que le tiraron palos al cierre de la trilogía, por sus inconsistencias y sus resoluciones tiradas de los pelos, han reconocido la valiosa intensidad que el nacido en San Diego, California, aportó al personaje.
La misma intensidad, el mismo profundo dolor que Driver transmite en Historia de un matrimonio, la aplaudida cinta de Netflix y la mayor carta de la empresa en los Oscar 2020.
Historia de una ruptura
En Historia... Driver interpreta a Charlie Barber, un respetado director de teatro independiente de Nueva York. La película muestra el complejo y penoso proceso de separación entre él y su pareja y principal actriz, Nicole, encarnada magníficamente por Scarlett Johansson.
Driver y Johansson están nominados a mejor actor y mejor actriz, respectivamente. El exmarine no la tiene fácil: entre sus competidores están Joaquín Phoenix (la apuesta más fuerte) y Leonardo DiCaprio. Y aunque la lógica indica que la estatuilla irá a parar a las manos del protagonista de Joker (2019), solo hay que ver una escena de Historia de un matrimonio –una apacible conversación que se transforma en una amarga pelea de casi seis minutos y que fue actuada sin improvisaciones, cumpliendo palabra por palabra lo escrito en el guión– para que a cualquiera le entren las dudas.
Se ignora, a estas alturas, si el actor ha visto Historia de un matrimonio (en octubre, el director le dijo a New Yorker que todavía estaba “en una discusión” con Driver sobre ver el filme). Pero lo que es seguro es que su fobia a verse (o siquiera oírse) actuando no se ha ido. Hace unas semanas, en una entrevista radial, la conductora lo sorprendió poniendo el audio de la escena en la que canta la canción “Being alive”. Él se quitó los audífonos. Se puso de pie. Y se largó del edificio. (O. M.)