Un día de hace cinco años, Antonio Orjeda llevaba a su hija Miranda al colegio y en el camino se le ocurrió contarle una historia de las muchas que había recogido para su serie de entrevistas Mujeres Batalla. Era la historia de Vilma Parra, una mujer que de niña no tenía para comprarse zapatos y ya de grande, con esfuerzo y visión comercial, se convirtió en la dueña de una cadena de zapaterías.
“Se me hizo sencillo contarle esa historia. La de alguien que de niña no tuvo zapatos y ahora los fabrica y los vende. Miranda me escuchó, capté su atención. Y ahí estaba el germen de este libro”, recuerda Antonio. Ya había publicado Mujeres Batalla, su primer libro de historias de mujeres emprendedoras, y se preguntó: ¿Y si hacemos Mujeres Batalla para niñas?
Hacer realidad ese libro que había empezado a planear no iba a ser sencillo. Por entonces no le había ido bien con la revista que publicaba y que también se llamaba Mujeres Batalla. “Estaba fregado económicamente. No iba a poder hacerlo”, hace memoria, sentado en un sofá de la sala de su casa. Se vio obligado a esperar mejores tiempos.
Un año después apareció el libro Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes y cuando lo vio se dijo: “Esto es lo que quería hacer”. Todo el 2017 se lo pasó en talleres y seminarios de literatura infantil y juvenil, y leyendo clásicos del género para alumbrar ese libro que rondaba en su cabeza. Se dio cuenta de que no debía ser solo para niñas sino también para niños.
Pensó: “Voy a contar historias para empoderar a las niñas, pero también para que los niños vean que hay mujeres tan geniales como sus superhéroes”. Con lo aprendido, también se dio cuenta de que el libro debía ser físicamente hermoso: tapa dura, buen papel, ilustraciones bacanes. ¿Cómo hacer para financiarlo? Lo consiguió con empresas que pusieron un monto, y apelando al crowdfunding, un financiamiento colectivo a través de pequeñas donaciones.
El nombre del libro, Mancha Brava, viene de ahí: además del grupo de diez mujeres -valientes, exitosas, luchadoras- que están perfiladas en el libro, mucha gente se unió a Antonio y colaboró para hacerlo realidad. Él decidió, además, que por cada libro comprado, uno será donado a los colegios Fe y Alegría. La idea fue de su amiga Wendy Ramos. “Un niño que no podría comprar el libro, podrá tenerlo gratis”, dice Antonio. Y así el círculo ha quedado cerrado.
Mujeres inspiradoras
“Siendo su costumbre ofrecer siempre lo mejor, fue a una fábrica para comprar los mejores zapatos. Le dijeron que no hacían negocios con ambulantes. En las calles de Jesús María, debido a su éxito, otros también comenzaron a vender calzado, aunque de mala calidad. Vilma indagó, preguntó a las señoras qué tenían de malo esos zapatos. Los tacos, ¡ese era el problema! Buscó entonces al mejor fabricante de tacos, le propuso trabajar en equipo y así, la ambulante que de niña iba descalza, empezó a producir calzado”. Así cuenta Antonio Orjeda parte de la biografía de Vilma Parra, la historia que fue la semilla de Mancha Brava.
En su libro tampoco podían faltar, por una cuestión de justicia, Susana Baca, nuestra cantante más conocida en el mundo y que sin embargo no suena aquí en las radios; ni Albina Ruiz, una ingeniera industrial nacida en la selva que vivió en la pobreza de un cerro y que vio en el reciclaje de la basura una oportunidad para ayudar a miles de recicladores.
“Los domingos de verano, ni bien oía el ¡trin! de la guitarra, Susanita dejaba de hacer lo que sea -incluso dejaba de jugar- y salía disparada para ver y escuchar a su papá y a sus tíos tocar los instrumentos. Risas, canto, baile. ¡Eran los mejores momentos! Arrimaban los muebles de la sala para que haya más espacio, lo recuerda clarito. Verlos, unírseles, era lo que más le gustaba”, empieza la historia de Susana Baca, cantante, artista, investigadora de la música afroperuana.
Sobre Albina Ruiz, fundadora de la ONG Ciudad Saludable, Antonio narra: “Una mañana, hace más de treinta años , vio a gente que buscaba y separaba plástico y papel en un montículo de basura. Por aquel entonces, aquí casi nadie sabía qué era reciclar. Les preguntó porqué lo hacían y se enteró de que una parte de la basura se podía vender; y que el plástico y el papel ¡se podían reutilizar! Por su cabeza comenzaron a correr mil ideas, como el agua del riachuelo donde lavaba ropa con su mamá”.
“Aparte de ellas, las otras historias debían enamorar a niñas y niños”, dice Antonio. Y allí está la historia formidable de Ruth Quispe, una chica tímida que estudio biología y cuyo proyecto -junto a un grupo de amigos- fue escogido para ser parte de una misión espacial: quieren enviar cianobacterias al espacio en un laboratorio portatil del tamaño de una lata de leche. Ella se ha especializado en astrobiología y ha tenido contactos con científicos de la Nasa, en EEUU, y de otras partes del mundo.
“Hay una parte que me encanta de la historia de Ruth. Su papá vende comida en un mercado y su mamá vende ropa en otro mercado. Y yo le pregunté: ¿Qué tienes en común con tus padres? Y ella me responde: los tres somos soñadores. Pucha, hermano, fue una respuesta hermosa”, dice Antonio. Después cuenta que una pequeña lectora, hija de una amiga, ya sabe -después de leer el libro- lo que quiere ser de grande: astrobióloga.
Todas las historias son reales, es decir todos los datos son verdaderos, pero están contadas con aliento narrativo, como si fueran cuento. “A los nueve años coloreaba a los cracks del Mundial Francia 98 y, cada vez que podía, convencía al chofer de su papá para pichanguear con los soldados del cuartel. Ya en Lima, fue a un colegio solo para chicas. “¡Esto no es de mujeres!”, gritaron las monjas la vez que la vieron comandar a un grupo de niñas que correteaba feliz detrás de una pelota”, perfila el autor a Alexandra Herrera, “Aletas”, la chica que con una amiga fundó las Ligas Femeninas de Futbol 7, la liga más grande de fútbol femenino del país.
En esas diez historias que componen Mancha Brava también están la jueza Sonia Medina, que se enfrentó a Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos en los años 90; la actriz Patricia Barreto; las ejecutivas, Vanessa Vargas y Susana Eléspuru; la alcaldesa escolar Yubitza Sánchez, una alumna de armas tomar. Es la oportunidad de conocerlas. “Son historias valiosas que niñas y niños debían conocer”, dice Antonio.
Este proyecto también lo ha enriquecido como persona. “Mi hija va a cumplir once años y seguro va a empezar a ser agredida en la calle solo por ser mujer. Con ella he sido más consciente de lo difícil que es ser mujer en este país y fue una razón más para darle de alma a esto”, reflexiona. Y agrega: “En un país machista, racista, clasista, hay también mucha gente valiosa. No olvidemos que tenemos un montón de razones para tener esperanza y dar pelea”.
“¿Cómo definirías Mancha Brava?”, pregunto. Se queda pensando un rato y dice: “No son solamente las diez protagonistas del libro sino que Mancha Brava somos todos. Es más que un libro, es una comunidad”. En tiempos de empoderamiento femenino, es un libro disfrutable y necesario.