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Domingo

Raúl Velarde, un viejo rival del cáncer

Con 77 años de edad, el doctor Raúl Velarde, director médico de la Liga Contra el Cáncer, emplea la mayor parte de sus horas a la interminable batalla contra este mal.

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El doctor Raúl Velarde está vinculado a la Liga Contra el Cáncer desde hace 49 años.

Escribe: Dariel Pradas

Era la Noche Buena de 1984. El niño Marco Velarde, de 10 años, escribía una carta: “Querido papá Noel: estas navidades no quiero ningún regalo, solo quiero que mi papá me vea montar bicicleta en el parque”. Cuando terminó, puso la misiva dentro del calcetín, se ajustó el pijama y, mientras soñaba con renos, su padre, el que debía acompañarlo a jugar, todavía atendía pacientes en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), a pesar de haber estado en el quirófano durante toda la mañana y haber empezado las consultas desde las dos de la tarde.

Para un oncólogo, una jornada como otra cualquiera.

“Somos una especie de profesionales raros”, explica el doctor Raúl Velarde, oncólogo experto en cáncer de mama, director médico de La Liga Contra el Cáncer en Perú y progenitor del remitente de la epístola.

Velarde tiene 77 años, pero su vitalidad le resta una década a su apariencia. Y como cirujano, todavía mantiene la agilidad de un recién llegado a la escuela de medicina. Dice haber operado alrededor de diez mil pacientes en su carrera.

“Me siento bien cuando hago diagnósticos, porque me siento fuerte, joven, y porque mi autoestima se alimenta de todos los pacientes que atiendo. Mientras más trabajo, mejor me siento”, afirma.

Su esposa ayuda como voluntaria en el INEN y su hijo, un Marco ya adulto, conforma el staff de médicos del mismo centro. Una familia llena de batas en los percheros.

Esa tradición comenzó con él, dirían algunos, porque nació en Tiabaya (a diez kilómetros de la ciudad de Arequipa) y sin ningún vínculo con la medicina. No obstante, su amor por la profesión provino de un sueño frustrado: su padre siempre quiso ser médico, hasta que la muerte prematura del abuelo Velarde lo condujo a abandonar los estudios y dedicarse al trabajo desde los quince años. La añoranza quedó tan incrustada en la mente de aquel hombre que, en vez de regalarle carros y soldaditos a su hijo, en los cumpleaños le daba un estetoscopio.

Quizá la historia del doctor fue el resultado de una inducción. Quizás no. Lo cierto es que él se volvió un adolescente aventajado en fútbol y atletismo, también en arte (director del teatrín de su colegio, cantante de zarzuelas), y cuando llegó el momento de decidirse por una profesión, optó por la medicina.

Hizo la universidad en Brasil, gracias a una beca. Fueron nueve años si se suman los dos de la residencia en cirugía general. Entonces, un soplo de nostalgia por su familia lo hizo regresar a la patria, dejando atrás las playas de Porto Alegre y una novia que pudo haber sido su esposa.

Pensó que podría establecerse en Arequipa, pero la ciudad le pareció pequeña y se mudó a Lima, donde hizo una residencia en oncología. Al terminar, se quedó trabajando en el INEN hasta que, tres años después, en 1987, fue trasladado al departamento de cirugía de mamas. Ahí estuvo 35 años. Se retiró en 2012, a los 70 años, como obliga la ley. Cuando recogía sus pertenencias, su hijo Marco recién ingresaba al mismo hospital para realizar la misma tarea que él, en el mismo consultorio: módulo 1, número 17.

49 años con la liga

A la par, Velarde mantuvo una responsabilidad con la Liga Contra el Cáncer que aún está vigente. Lleva vinculado a esta institución desde 1970. Inicialmente, él no era tan importante para la organización. Su clínica estaba centrada en el combate al cáncer de cuello uterino. Pero a partir de la década del 90 se empezaron a registrar más casos de cáncer de mama. Entonces, el doctor se fue convirtiendo en una pieza clave para la liga.

De hecho, al ocupar la dirección médica en 2007 dispuso que todas las pacientes mayores de 40 años que se atendieran en la clínica pasaran por una mamografía.

En tres años, Velarde será un octogenario. Apenas siente algún vestigio de su edad cuando juega fútbol con su nieto. El niño patea el balón hacia la cabeza del abuelo y este reacciona tarde. Le pasa bastante últimamente. Ya es viejo pero sus manos siguen funcionando a la perfección.

Su tranquilidad reposa en Marco, que le sigue los pasos. Es irónico. Ahora su hijo es otro de esos “profesionales raros”. Mientras tanto, regala a su nieto estetoscopios en los cumpleaños.