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Domingo

La ayahuasca va a terapia

El ritual ancestral es trasplantado de la cabaña del chamán a los consultorios psicológicos. Hay terapeutas que la usan para tratar depresiones, traumas, adicciones y otros trastornos.

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La ayahuasca va a terapia

"Encuentras la respuesta en tu propia mente… ¡Te entra una paz! –suspira Ana al otro lado del hilo telefónico desde Chincha–. Terminas hecha un papelito, muy liviana, como si hubieses ido al spa. Me sentí tan liberada de toda culpa. Ahí recién tuvo sentido lo que me decía el padre en la parroquia".

La profesora de secundaria cuenta los resultados de su primera experiencia terapéutica con la ayahuasca. Católica e incrédula de cualquier ritual chamánico, Ana (ese no es su verdadero nombre), de 42 años, decidió probar del brebaje milenario de la mano de un psicoterapeuta porque pasaba por una severa depresión.

Meses antes había tenido un aborto espontáneo. Perdió a dos bebés y se sentía culpable, porque su embarazo era de riesgo y debía guardar cama, como le dijo el médico, pero no lo hizo. Entonces sucedió y se terminó aislando.

Al cabo de un tiempo buscó opciones para su pesar. Se matriculó en talleres de desarrollo personal, asistió a sesiones de constelaciones familiares, hizo el ejercicio de la silla vacía en el que se encara imaginariamente a los padres por las heridas de la infancia, se sentó un par de veces en el consultorio de un psicoterapeuta: "Me hizo preguntas, lloré mucho, pero no vi que mejorara algo en mí", agrega.

Inmersa ya en el viaje hacia su sanación, Ana decidió asistir a una sesión colectiva de ayahuasca guiada por psicólogos como el “maestro” Alfonso Granda, así lo llama, un psicoterapeuta con métodos poco ortodoxos.

La ayahuasca va a terapia

"Encuentras la respuesta en tu propia mente… ¡Te entra una paz! –suspira Ana al otro lado del hilo telefónico desde Chincha–. Terminas hecha un papelito, muy liviana, como si hubieses ido al spa. Me sentí tan liberada de toda culpa. Ahí recién tuvo sentido lo que me decía el padre en la parroquia".

La profesora de secundaria cuenta los resultados de su primera experiencia terapéutica con la ayahuasca. Católica e incrédula de cualquier ritual chamánico, Ana (ese no es su verdadero nombre), de 42 años, decidió probar del brebaje milenario de la mano de un psicoterapeuta porque pasaba por una severa depresión.

Meses antes había tenido un aborto espontáneo. Perdió a dos bebés y se sentía culpable, porque su embarazo era de riesgo y debía guardar cama, como le dijo el médico, pero no lo hizo. Entonces sucedió y se terminó aislando.

Al cabo de un tiempo buscó opciones para su pesar. Se matriculó en talleres de desarrollo personal, asistió a sesiones de constelaciones familiares, hizo el ejercicio de la silla vacía en el que se encara imaginariamente a los padres por las heridas de la infancia, se sentó un par de veces en el consultorio de un psicoterapeuta: "Me hizo preguntas, lloré mucho, pero no vi que mejorara algo en mí", agrega.

Inmersa ya en el viaje hacia su sanación, Ana decidió asistir a una sesión colectiva de ayahuasca guiada por psicólogos como el “maestro” Alfonso Granda, así lo llama, un psicoterapeuta con métodos poco ortodoxos.

La ayahuasca va a terapia

Granda es un psicólogo clínico con formación en psicoanálisis, aquella corriente que explora los deseos reprimidos del inconsciente; es catedrático de las universidades Federico Villarreal y San Marcos; y también es un profesional de la salud mental que en un momento torció–por así decirlo– el camino de su formación tradicional para incorporar la ayahuasca, que en quechua significa "la soga de los muertos", a sus terapias.

Es uno de los pocos psicoterapeutas en el país que lo han hecho, pues la mayoría mira aún con recelo este ritual chamánico, propio de lugares remotos de la selva. Según Granda, este escepticismo se origina por la formación que tienen los estudiantes de psicología:

"Todas las terapias que aprenden en la universidad o son europeas o norteamericanas, ¿qué sucede con Latinoamérica? ¿cómo curaban sus males nuestros antepasados? ¡Con plantas! y la terapia con ayahuasca es parte de esa tradición, eso no se enseña", enfatiza.

El terapeuta asegura que este brebaje milenario propicia una gran liberación de emociones almacenadas en el alma y el inconsciente: rabia, odio, culpa, miedo, tristeza, que a la larga podrían provocar enfermedades físicas.

Granda llegó al ayahuasca hace siete años, cuando comenzó a curiosear en las propiedades medicinales de las plantas enteógenas, llamadas también psicotrópicas –el san pedro y la coca también pertenecen a esta categoría– utilizadas por nuestros ancestros para sanar las enfermedades del cuerpo y el espíritu.

Su guía fue Antonio Muñoz, un respetado y muy buscado onaya (un médico en la cosmovisión shipibo konibo) que después de un largo y riguroso periodo de preparación lo autorizó para conducir una 'mesa de ayahuasca'.

"Tomar ayahuasca me sensibilizó de una forma extraordinaria, ya no soy el psicólogo que solo pregunta y anota, me he vuelto más empático con mis pacientes", defiende su método Granda.

Los resultados positivos en usuarios como Ana, quien enfatiza que su experiencia con 'la planta madre' le hizo "encontrar la respuesta", y los múltiples estudios realizados por antropólogos, psiquiatras y psicólogos señalan a la terapia con ayahuasca como una promesa para tratar trastornos de tipo psicológico como estados de ansiedad, traumas de la infancia, depresión, baja autoestima, y hasta adicciones.

Hay que decir que en Tarapoto, el centro de rehabilitación Takiwasi, fundado por el francés Jacques Mabit, viene tratando con ayahuasca a sus pacientes drogodependientes, obteniendo buenos resultados desde 1992.

– Pero, ¿la depresión no se trata con fármacos?, le preguntamos a Granda.

– Sí, los antidepresivos regulan la química cerebral, pero si el paciente vive en un sistema familiar donde están los detonantes que agudizan su depresión entonces no va a ver avances, la ayahuasca va a la raíz del problema, responde el terapeuta.

La ayahuasca va a terapia

Memoria ancestral

"Sabe como a chicha de jora amarga. A las horas de haberla tomado, sentí un dolor horrible en la frente, parecía que se abría. Veía luces fosforescentes y figuras geométricas. Frente a mí se pararon mis dos abuelas, y al costado aparecían figuras borrosas que se multiplicaban, eran mis ancestros, escuché una voz: ellas sufrieron mucho y tú sigues sufriendo por ellas. Después de la sesión, entendí que todo ese dolor no era asunto mío, lloraba por ellas".

Irma, de 24 años, era una estudiante de psicología cuando probó el yagé por primera vez. Súbitamente, tras la separación de sus padres, había empezado a tener episodios de ira y llanto incontrolables. No le encontraba razón a la intensidad de sus emociones. Hoy asegura que esa primera experiencia desentrañó verdades que sus múltiples sesiones de psicoterapia no habían revelado.

La eficacia de la ayahuasca (que, por cierto, es Patrimonio Cultural de la Nación desde 2011) radica en su poder para sanar en una o pocas sesiones los padecimientos psíquicos que tratados con psicoterapias convencionales tomarían mucho más tiempo.

"El ayahuasca va más allá, no trata solo experiencias del aquí y ahora sino va hacia las almacenadas de varias generaciones", señala el onaya Antonio Milla, quien oficia rituales desde hace tres años.

Esas alucionaciones que Irma describe, explica Milla, son producto de la interacción de los componentes de dos plantas, que mezcladas componen el brebaje medicinal: la enredadera de ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y un arbusto llamado chacruna (Psychotria viridis), que contiene el alucinógeno dimetiltriptamina (DMT), este actúa sobre el neocórtex, la región del cerebro donde se acumula la memoria emocional y que es responsable, además, de la toma de decisiones y la resolución de problemas.

¿Provendrá de esos estímulos cerebrales esa paz y seguridad con la que los ayahuasqueros salen a la vida después de la terapia?

Los psicoanalistas que la utilizan recalcan que esta técnica tampoco es la panacea. No pueden tomar ayahuasca las personas que tienen problemas cardíacos, neurológicos o las que sufren trastornos psicóticos. Eso sí, quienes se atrevan a experimentar con ella deben saber que será un viaje extremo al interior de la mente, una guerra de gladiadores porque se van a develar verdades muy pesadas.