Hay personajes que, de tan patéticos, se terminan pareciendo a las imitaciones que de ellos hacen en la televisión y hasta podrían terminar agradeciendo a sus imitadores por otorgarles una pizca de la dignidad que ellos van desperdiciando en el camino. Uno de esos casos es -qué duda cabe- el de don Edwin Donayre, el indescriptible generalote devenido en congresista, que un día sí, y otro también, lanza alguna patochada como para hacernos pensar que le falta algún tornillo o, posibilidad más siniestra, que quiere distraer la atención para que la ciudadanía desvíe la mirada de temas espinosos o incómodos para él o para el fujimorismo, la bancada a la que se regala últimamente, a pesar de haber sido elegido por Alianza por el Progreso. Donayre saltó a la popularidad hace una década, cuando salió a la luz un video en el que, poco antes de asumir el cargo de Comandante General de las Fuerzas Armadas, daba rienda suelta a toda su xenofobia y misoginia, lo que se resumía en un espantoso discurso que rezaba más o menos así: “He dado la consigna acá. Chileno que entra ya no sale. O sale en cajón. Y si no hay los suficientes cajones, saldrán en bolsas plásticas. Y, por si acaso, ustedes también, las mujeres, van a ser mujeres bomba. O sea, ustedes los enamoran y después se mueren”. Pese al repudio que despertó el discurso -el entonces presidente Alan García tuvo que disculparse con el pueblo chileno y Donayre pasó derechito al retiro-, no faltaron los desadaptados de siempre que lo festejaron y se hizo tan popular que, poco después, a algún canal de televisión se le ocurrió convocarlo a su set durante el desfile militar de Fiestas Patrias, y vaya que sus folclóricos comentarios se convirtieron, junto con los perritos amaestrados, en parte de una tradición que duró varios años y que, probablemente, se reedite prontito, este fin de mes. Pero Donayre no es un payaso por las puras. Sus bufonadas suelen tener fines turbios, como cuando hace unos meses se presentó disfrazado en el Lugar de la Memoria y, sin ningún respeto por las víctimas de la violencia vivida en nuestro país entre los ochenta y noventa, se dedicó a armar un video amañado solo para desprestigiar el trabajo de esa institución, maquiavélica manipulación que terminó costándole el empleo a una joven trabajadora y provocó un cargamontón contra la labor del LUM, escándalo que, sospechosamente, ha desembocado en la esperpéntica propuesta del ya famoso parque temático “Héroes de la democracia”, como si hubiera habido un guión coordinado de por medio. Esta semana, de nuevo, Donayre se convirtió en el hazmerreír de todo el país (lo que parece ser su auténtica vocación), cuando lanzó una “propuesta” según la cual los jóvenes menores de 18 años no deben salir de sus casas después de las diez la noche, porque, según él, es a partir de esa hora que los muchachos se dedican a “fumar tronchos” y las muchachas, a embarazarse. La propuesta de encerrar a los jóvenes por las noches, como si los hogares fueran campos de concentración, resulta tan estúpida (y violatoria de muchos derechos) que, obviamente, nadie la tomó en serio, pero durante varios días fue la comidilla, al punto que -para variar- la gente se olvidó de varios temas verdaderamente importantes y hasta opacó a los partidos de cuartos de final del Mundial de fútbol. ¿Qué tema sería aquel del que el general quería desviar la atención? No es fácil saberlo, porque, como todo mono con metralleta, el tío es impredecible y, tras su máscara campechana, se esconden intenciones inescrutables y lo más probable es que le esté haciendo el favorcito a alguna fuerza política en apuros. Con todo, Donayre, digno miembro de este Congreso de yeseniasponces y becerriles de todo cuño, de graciosito solo tiene la apariencia. No olvidemos que se encuentra procesado por el robo de combustible durante su período de Comandante General del Ejército, tema en el que -cosa rara en él- suele callar en diez idiomas. Tampoco olvidemos que fue uno de los firmantes de la tristemente célebre acta de sujeción que Vladimiro Montesinos impuso a los mandos de las fuerzas armadas y policiales para dejar en la impunidad los crímenes cometidos por algunos de sus miembros, entre ellos el Grupo Colina. No olvidemos, en fin, que, a veces, tras la máscara del payaso, se oculta a menudo un psicópata sin escrúpulos. ¿O acaso no han visto It? La propuesta de encerrar a los jóvenes por las noches, como si los hogares fueran campos de concentración, resulta tan estúpida que, obviamente, nadie la tomó en serio”.