Lo único que ha aprendido la derecha peruana a la perfección –y contra sus propios propósitos, obviamente- es a generar mártires y lograr que la gente se compadezca de alma de aquellos que, hace poquito nomás, les parecían unos impresentables. ¿Ejemplos? La parejita Humala-Heredia, que salió del gobierno entre tomatazos y huevos podridos y que hoy, gracias a la persecución de la prensa DBA y a la angurria figuretera de un juez cuyo nombre ya ni recuerdo, son perfectamente candidateables para el 2021. ¿Otro ejemplo? Verónica Mendoza, quien, después del terruqueo incesante de los últimos meses, se encuentra ya entre los políticos con mayores simpatías, junto a Julio Guzmán y Barnechévere. Y todo eso sin mover un dedo. Pero ya lo ocurrido con Kenji es el masterpiece de la torpeza, porque, gracias a la ceguera producida por los odios de la hermana, el menor de los Fujimori tiene ahora las manos libres para recorrer el país haciendo campaña y contándole a todo el mundo su vía crucis particular. Su dudoso papel en la compra de votos contra la vacancia quedará emborronado por el maltrato filial y, como no fue desaforado ni inhabilitado (no por falta de ganas de Keiko, sino de votos), podrá tranquilamente candidatear el 2021 u, opción más moderada, sumarse como vicepresidente a cualquier fórmula, pues no habrá candidato en las próximas elecciones que no quiera acurrucarlo cual bebé desprotegido, a él y su caudal de votos. Por donde se mire, lo que ha hecho Keiko con su little bro le provoca sólo pérdidas. Para comenzar, en su campaña presidencial rumbo al 2021, tendrá que morderse la lengua a la hora de hablar de los logros del gobierno de su padre, porque no querrá arriesgarse a que su progenitor le salte a la yugular en cualquier momento después de lo que ha hecho con su engreído. ¿Se imaginan a Keiko diciendo que ella representa al fujimorismo que acabó con el terrorismo y la hiperinflación y que, de pronto, papi tuitee algo así como “mi único heredero es Kenji”? ¡Rochesazooo! Y Kenji lo sabe muy bien. Por eso, ensayó cada frase después de la primera votación. Eso de “Keiko, aquí tienes mi cabeza”, es la manera más clara de endilgarle toda, pero todititita la responsabilidad en su “martirologio”. Hasta hoy se había cuidado de culparla y prefería mostrarla como la tontita manipulada por los puppet masters Ana Vega y Pier Figari. El miércoles, sin embargo, se despachó con todo. Y como medio país sabe que lo que piensa Kenji lo piensa primero Alberto, es evidente que ya el patriarca le autorizó a ir con todo contra la sister. Como diría Don Corleone, no es nada personal. Y todo queda en familia. De otro lado, la estrategia usada por Keiko para aplastar al hermanito se parece, como una gota de agua a otra, a las que utilizaba su tío Vladimiro Montesinos, ese que, hace poquito, dijo que había dejado honda huella en su sobrina. Desde los videos grabados subrepticiamente por el kongresista Mamami (con el añadido de la edición casera, que el Doc no llegó a utilizar), hasta la votación tramposa en la que se incluyó a miembros de la Comisión Permanente –prohibidos de votar por el propio reglamento del Congreso-, todo huele a maniobra montesinista. Y los fieles del fujimorismo (su público cautivo), por mucho que recuerde al padre en buena onda, detesta a Vladimiro y lo considera responsable de todo lo malo que ocurrió en la dictadura de los noventa. Nadie esperaba que Keiko tratara al hermanito con guantes de seda, sobre todo después de lo chinche que se puso con el asunto del indulto (que, dicho sea de paso, será otro tema que le sacarán en cara durante la campaña), pero tratarlo como lo ha tratado la convierte en la perfecta villana de telenovela mexicana, sin parche en el ojo, y si hay algo que la gente odia es a las villanas de telenovela. Sobre todo, si al filicidio le suman el maltrato al padre anciano y el apetito desmedido por el poder. Esa imagen perseguirá a Keiko durante toda la campaña y, para colmo de males, ni siquiera tendrá a su mami para apoyarla, porque esta anda ocupada apapachando a Kenji, como atestiguan los tuits que este se esmera en lanzar de tanto en tanto. En suma, no solo Keiko ha tenido una victoria pírrica al suspender al hermanito sin desaforarlo (dándole un pretexto para ir, con todas las de ganar, al Tribunal Constitucional), sino que, en términos de imagen, ha sufrido una hecatombe que no tardará en aquilatar. Si no lo hace ahora, lo hará pronto, cuando Kenji ya esté encabezando las marchas del antifujimorismo en su papel de primer “naker” de la nación y entonando el slogan que ya lanzó hace unos días: ¡Keiko, escucha, el Congreso no es tu chacra!