Esta charla en la Videna con Jorge Fossati ha sido pactada bajo una sola idea: explotar su memoria y volver a su origen, no como director técnico sino como arquero, de cuando hacía las juveniles en Rampla Juniors Club de Montevideo, de su paso por Central Español y de su llegada a Peñarol a los 20 años. Quizá por eso es que al inicio lo ha asaltado la nostalgia, se ha quedado pensando en el paso del tiempo, en la paradoja de que lo graben en video para entrevistas con diarios que todavía publican en papel. Y también se ha defendido de los reporteros que le quieren colocar micrófonos en cualquier parte de su metro con 91 centímetros de humanidad. “¿Esto no era para un diario? Es que antes venían con un grabador y era todo. El más responsable volvía al diario, hacía plin, escuchaba, e iba haciendo pausa para ir escribiendo”, dice, con sorna, como quien sabe que han cambiado las cosas pero preferiría que lo sigan grabando en casetes y no en archivos MP3. Con 71 años, el director técnico de la blanquirroja, el que dice que sueña con gritar el gol que nos lleve al mundial de 2026, habla de sus inicios, de su mirada crítica a la tecnología, del retiro y de su pasión.
-Cuando leía sobre usted me enteré que de chico tuvo que escoger entre el fútbol y el básquet, y que incluso se preparó en secretariado comercial, en caso de que no funcionara lo del deporte.
-(Sonríe) ¿Existen todavía los diarios de esa época? Pero sí, es exactamente así. A mí me sigue gustando mucho el básquet. Tenía un club muy cerca de mi casa, del cual sigo siendo fanático hasta ahora, que se llama Club Atlético Goes. Y a su vez me encantaba el fútbol. Tiene relación el básquet con el haber sido arquero, creo. Y, bueno, primero jugaba con el equipo de fútbol del barrio, siempre cuento que yo era alto para la época y para la edad que tenía, y entonces me podía mechar con equipos de chicos mayores que yo. Yo tengo un hermano cuatro años mayor que yo y me metía con la barra de él. Pero para meterme en ese equipo tenía que ir al arco, donde nadie quería ir.
-Hablemos de eso. Borja Pardo, un periodista español, decía: Un chico va al arco porque…
-…Porque es un perro.
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-No, porque es un loco. O porque quiere vivir algo intensamente. Y una tercera opción es porque tiene desconfianza de no poder hacer con los pies lo que hacen sus otros compañeros, ¿cuál era su caso?
-Yo creo que los primeros dos. Medio loco hay que ser, porque te vas a parar delante de un muro para que te fusilen. Pero, por otro lado, creo que también se precisa un carácter especial, porque no cualquiera se banca estar allá atrás, esperando su momento. En un partido, vos sos el único que no puede salir a buscar juego. El juego te busca a vos, y vos tenés que estar pronto para resolver en el momento que te busquen. Creo que también pasa por un tema de protagonismo.
-¿Es un líder el arquero?
-Más allá de que sea líder o no, hay uno solo en tu puesto, sos vos. En una de esas, inconscientemente, lo que buscas es ser protagonista. Y por allí no te da, como vos decías, para ser el otro gran protagonista, el que se destaca, el que hace los goles. Yo podía, y de hecho lo hice de pibe, jugué de centro delantero, pero era más que nada por mi tamaño que destacaba y por un tema de fuerza física.
-¿Cuál era la figura de la portería que más le gustaba de chico, a la que seguía?
-No me hice arquero siguiendo a nadie. Sí me gustaban algunos, por supuesto. Después, cuando ya era joven pero no estaba en primera división, apareció en Uruguay un arquero que no sé si compararlo en todas las épocas, porque es imposible, porque la posición de arquero es la que más ha crecido en el fútbol.
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-¿Cómo se llamaba ese jugador?
-Ladislao Mazurkiewicz. Fue mi ídolo, y después, las cosas de la vida, estuvimos juntos en Peñarol y llegué a tenerlo de suplente. Yo me decía: “Qué injusticia, cómo este hombre puede estar sentado allí y yo acá”. Era un arquero casi como los de hoy. Por eso para mí fue extraordinario, lo destacaron mucho en el mundial del 66, en el del 70. Fue un monstruo. Y después, mi primer trabajo como entrenador fue en los juveniles de Peñarol, y allí propuse traer a esta figura para que enseñara a los chicos de la sub 17, como entrenador de arqueros. Lo traje de nuevo a Peñarol, parece mentira eso, donde hablar de él es como para parar el tráfico. Y al poquito tiempo me lo robaron del primer equipo.
-¿Cómo fue usted de arquero? ¿Fue de esos audaces que dejan su puesto, tratan de ir por la banda y llegar a la otra portería?
-No, no éramos así. El 99% de nosotros éramos arqueros y poco más que eso. Éramos atajadores, dominábamos el área con las manos. Esos fueron por los menos mis primeros 10 años de arquero. Después, el hecho de jugar en Argentina, donde el arquero jugaba un poco más con los pies, pasar por otros países de Sudamérica y terminar mis últimos cuatro años como futbolista en Brasil, hizo que ganara otras cosas para la posición. Pero hasta allí utilizaba mucho las manos, hasta en el saque. Prácticamente nunca sacaba con los pies, primero porque era malo pegándole y porque nunca me habían enseñado la técnica. Por eso te digo que la posición de arquero ha evolucionado mucho, desde el momento que se tiene entrenadores específicos para la posición.
-¿Era al menos pateador de penales?
-No, no. Pateé un solo penal en partido oficial.
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-¿Lo convirtió?
-No. Lo vi caer al arquero para el otro lado, la toqué a un palo, y la pelota pegó en el poste (sonríe). Era una definición por penales, en uno de esos torneos que se hacía para llenar el tiempo en Uruguay, y yo jugaba por Peñarol. En esa época eran dos o tres en el mundo que pateaban penales o tiros libres. Chilavert, que es contemporáneo mío. Después aparece Rogério Ceni. Son casos especiales. Un caso especial fue Fillol, que fue de lo mejor que vi en Argentina. Él le pegaba con los talones a la pelota. Y ustedes conocen a (Ángel) Comizzo, que él ya era otra cosa sacando con los pies, ya tenía una técnica, pero porque viene de una generación que es posterior a nosotros. Pero tampoco mucho, que no se agrande tampoco, se va a creer que es mucho más joven que yo (se ríe).
-¿Cuál es el gol que más le dolió recibir?
-Todos. Me dolía cada uno. Pero hay uno en un clásico del fútbol uruguayo (Peñarol-Nacional). Se la doy a un compañero y se me duerme con la pelota en los pies. En esa época se podía devolver para que el arquero la agarrara con las manos. Yo hice el pase, porque íbamos ganando uno a cero. Se la di al compañero, y luego no me escuchó que le digo: “Rápido que te llevan”. Nada, se la robó el 9 de Nacional, que era Calcaterra, pero no Horacio, y fue gol y empate. Al otro día salíamos con la selección uruguaya a jugar un amistoso con la selección argentina y yo estaba de duelo. Que te hicieran un gol en un clásico y faltando nada, era fuerte. Me acuerdo de ese gol con mucho dolor. Pero seguramente son muchos más. No hay un jugador que me haya enfrentado que no me haya hecho un gol a mí. A mí me hacían goles todos.
-Entiendo que fue su esposa la que le recomendó retirarse del fútbol activo.
-Sí
Festejo. Noviembre del 2011, cuando ganó la Liga de Campeones de la Confederación Asiática de Fútbol con el Al-Sadd de Qatar. Foto: difusión
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-En Curitiba.
-Volvíamos de un partido en Curitiba, el último del año. Yo me había ido muy aplaudido. Había tenido un partido lindo, pero ese año sufrí mucho con una rodilla que hoy ustedes ven que dificulta mi caminar normal, porque tengo artrosis. Bueno, mi señora se da cuenta de que en un centro que yo descuelgo, cuando caigo sentí como si me hubieran metido veinte agujas al mismo tiempo. Y bueno, nadie más se dio cuenta. Cuando íbamos en el auto a la casa me dice: “¿Qué vas a hacer?” Y le pregunto: “Por qué”. Es el último partido, me dice. Y yo le digo que al día siguiente la directiva me esperaba para renovar contrato. Y ella me pregunta: “¿Vas a renovar?”. “¿Y por qué no?”, le respondo. Y entonces me dice: “Te vi. ¿Vas a seguir sufriendo? ¿Por qué no te vas con este estadio aplaudiéndote?”. Ojo, ya tenía 38 años. Y hacía rato que venía con ese tema de la rodilla. Por eso y porque también hacía rato que estábamos afuera, dije: “Es momento de volver a casa”. Decidí regresar a Uruguay. Y allí empieza mi historia como entrenador.
-Su primera oportunidad como entrenador se la dio un excampeón del mundo.
-Roque Gastón Máspoli. Sí, señor. Que había sido técnico mío. Y había otro gran campeón en Peñarol que estaba dirigiendo la sub 17: Walter Indio Olivera, campeón Intercontinental con Peñarol. Roque Máspoli era supervisor de las divisiones juveniles, era la historia dentro de la historia. Entonces, se va el técnico que estaba en primera: César Luis Menotti, y se reestructuran las juveniles con su salida. Pasan al Indio Olivera a tercera, lo que en Perú se llama la reserva, y a mí me llamaron para juveniles. Que tuvieras la confianza de don Roque Gastón Máspoli es como si te bendijera el Papa.
-¿Hay un límite de edad para ser director técnico? ¿Es un tema que tiene presente?
-Sí, claro. Hay un momento en que tenés que pensar en el retiro, como vos los vas a tener que hacer en el periodismo, como lo piensa el jugador de fútbol, el abogado, el escribano, quien sea. Ese momento es cuando dejas de sentir pasión en lo que haces. Además, hay que ver si estás en condiciones adecuadas de continuar con tu trabajo. No es lo mismo el estado físico que debe tener un futbolista, un entrenador, un periodista o el presidente de la República. Y después está lo otro, que estés actualizado y te consideres en condiciones, en el caso directo de tu pregunta, de comandar un cuerpo técnico. El día que no lo sienta así, ese será el día. Pero no depende del DNI, depende de muchas otras cosas. Por el momento, yo que tengo mucha edad y soy consciente de eso, me siento capaz y vigente.
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-Fuerte.
-Yo creo que he ido dando muestras de eso siempre. Si yo fuera cómodo y no me gustaran los desafíos, yo seguiría tranquilo en esas juveniles de Peñarol donde yo estaba feliz y sentía que estaba haciendo un gran trabajo. Allí estuve dos años y luego pensé que ya era hora de encarar mi carrera en primera división. Siempre me he guiado por nuevos desafíos, nunca me he quedado en mi zona de confort, como se dice ahora. Y creo que la demostración de eso…
-…Es estar acá.
-Está claro, ¿no?
-Ha dicho alguna vez sobre la tecnología: “Yo uso la tecnología en el trabajo, pero ella no me usa a mí”. ¿Por qué mantiene esa distancia?
-A ver, en toda esta conversación que hemos tenido siempre he estado pensando que cuando te lean no te van a leer solo personas de mi edad o de la tuya, también jóvenes. Entonces, desde mi humilde opinión y experiencia trato de pasar cosas para que las piensen. Y eso es lo que pienso con respecto a la tecnología, y lo pienso hace rato, con la tecnología y otras cosas. Yo no soy de los que se va atrás de modas, soy de los que sí asimilo lo nuevo, lo veo, lo proceso y veo qué es lo que tengo que utilizar para mi equipo. Pero no copio y pego. Lo que uno tiene que hacer es ir adaptando los adelantos y las novedades que te ofrece el mundo de hoy a su profesión.
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-¿Y le pone alguna restricción a los jugadores del plantel sobre el uso de redes sociales?
-No, no. En la vida personal que hagan lo que les parezca. Eso es si me preguntan mi opinión personal, la que le doy a mis hijas o lo que charlo con mi señora, que nunca me escucha, pero eso es otra cosa. Lo que sí está prohibido es comunicarnos entre nosotros a través de redes sociales, con los jugadores digo. Si nos vemos todos los días, para qué me mandan las cosas por Twitter o por Facebook o por no sé dónde. Allí, fiera (señala la silla del frente), cuando estamos todos juntos.
-Frente a frente.
-Y si es personal, más todavía a mi favor. Vení y yo estoy 24 horas a tu disposición. ¿Querés hablar algo conmigo? Bárbaro. Vení y charlamos, qué me mandas las cosas por Facebook. Porque si lo haces por allí ya no es personal, es de la comunidad, de todos los seguidores que tenés. Y yo no estoy en contra totalmente, sé que eso tiene un montón de cosas positivas, cómo no, por supuesto. Ahora, yo no tengo la necesidad de ir al baño y de contarlo en las redes. O de contar que mi novia me dio un beso. Cada uno tiene la necesidad que quiere. Alguien dijo que estamos en la era de las comunicaciones, y hoy tú ves una mesa en una casa o en un restaurante, y hay seis personas que tienen un diálogo de 5 minutos, aunque se quedaron dos horas. En la era de las comunicaciones nos comunicamos directamente cada vez menos. Estar con el celular es un vicio y está comprobado. Lo de la tecnología es fascinante, quizá el problema es cómo lo usamos.
-De acuerdo.
-Por eso te dije que sí uso la tecnología en el fútbol. Y claro que la uso. Acá mismo tienes a una persona del departamento de informática, cómo no voy a usarla. Pero ella no me usa a mí. Allí está el tema del mapa de calor y todo eso, pero a mí déjame ver todo el partido, que yo lo veo y tomo decisiones.
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-Pregunta final. ¿Cuál fue el gol que más gritó en la vida?
-Ya me lo preguntaron y no supe qué decir. Pero, después, analizando, me pregunté por qué no supe decirlo. Me dije: replantéate la pregunta. Y me sale esto, que seguramente muchos van a pensar que es demagogia: el gol que nos clasifique al Mundial 2026. No va haber ningún gol que lo haya gritado como voy a gritar ese, como sueño de verdad con gritar con ese gol.
-Ojalá que se cumpla ese sueño.
-Ojalá. Que nos acompañe dios.
-Nos faltó hablar de eso, de su lado cristiano.
-Tranquilo, tampoco te perdiste de nada. Soy católico, pero no soy ejemplo de nada.