La Virgen de Guadalupe es una de las santas más queridas de México; sin embargo, el 14 de noviembre de 1921 su imagen sufrió un atentado en la Basílica de Guadalupe.
Un hombre, que se encontraba entre un grupo de trabajadores dentro de la Basílica, salió camino hacia la imagen de la virgen, colocó flores debajo de ella y se alejó con rapidez. Lo que había puesto era un explosivo.
Minutos después que la gente encontrara y detuviera al culpable, el presidente de La Villa arribó a la basílica, ya que el entonces presidente de la República, Álvaro Obregón, ordenó no lastimar a quien había cometido el acto.
De manera sorprendente, la explosión no afectó la imagen de la Guadalupana, puesto que permaneció intacta. Los fieles consideraron que estaban presenciando un auténtico acto milagroso.
A pesar de que no hubo daño, se intentó buscar al responsable. Los rumores acerca de la responsabilidad del presidente Obregón, conocido por su postura radical en contra de la Iglesia Católica, crecieron, puesto que, según habitantes, lo habían escuchado hablar sobre el deseo de terminar de una vez por todas con la imagen de la virgen de Guadalupe.
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El atentado contra la Basílica la Virgen de Guadalupe es considerado un antecedente a la Guerra Cristera o Cristiada, que estalló en 1926 y culminó en 1929, y fue la resistencia ante la Ley Calles, que fue puesta por el presidente Plutarсo Elías Calles para acotar el culto y sacerdocio católico en México.
En este contexto, la imagen original de la Virgen de Guadalupe fue retirada y ocultada para evitar que fuera destruida, por lo que un tiempo se puso en su lugar una copia que permaneció por un año, desde el 30 de julio de 1926 hasta el 30 de julio de 1927.
Siete años después del atentado, un activista de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana asesinó con siete balazos a Álvaro Obregón cuando salía a comer de un restaurante.
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Esta gran festividad se conmemora cada 12 de diciembre. La Ciudad de México se convierte así en el hogar de miles de fieles, tanto así que en 2011 se inauguró la plaza Mariana con el fin de recibir a los peregrinos que arribaban de todas las partes del mundo.