Judy es una profesional que lleva la economía de su familia, pero cuando es despedida sin justificación, decide crear una burbuja: vivir en los años cincuenta y ser ama de casa. “¿Cuántas veces no has querido patear el tablero?”, se pregunta Karina Jordán. La actriz y feminista nos cuenta que, aunque juzgó al personaje en la lectura inicial, la obra ¡Casa, llegué a cariño! del Teatro Británico le permitió revisar cuánto de ese pensamiento le resultaba cercano. Las mujeres hemos crecido, "todas", dentro de una sociedad patriarcal. “Nuestros padres pertenecen a una generación súper machista”.
La nueva vida a la que aspira Judy parece estar inspirada en el llamado movimiento antifeminista tradwife (esposa tradicional). “Hoy la quiero y puedo pararme en el escenario y honrarla. Quiero agradecerle porque me ha espejado ante la vida y no es bonito verse, no es bonito ver que hay una Judy en cada una de nosotras, en mayor y menor medida”.
¿Qué es lo que más te molestó?
Sentir que todavía no he podido deshacerme de varios mandados sociales, del deber ser, de lo que se supone que debe ser una mujer y que esos mandatos me hacen sufrir. Por más que yo me haga la superada, me hacen sufrir.
Esa imposición de que debemos ser madres...
… (Porque) sin esa maternidad, no tenemos un sentido en este mundo. Eso es muy fuerte.
Claro, se suele escuchar el “no eres madre, no lo vas a entender”.
Bueno, yo estoy ahí. No soy madre biológica todavía, tengo una hijastra. No hemos construido con Diego (Seyfarth, su esposo) una paternidad biológica de ambos, pero lo he acompañado en su paternidad. Claro, es tremendo viaje, estoy aprendiendo. Pero sin duda sí es como la presión, además, biológica, ¿no? También la presión por no envejecer en mi carrera. La mujer tiene que ser superwoman: poder ser madre, pero bajar de peso rápido, no tiene que descuidar su trabajo, su casa y a su pareja. No se puede.
Entonces, ¿pudiste entenderla?
Sí, pero ya si quiero darle la vuelta, digo: ‘pero es desde el privilegio de poder hacer eso’. Es como esas tradwives, creo yo que no es coincidencia de que hayan aparecido cuando hay crecimiento de las ultraderechas, tienen millones de mujeres que las siguen. Pero lo que venden es humo porque son multimillonarios.
Sobre las luchas, ¿en la actuación hay desigualdad en los salarios?
Claro, es real. Recuerdo que recién en 2016 o 2017, tener una conversación con un productor y decirle ‘yo no voy a ganar menos que este actor porque hago el mismo trabajo’ y él, felizmente, entendió mi punto y lo recibió bien. Pero antes de eso —yo egresé en el 2008— siempre los hombres ganaban más por ser hombres y los actores internacionales ganaban más y no grababan ni la mitad de lo que yo grababa. Eso de derecho de piso, y más si eras mujer, era naturalizado. Todavía hay productoras de la vieja escuela que siguen pensando así.
Karina Jordán fue una de los 50 artistas que se sumaron al proyecto de Mario Colán.
Te comentaba del reto de interpretar a Judy porque tú tienes un perfil, ¿no? Es decir, has estado en diferentes marchas, por los derechos LGBTI y también te uniste al proyecto que rechazó la represión en las protestas contra Dina Boluarte.
Entiendo a los que no han podido participar porque hace poco tuve una reunión con una posible agencia de representación y... tuvimos una conversación acerca de cómo ser un artista involucrado en temas políticos te restaba puntos con las marcas.
Entiendo.
Pero mi personalidad no me da, no quiero trabajar con marcas a las cuales les quite puntos que yo tenga una voz social, ambiental y pro derechos humanos. ¿Por qué voy a trabajar con una marca que vea mal eso? (sonríe). Es parte de mi rebeldía, quizá, de no querer que me quiten todo, de que bailar y hacer tiktoks sí, pero (no) si pongo una muestra de fotográfica y hablo de cómo han atentado contra los derechos humanos que, hasta el día de hoy esperan justicia y el gobierno está en metástasis de corrupción desvergonzada. Es una decisión, no es fácil, muchas veces me ha dado miedo. Yo hace tiempo quise armar un pódcast, un empresa me llamó para ser la cara de su podcast, cuando quise llamar a una periodista que está involucrada en política, me dijeron ‘no’. ¿Qué quieren? ¿Que no tenga opinión? Uno tiene que usar su voz, uno tiene que tener sus convicciones como artista. Yo estoy siendo fiel a mí misma y la injusticia me moviliza.
En ese sentido, es una semana complicada. ¿Qué viene después de esta obra?
Estreno en verano Actos consentidos en La Plaza, es una obra que habla de abogados, del sistema de justicia y hay un caso de violación. La mujer pierde el caso. Ensayo de 9 a 12, luego tengo que encontrar espacio para hacer algo de deporte, tengo familia, una esposo que vive en Alemania con diferente horario, dicto clases y tengo un perro al que tengo que sacar. Mario Colán (el director de la muestra fotográfica) me dijo 'sería interesante si alguien puede venir a Ayacucho', ¡Me encantaría! Pero no puedo, igual estamos cada vez que se puede. Hagamos pequeños actos de resistencia desde nuestras vidas, no perdamos la cabeza. Hago un llamado a la paciencia, a la empatía, a buscar esos espacios terapéuticos para dar un poco la vuelta al sistema, hoy son necesarios más que nunca. Mucha fuerza porque son tiempos duros.