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Cultural

José Antonio Mazzotti vive en una estrella

Mazzotti ha sido una de las voces poéticas más descollantes de la generación peruana del 80 y sin duda de las últimas décadas en la poesía latinoamericana.

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En la Caja de las Letras de Madrid, de izquierda a derecha, González Viaña, Mazzotti, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes y la escritora Concha Valverde

Escribe: Eduardo González Viaña*

En su obra “Sueños…” (1623) Francisco de Quevedo cuenta que baja al infierno y pregunta a Satanás si hay poetas en esas tierras calientes.

─ Claro que sí ―le responde Satanás, y le muestra una supuesta celda penitenciaria. Allí se encuentra un poeta instalado en una cómoda sala con biblioteca, música y otros encantos terrenales.

─ ¿Y dónde está el castigo?

En la celda hay una ventanita donde el preso podrá escuchar por la eternidad los elogios que un diablo hace de otro poeta en la sala contigua.

Hice esta comparación hace algunos años cuando el peruano José Antonio Mazzotti había sido nombrado profesor de Harvard. Un grupo de “poetas” envidiosos utilizó las páginas del más importante periódico peruano para terruquearlo y exigir a la universidad que lo echara.

Pensaban que lo que se hace con frecuencia en el Perú, funcionaría más fácilmente en Estados Unidos. Se equivocaban. Lo sabemos quienes trabajamos allí. Recordemos que las universidades de ese país dieron refugio y trabajo a un sabio llamado Albert Einstein a quien, como ahora, los brutos de entonces llamaban judío y comunista.

Por mi parte, no conocía personalmente a Mazzotti, pero me compré la pelea. Escribí algunos artículos y cartas y las envié a todas partes. Me juré que sería su abogado y después su amigo. Me equivocaba en algo. José Antonio no ha sido solamente mi amigo sino mi mejor amigo.

El terruqueo es una de las formas de represión más insensatas y bestiales que se usan en el Perú acabada la guerra interna hace más de treinta años.

Decenas de miles de personas que participaron en aquel conflicto interno del siglo pasado, han padecido décadas en prisión. A pesar de que en Derecho es inadmisible castigar a quien ya ha sido castigado, los instrumentos legales aprobados por algunos congresos de dudosa escolaridad prohíben que, ya cumplida su condena, estas personas trabajen en diversas profesiones.

Peor todavía: por la más reciente ley universitaria, César Vallejo no podría dictar clases en ninguna casa de estudios por haber sido comunista y permanecido un tiempo en una cárcel.

El columnista Augusto Álvarez Rodrich dio cuenta de lo que podría llamarse “castigo después del castigo” en el Perú. Según informó, personas que padecieron décadas de prisión y alcanzaron la libertad están siendo llamadas otra vez por el juez. Todo esto es inconstitucional y perverso.

Quienes han cumplido su condena deberían tener derecho pleno a la libertad y a su futuro. No importa si se apellidan Montesinos, Morote, Polay o Huamán.

Peor aún, este gobierno llama terroristas a los familiares de las víctimas que recurrieron ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y extienden la persecución y el terruqueo contra todo aquel que se oponga a su régimen autoritario.

Eso es lo que pretendían con Mazzotti por haber dirigido el suplemento literario de El Diario en las postrimerías del siglo XX. El terruqueo, ligado con la envidia, intentaba que perdiera su trabajo y no le quedara sino volver a Lima a manejar algún taxi pirata.

Erraron los poetas envidiosos. En vez de echarlo, Harvard lo promovió a un nivel superior y, poco después, otra importante casa de estudios disputó los servicios de nuestro compatriota y se lo llevó triplicándole el sueldo.

Mazzotti, fallecido este viernes 6, ha sido una de las voces poéticas más descollantes de la generación peruana del 80 y sin duda de las últimas décadas en la poesía latinoamericana, como lo reconoce el destacado crítico Ricardo González Vigil. Ha sido, además, el catedrático peruano más conocido en los Estados Unidos y el resto del mundo.

Le debo muchísimos favores. Entre otros, hace tres años, cuando yo estaba ejerciendo la tarea diplomática en España, me ayudó a organizar tres congresos académicos de nivel mundial y otras importantes actividades.

Mucha gente se pregunta ahora dónde nació la carrera literaria de este gran poeta. Yo sí lo sé. Su padre era un astrónomo militar y, con él, recorrió tierras y cielos buscando estrellas. Escribir poesía ha sido su manera de continuar esa tarea. Ahora, sencillamente, se ha ido a vivir en una estrella roja.

Nos vemos, hermano.

*Escritor.