Para Luis Llosa, reconocido director de cine y productor, este 2024 le resulta muy peculiar. Al menos, esta es la impresión que se tiene a razón del estreno de su última película Tatuajes en la memoria, inspirada en el libro Memorias de un soldado desconocido de Lurgio Gavilán y con guion, para más señas, de Mario Vargas Llosa, y de la publicación de su libro de memorias Secretos de un latino en Hollywood (Plaza & Janés). Una mirada más atenta a su trabajo, arroja más de una evidencia sobre el impacto del mismo en el público. Pensemos en sus emblemáticas teleseries de los ochenta y noventa, que ya forman parte del ADN visual de muchos peruanos: Gamboa, Carmín y El ángel vengador: Calígula, a saber. Acostumbrado a que sus películas sean rotundos éxitos de taquilla, cabe preguntarse qué de especial tiene su último proyecto cinematográfico para él. Sobre este aspecto y otros de interés, La República conversa con Llosa.
—¿Cómo nace Tatuajes en la memoria?
—Leí un artículo de Vargas Llosa sobre el libro que había publicado Lurgio Gavilán, Memorias de un soldado desconocido. En este libro autobiográfico, Lurgio cuenta esta vida tan única que ha tenido, en la que fue miembro del movimiento terrorista Sendero Luminoso de los 11 a los 14 años, luego es capturado y le perdonan la vida y lo reclutan como miembro del ejército. Ahí está varios años, es un hombre que después de haber visto la violencia desde dentro en Sendero pasa a verla desde el ejército. Lurgio vivía muy atormentado, entonces conoce a una monja a la que él tenía que escoltar, era una especie de santa, de madre Teresa que llevaba medicamentos y libros a las a los pueblitos perdidos de las alturas de Ayacucho. Lurgio le relata su vida tan atormentada, en la que ni siquiera podía dormir. Entonces ella le dice por qué no busca consuelo en Dios. Lurgio pasa de ser terrorista a ser militar y termina convirtiéndose en cura franciscano. Hace labor misionera durante unos años en la sierra y selva, y decide estudiar antropología. Es un hombre que necesita respuestas a preguntas a la violencia que puede existir en los seres humanos. Quedé impresionado y lo contacté para comprarle los derechos.
—Es una historia única. Pero ¿hubo inconvenientes para filmarla?
—Vargas Llosa se animó a hacer el guion y tenía la esperanza de que DAFO, la entidad del Ministerio de Cultura que otorga los subsidios, nos diera dentro de lo concursable un apoyo. Pero durante cuatro años fue rechazada. En fin, los criterios de los jurados uno tiene que respetarlos. Pero no deja de extrañarme que un guion de Vargas Llosa, un libro traducido a varios idiomas, una historia de vida única como dices, modestamente una trayectoria mía, no hayan sido tomados en cuenta.
—¿Crees que hubo prejuicio?
Yo creo que sí. Cada vez que presentamos a DAFO el tema, especifiqué claramente que del dinero que nos diera DAFO, ni Vargas Llosa ni yo íbamos a cobrar un centavo, para que no se diga que estas personas no necesitan. Para hacer una película uno necesita dinero. De manera muy extraoficial, me comentaban que, siendo los jurados, en varios casos de extrema izquierda, el nombre Vargas Llosa significaba la derecha, el nombre de Lucho Llosa significaba Hollywood. Quizá estoy especulando.
—¿Qué opinión tienes de este debate sobre la ley de cine impulsada por la congresista Adriana Tudela?
Yo defiendo los subsidios estatales. No he tenido la suerte de que a mí me den un subsidio, porque esta película se ha tenido que hacer con préstamos, con fondos, con apoyo de gente a la que se le debe. Gracias a esos subsidios se han hecho películas regionales muy buenas. Yo no soy una persona de medios, vivo de mi trabajo y siempre fue así. Por un caso personal, no voy a dejar de defender algo que en principio me parece que está bien. Los subsidios no se deben tocar. En República Dominicana se ha creado una industria cinematográfica, que ha puesto a este país en el mapa a nivel mundial, con el crédito fiscal para que las empresas privadas puedan participar. En República Dominicana también hay concursos y subsidio estatal, igual en Colombia. Lo que vemos ahora es un fuego cruzado innecesario. Aquí hay tres patas: El Congreso, el Ejecutivo y los cineastas. Tienen que sentarse y discutir este tema. El objetivo tiene que ser común: el cine peruano. Esta película la he financiado endeudándome.
—¿Qué no te gusta de la ley Tudela?
Hay un par de puntos específicos con los que no estoy de acuerdo: que el Estado debe salvaguardar los guiones, que los proyectos no estén en contra del Estado, y el otro punto: que se quite el 30 por ciento a los gobiernos regionales. No tiene sentido, como tampoco lo tiene el ir al Mincetur para pedir permisos de grabación. En ninguna parte tienes que triangular. Esto debe ser manejado por el Mincul.
—¿Qué significa para ti Tatuajes en la memoria?
—Es mi película más personal
—¿Cómo llegas a esta etapa?
—Quise hacer una película sobre la historia de Manco Inca, una especie de Corazón Valiente latinoamericano. Pero me di contra la pared y decido dejar Hollywood. Luego viene La fiesta del Chivo y ahora con Tatuajes en la memoria, que la he filmado en Ayacucho.
—Tus películas suelen presentar nuevos actores y actrices, pienso en Jennifer Lopez y Sandra Bullock. ¿En esta sigues esa línea?
—El noventa por ciento de actores son esencialmente de Ayacucho. Hicimos casting en las calles y a los seleccionados los hicimos pasar por un taller. Mucha gente a la que he dirigido empezó sin haber tenido experiencia.
—Mucha gente cree que la has tenido fácil.
—Es un prejuicio. Basta con leer mis memorias. Perú no es Brasil, Argentina o México, que tienen industrias. Llegué a Hollywood después de muchos años de pelea, también tuve algo de suerte, un factor que siempre está para todos. Mi carrera ha sido un proceso de hormiga. He hecho eventos, teatro, televisión y cine. Pienso en trabajar las veinticuatro horas del día, además soy insomne. Nadie me regaló nada. Estoy más preocupado en hacer que en detenerme por las críticas. Yo no tengo nada de pituco, siempre he tenido que trabajar para poder vivir.
—Roger Corman ve un capítulo de Gamboa y te buscó para trabajar en Hollywood.
—Es el factor suerte. Roger Corman viene a Perú para averiguar quién era el director que puso helicópteros en ese capítulo. Corman es la persona con la que sueñas que vas a tocarle la puerta. Coppola, Scorsese, Jack Nicholson, Peter Fonda, James Cameron y otras personas instituidas en Hollywood empezaron con Roger Corman. Con Cormas hice Misión en los Andes entre Lima, Paracas, Arequipa y Cusco.
—¿Encontraste a la nueva Magaly Solier?
—La contraté para la película y a último momento me falló. Tengo entendido que se ha recuperado. Tenía la esperanza de que, por tratarse de mí y por compartir escenas con Reynaldo Arenas, pudiera hacer un alto. Lamentablemente, no se dio, pero me alegra de corazón que haya logrado pasar esa etapa. Magaly tiene el talento y la belleza para destacar. En Tatuajes en la memoria tenemos caras nuevas o caras conocidas que debutan en el cine, como Renata Flores, que canta un rap en quechua. Debuta también Gianfranco Bustios, con solvencia.
—En tus memorias relatas los riesgos que has debido de tomar. Esta película es difícil y asumes el riesgo de contar con gente no habituada a la actuación.
Es una película muy dura porque es la primera vez que se muestra desde adentro lo que era el senderismo, porque está contado por alguien que estuvo ahí. Por primera vez se muestra qué ocurría en un campamento senderista donde entrenaban a los niños para matar. Era difícil para los actores, para nosotros, ir a los pueblitos donde habían ocurrido cosas terribles. Las señoras tenían lágrimas en los ojos de ver cómo nosotros escenificábamos los momentos duros que vivieron autoridades, parientes y amigas matados a hachazos, niños llevados por Sendero.
—¿Cómo llamarías a esta periodo?
Aquí hay algo bien interesante, fíjate. Hay mucha discusión que yo creo que es una discusión semántica inútil. ¿Cómo la llamamos: terrorismo, conflicto armado, guerra interna? Es una discusión inútil, lo que tiene que estar en el centro para todo el mundo es la palabra tragedia. Fue una tragedia para todos. Fue tragedia para familiares de gente que se enroló en Sendero, de víctimas de Sendero. Y del lado del ejército también. Y no hemos aprendido absolutamente nada. Entonces, cuando veo que para sacar una ley de cine prevalece la polarización, la ideologización, es para mí muy frustrante. Por ejemplo, hay un candidato que va por calles y plazas diciendo que va a fusilar gente. Mal hemos aprendido la lección. Quiero que la película llegue a los más jóvenes, muchos no saben qué fue Sendero, no tienen idea de quién fue Abimael Guzmán. Juntas a cincuenta alumnos y solo tres o cuatro lo saben.