Por Gabriel Ruiz Ortega
“Se ha decidido reestructurar los procedimientos de los estímulos económicos para el cine. Será un proceso participativo, escuchando a todos, con la finalidad de promover a cabalidad el desarrollo de la industria y, a su vez, promover la Política Nacional de Cultura, que tiene como principio brindar servicios de calidad a los ciudadanos”, señaló este pasado lunes 6 la ministra de Cultura, Leslie Urteaga.
Visto de lejos y de cerca: a Urteaga le quedó grande el cargo. No supo defender en el plano de las ideas y el debate –los principios de lo que llamamos y conocemos como cultura— la polémica generada sobre el cine peruano, que ha tenido varios puntos de ebullición, cada cual más estrambótico que el otro y que sintonizan con los multipropósitos de los actuales Gobierno y Congreso para mantenerse en el poder hasta el 2026. Porque no solo se trata de dominio político, sino también de una batalla discursiva que tiene a los partidos políticos Fuerza Popular (FP), Avanza País (AP) y Renovación Popular (RP) como los protagonistas de lo que asumen como un “necesario” lavado/borrado de la memoria distorsionada del Perú contemporáneo, es decir, el “arreglo” de la memoria cultural.
Ignorancia. ¿Apología al terrorismo en La última tarde de Calero? Foto: difusión
La cadena de hechos no admite barajos: desde que Dina Boluarte es presidenta del país, hemos visto extrañas movidas en los sectores de Cultura y de Educación que no han estado pautadas por el sentido común, sino por el fervor ideológico, más su respectiva cuota de ignorancia sobre los tópicos que se desea “enmendar”. ¿Qué fue entonces el pretendido recorte presupuestal contra Bellas Artes por parte del Ejecutivo en 2023? ¿No fue acaso una represalia contra los estudiantes de arte que participaron en las protestas contra Boluarte a fines del 2022 e inicios del 2023?
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Esto es peligroso. La cultura controlada, la cultura bajo censura, la cultura como fin utilitario. En este aspecto, el cine ha devenido en un botín, porque lo que le interesa al monstruo de tres cabezas (FP, AP y RP) no es únicamente la supervisión de los fondos públicos mediante la reestructuración de los estímulos económicos y de esta manera determinar “esto puedes ver” y “esto no”, sino dejar la cancha libre para la inversión de producciones extranjeras, como promovía el proyecto de ley 5903 presentado por la congresista Adriana Tudela en octubre pasado y que pretendía reemplazar a la Ley 26370 sobre cine peruano, promulgada en 2020 vía decreto supremo por Martín Vizcarra. Esta ley, así haya sido firmada por Satanás, ha funcionado pese a sus errores (argollas, jurados chuecos, tráfico de intereses, etc.), que están a la vista y que son inobjetables, pero a la vez perfectibles mediante la regulación, porque se trata de casos aislados. En este sentido, esta reestructuración es el pantallazo, el distractor para abrir las puertas a la inversión cinematográfica extranjera, que es una cosa muy distinta a lo que significa cine nacional, cuyo concepto no entienden los congresistas del monstruo de tres cabezas avalados por Boluarte.
Incoherencia. Congresista Tudela criticaba la falta de debate en la Ley 26370. Para la reestructuración no lo hubo. Foto: difusión
Esta estrategia distractora se nutre de demagogias, como el “terruqueo” y el desprecio a las películas beneficiadas por los estímulos económicos (Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo de César Galindo, Wiñaypacha y Yana-Wara de Óscar Catacora, Manco Cápac de Henry Vallejo y Peso gallo de Hans Matos Cámac y Tiempos futuros de Víctor Checa) sin tener en cuenta su reconocimiento nacional e internacional. En otras palabras: discurso desde la ignorancia, como sugerir que haya militares en los jurados, o proponer que el dinero de los estímulos se invierta en postas médicas. El monstruo de tres cabezas anda desatado. Criticaban la falta de debate para la Ley 26370, pero en esta ocasión pasaron la luz roja y no hay debate, menos habrá argumentación porque esta no interesa cuando detrás de esta parafernalia no está la protección del cine nacional, sino un fin crematístico: la naturaleza del monstruo de tres cabezas.
La República intentó comunicarse con la congresista Adriana Tudela. No hubo respuesta. Pero no hay problema. Volveremos a insistir.