John Campbell, Jr. (1910-1971), legendario editor de los Estados Unidos, firmaba con dedos tiesos que los relatos de ciencia ficción y los policiales jamás conformarían un híbrido digno de admiración. Desde su visión, Isaac Asimov teorizaba que, a partir de una escena del crimen, se debe buscar el orden social; al contrario, la ciencia ficción no vela por la restructuración, sino por el cambio continuo, prohibiendo "volver a meter todo en la caja". Había diferencias, sí. Pero esos géneros, incipientes por esos tiempos, se hermanarían.
Asimov quiso comprobar que Campbell se equivocaba y se puso a escribir. Se retó a sí mismo. En 1954, el creador de la saga 'Fundación' publicó la novela de ciencia ficción policíaca 'Las bóvedas de acero'. Más adelante, en 1957, lanzó 'El sol desnudo' y 'Los robots del amanecer', en 1993, "solo para demostrar que no había sido accidental". Esta fusión de géneros, incluso en la actualidad, son difíciles de encontrar en el mercado editorial y en Perú el reto suena más dramático. Sin embargo, Carlos Arámbulo, finalista de concursos de prestigio como el Copé o El cuento de las 1.000 palabras, doctor en Literatura Peruana, se ha atrevido a exhumar una tradición —casi extinta— con 'Anticipación' (Editorial Planeta), su segunda novela.
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Lanzamiento de la novela 'Anticipación', de Carlos Arámbulo, con los ponentes Belén Milla y Ricardo Sumalavia. Foto: Planeta
Los escenarios de 'Anticipación' se recrean en un futuro próximo, el siglo XXIII, años en que las élites humanas —en menor medida los que provienen de los estratos sociales bajos— le han otorgado a la tecnología ultrarrealista el segundo asiento del trono para compartir su monarquía sobre el planeta. Esta suerte de alianza tácita, en apariencia beneficiosa por donde se le mire, será el gatillador para que una secta, bajo el nombre de Los Vitalistas, sea la barrera a franquear por los dueños de la Tierra.
Como premisa, un multimillonario, conocido como Fagúndez, es encontrado muerto en la terminal de su antropista, un portal privado de teletransportación de masas con transcripciones genéticas, en principio utilizado por "empresarios, presidentes y streamers". Este dispositivo, según los presagios de Arámbulo, sería la siguiente vanguardia del sistema de transporte, al que, por cierto, se le han dado particularidades —sensoriales y eróticas— que el lector ya descubrirá cuando dialogue con el libro. A raíz de este episodio, allegados al magnate y Escudero (el detective) van reuniéndose y elucubrando qué pudo haber sucedido con una persona que, presumiblemente, no enfrentaba disputas ni tenía enemigos directos.
El libro empieza narrando el mundo interior del personaje Ortega. Margarita, su hija, acababa de fallecer y él mismo se interpela por qué duerme plácidamente.
A partir de allí, Carlos Arámbulo desglosa las consecuencias de la convivencia con tecnologías familiarizadas con la cotidianidad: la customización de presentadores con rostros de personas a elección (pág. 12), pantallas holográficas flotantes (pág. 16), la Red Echelon o web de posturas radicales contra el statu quo (pág. 44) y una lista realmente larga.
Aunque no sucede con todos los elementos, para ser justos, al colocar tantos de ellos en este 'worldbuilding', muchos caen en lo prescindible por un desarrollo estéril, que solo sirve como ornamento o pieza de ambientación sin el peso necesario para autosostenerse. Como muestra, quedó un tanto en el aire, por su poca profundidad, las realidades virtuales clandestinas (RVC), el holokino y las inyecciones de Livio, que 'repiten la vida'. Esta misma acumulación de datos también se leyó en 'Neuromante' (William Gibson), la novela cyberpunk por antonomasia. Por ello resultó críptica para los entusiastas de las distopías.
'Neuromante', novela cyberpunk publicada por William Gibson en 1984. Foto: Minotauro
Volviendo a las atmósferas oníricas, para Arámbulo, el sueño, con altas probabilidades, integra a la conciencia humana a un plano donde las porciones del conocimiento vuelan para que se interpreten a voluntad.
Escudero y Ortega perdieron a su hija. Esos eventos trágicos los unen. Pero, a diferencia de Ortega, el detective sí parece echarla de menos:
"Siempre aparece sola, pero ahora, envuelta por estos algodones de realidad mal armados como un iglú que se desmorona de a pocos y no termina de caer (...). Andaba descalza, levantando los talones a cada paso, ave de piernas largas avanzando sobre el fango (...). La vería irse miles de veces, en cada sueño (...) detrás de su descanso aguardaría el horror de esa multiplicación de la muerte que era ser testigo de su partida".
'Anticipación', capítulo 6.
Carlos Arámbulo, en este capítulo, consigue que sintamos la pesadumbre, el sopor del soñador. Las leyes de la gravedad desaparecen, sus funcionalidades se desactivan. Es imposible no vincular al surrealismo con el influjo del descanso nocturno. Howard Phillips Lovecraft, en su ciclo onírico; el maestro Lord Dunsany, con 'Cuentos de un soñador', y la más contemporánea Ursula K Le Guin, gracias a 'La rueda celeste', también nos heredaron su curiosidad absoluta de penetrar y circunnavegar en los paisajes y océanos que visitamos cuando cerramos los ojos y nos desconectamos de lo que percibimos como realidad.
La influencia de Lord Dunsany se ha capitalizado en las obras de Borges, Lovecraft, Tolkien y Clarke. Foto: difusión
El abanderado principal de la novela que llevará el mensaje contra el desarrollo de la inteligencia artificial será Toyama, un personaje cuya dialéctica encandila a las masas jóvenes, a quien acude Escudero para saber si él maneja alguna información acerca del asesinato de Fagúndez en la antropista. En su discurso para el Partido Humanista, Toyama pronunció:
"Porque pocas cosas en nuestra leve y breve existencia van a causarnos tanto dolor como entregar nuestro mundo al Gobierno de la decisión lógica, al abandono del sentimiento y emoción detrás de cada elección humana".
'Anticipación', pág. 51
Pero existe otro manifiesto que muestra el pensamiento de Toyama aún más allá de la simple crítica al aumento de inversiones destinadas a la inteligencia artificial: "Las máquinas no pueden elevar el espíritu con las artes". Hasta el 2024, los bots deben ejecutar los pasos y las órdenes de los humanos. Al fin y al cabo, el ser pensante es quien tiene la última palabra en la elaboración de piezas artísticas. Sin esa mano paternal que jala la palanca de la maquinaria, la IA se ve expuesta como un simple instrumento a merced de voluntades exteriores.
El desarrollo de este gran dilema ético en la novela de Carlos Arámbulo retrasa sobremanera la persecución de Escudero detrás del rastro del culpable. Recién en la página 108 se retoma el caso principal, en vez de haberlo traído a escena cada ciertos capítulos con ánimos de que el lector no pierda la urgencia por resolverlo y se interese más en cuestiones morales de la hipertecnificación.
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El grupo religioso o sectario denominado Los Vitalistas se levanta en protestas como contrapeso a los multimillonarios y poderosos que abogan por la inmortalidad. Son un reflejo indirecto de los cat-ox (católicos ortodoxos) de 'Mañana las ratas' (José B. Adolph, 1984), cuyo líder, el Cardenal Negro, desea hablar a toda costa con los dueños de las transnacionales y así lograr compartir el poder político con los empresarios. Para Los Vitalistas de Arámbulo, con Toyama como uno de los principales voceros, también hay un sesgo de trascendencia mística: aseguran que cada humano alberga un alma —u "órgano espiritual"—, un valor divorciado de la materia, sede de los valores y la inteligencia verdadera, tal y como lo difundió Sócrates.
En las páginas 176 y 177, se entrega el manifiesto vitalista, rebajado a nivel de panfleto por conveniencia de las esferas de poder. Entre sus ideas, se destaca: "La valoración cabal de la vida solo se percibe desde la No Vida. No es un paso, es la condición superior, la superación de lo contingente para abrazar lo absoluto".
Con justa razón, Toyama, en una conversación reveladora con Ortega, dice que la belleza de la vida está en la brevedad. Se cuestionaba cuál era el sentido de comportarse bajo las normas de la fe si no existía un más allá. Con la inmortalidad, elucubraba, "el verdadero asesinato de Dios se había consumado".
La estructura de 'Anticipación' no permite disfrutar de un clásico relato policial, en este caso con el foco complementario —a veces distractor— de la ciencia ficción. Hay brechas largas entre las pesquisas de Escudero porque, al parecer, Carlos Arámbulo priorizó la construcción de su mundo con sus propias reglas. Pero lo positivo es que la resolución emociona y conecta todas las vías que el escritor fue asfaltando a lo largo de sus 198 páginas. A leerlo.