Héctor Lavoe y Willie Colón ya habían sacado chispas. Una dupla de temer. Ambos causaron zozobra en el ambiente latino de fines de los 60 y los 70 con El malo, The Hustler, Guisando, Cosa nuestra, La gran fuga, El juicio, Lo mato, The Good, The Bad and The Ugly. Discos con mucha calentura, mucho trombón, mucho canto a lo Lavoe. Así que cuando decidieron separarse se pensó que no podría haber otro igual.
Y asomó Rubén Blades.
El hijo de Anoland era un chico progre, intelectual, estudiante de leyes, que cantaba canciones en inglés hasta que la muerte de estudiantes y civiles en el canal de Panamá, a manos de soldados estadounidenses, en 1964, lo devolvió al sentimiento latino. Apenas al terminar de estudiar Derecho, se dijo a sí mismo: “No quiero ser abogado en una dictadura”, y emigró a Nueva York. En esta ciudad de la furia, no la pasó nada bien. Trabajó empujando a diario una carretilla repartiendo cientos de cartas de la disquera Fania mientras buscaba mostrar su voz y sus canciones.
Un día, Ray Barretto, Manos Duras, perdió a su cantante Tito Allen y el panameño encontró su oportunidad. Se presentó a la audición y cantó un par de boleros. Barretto lo sumó a su banda.
Colón, en tanto, ya era un productor reconocido. Recuerda: “Yo tenía mucha experiencia en los estudios, él no. Rubén cantaba y, sí, venía bien preparado, sabía todo lo que quería meter en la canción, él vio que yo podía entender lo que hacía con sus letras”. Blades igual rememora: “Cuando yo llego con mis canciones que eran del barrio, Willie las asume, él era del sur del Bronx, donde las condiciones eran semejantes a las del tercer mundo. Y me dio la oportunidad de enfocar mi trabajo en esa dirección”.
Lo primero que graban juntos es ‘El cazanguero’, como señala Juana Peña en X. Aparece en el álbum The Good, The Bad and The Ugly (1975), con el que formalmente acaba el ciclo Colón-Lavoe.
En 1977 graban su primer álbum, Metiendo mano, con temas como ‘Pablo Pueblo’, ‘Según el color’ y ‘Plantación adentro’.
Pero fue Siembra lo que detonó todo. El esférico cambió la historia de la música latina. Este segundo álbum se publicó el 7 de setiembre de 1978. Dos canciones destacaron por su sonido urbano y mensaje crítico, irreverente, de barrio: ‘Plástico’ y ‘Pedro Navaja’. Blades cantaba y contaba. Cada historia surgía de lo que pasaba alrededor. En el disco figuran ‘Buscando guayaba’, ‘María Lionza’, ‘Ojos’, ‘Dime’ y ‘Siembra’.
Más de cuatro décadas después, esta obra maestra que impuso un concepto diferente en la salsa —el de la narrativa urbana— fue nuevamente grabada por Blades.
Lo tituló Siembra, 45º Aniversario. En Vivo en el coliseo de Puerto Rico, con la orquesta de Roberto Delgado. Con este disco, Blades ganó un Grammy este año. Pero la nueva versión desató la incomodidad de Colón.
Blades y Colón ya habían tenido problemas antes. Es más, llevan dos décadas sin hablarse. Precisamente, fue tras el concierto por los 25 años de Siembra, en San Juan, en 2003, que Colón demandó a Blades por incumplimiento de pago. Aunque luego retiró la acusación, ya se había ‘sembrado’ la distancia entre ambos. Blades sostuvo: “Nos robaron a los dos” hasta el final.
El nuevo enemiste, el de este 2024, se inició con Colón lanzando toda su artillería contra los Grammy. “La Academia está susceptible a ser presionada por sellos activistas y artistas activistas. La mayoría de los miembros de los Grammy no son latinos, no están familiarizados con el género y aceptarán cualquier cosa sobre la mesa”.
Y golpeó al nuevo disco llamándolo “una clonación”. “En el Siembra original, reuní meticulosamente al personal, seleccioné cuidadosamente a los arreglistas y las canciones, tomé decisiones críticas con respecto al enfoque y al estilo, los ritmos y las armonías empleadas en los coros”.
Blades, como siempre que ha sido aludido, respondió: “Sin mis canciones, no hubiese existido el álbum. Sin la orquesta, sin los arreglistas... Siembra no habría alcanzado el éxito”. Y le lanzó una chiquita a Colón: “Mi crianza en Panamá me ayuda a evitar complejos y envidias y a no sentir la necesidad de sentirme superior a los demás. Hago mi trabajo y punto. No me preocupa el no aparecer en las listas de popularidad de Billboard”.
Al parecer se ha hecho insalvable la distancia en este dúo que igual nos legó la hermosa ópera Maestra vida (1980).
Más que una bronca, es un choque de egos, de energías. La fuerza y personalidad de dos genios de la salsa, de dos trenes bala que avanzan en paralelo, arrolladores uno y el otro. Se podrán discutir sus opiniones políticas y sociales, pero hay que acordar: les dieron un sentido musical a varias generaciones de latinos en Nueva York, en el continente y en todo el mundo.