Desde la tierra de José María Arguedas, una escritora apurimeña de tan solo 24 años afila la pluma como a un cuchillo para asestarnos veintidós puñaladas que prometen una exquisita agonía. Se trata de Daysy Irene Arévalo Guillén, natural de Andahuaylas, estudiante de Derecho y Ciencia Política en la universidad Andina del Cusco; aficionada a los viajes y miembro activo de diferentes voluntariados. Su primera novela, Camaleónica (2020), gozó de gran acogida y significó una ventana para la narrativa de su región. Ha sido ganadora del Primer Concurso de Microrrelatos “La Nueva Peruanidad”, de la Editorial Aletheya, y ahora, de la mano de Bisonte editorial, nos presenta Ollas a presión, un conjunto de microrrelatos cargados de una tristeza atemporal que duelen unas líneas, pero quedan ardiendo por mucho más.
Detrás de la aparente simpleza de una escritura diáfana y desprovista de torpes artificios, los microrrelatos de Daysy Arévalo se suman uno tras de otro para apelar a sensaciones muchas veces ni siquiera conocidas por el lector. La intención no es ofrecer una historia acabada, sino arrojar la semilla de la incomodidad en quienes se acerquen al texto para que ellos mismos puedan completarla de acuerdo a las infinitas posibilidades que se presenten.
Ollas a presión hace clara referencia a aquello que está por explotar, pero que se contiene para ofrecer la posibilidad de múltiples lecturas. A lo largo del libro desfilan personajes que aparecen y desaparecen, que exponen sus miedos o sus deseos y que se encuentran en el instante previo o posterior a la promesa de la fatalidad. Cada uno de ellos, acompañados de la expectativa del lector, descubre una parte de sí mismos que parece haber estado velada durante mucho tiempo y que ahora asoma discreta sugiriendo en muchos casos la potencialidad de una desgracia o la explicación ausente que los ha asfixiado durante tanto.
Otra de las características del libro es el manejo particular de la ironía. Particular porque es una ironía trágica, como la de aquel que se pasa la vida buscando un problema para darse cuenta por caminos adyacentes que el problema es él mismo. O la de aquella persona extrañada por el regaño bruto que no sabe a quién va dirigido y que, como si habitara dentro de un universo kafkiano, advierte acaso con horror que se ha transformado en un animal.
Un elemento transversal en la escritura de la autora es el límite con la realidad. Más allá de si el tono resulta onírico o realista, el transcurrir del suceso que nos conduce al elemento detonador puede ocurrir dentro de un ambiente cotidiano o puede estar enmarcado dentro de una feliz o trágica enajenación. En otros casos, la escena puede ser deliberadamente absurda y funciona en cuanto a la creación de un ambiente desconcertante que termina siendo conducido por una sensación.
También están presentes las figuras alegóricas, como el cuervo, la sombra, las voces, los puñales, las flores, los espejos. Todos estos se articulan de una manera original para generar o bien un final inesperado o bien una sensación inesperada que no deja indiferente al lector. En dos o tres líneas, el vapor que emerge de la olla por la combustión se transforma en una retahíla de preguntas que no están ahí para ser respondidas, sino para ser visibles, para dar cuenta de que hay una angustia soterrada que aunque no supure, está ahí.
Me permito ahora reproducir uno de los microrrelatos para que lo mencionado anteriormente no se quede únicamente en la retórica:
Puñal
Después de dar muchas vueltas en la cama, me di cuenta de que dormir con el cuchillo al lado, no es tan fácil.
Ollas a presión, que puede verse también como un ejercicio de máscaras o como pequeñas explosiones que detonan hacia adentro, es una muestra interesantísima de la narrativa breve peruana en un subgénero que tiene una tradición vasta y que se ha revalorado es diferentes espacios de la escena local.
Calificación: 3.8/5