La agenda incluía -cuenta EFE- citas relevantes para las élites académicas, como la presentación del Diccionario Panhispánico de Dudas y el lanzamiento de una nueva edición del Quijote. Pero el acto que trascendió los severos debates de los lingüistas y llegó al corazón de los lectores fue el cálido homenaje que se tributó al escritor Ernesto Sábato, que lucía por entonces 93 años y ya estaba prácticamente ciego.
Hacía ya veinte que había recibido en Alcalá de Henares (Madrid), de manos del rey Juan Carlos I, el Premio Cervantes de literatura. El mismo galardón que este jueves, Día del Libro, otro rey, Felipe VI, debía haber entregado al poeta catalán Joan Margarit. Pero el coronavirus apretó hace un mes la tecla de pausa a la película de 2020 y la ceremonia de premiación quedó, como todo, en suspenso.
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En torno a la figura de Sábato se reunieron en 2004 grandes autores encabezados por el Nobel portugués José Saramago. Por allí andaba también Roberto ‘el Negro’ Fontanarrosa, escritor, humorista gráfico, anfitrión de amigos y colegas en su ciudad natal.
En un encuentro con periodistas previo a su homenaje, Sábato, amante del fútbol y que en su adolescencia había jugado en las divisiones inferiores de Estudiantes de La Plata, bromeó al comentar que a él lo que verdaderamente le interesaba de aquel viaje era volver a casa con una camiseta de Rosario Central.
Simpatizaba con el club desde que, en una charla sobre fútbol con Ernesto ‘Che’ Guevara, este le hizo saber que era seguidor de los canallas.
Fontanarrosa, hincha del Central y autor del considerado mejor cuento de fútbol de la historia, ’19 de diciembre de 1971′, captó al vuelo el deseo de Sábato y preparó todo: otro homenaje, no en los salones literarios, sino en plena cancha del Gigante de Arroyito.
El 18 de noviembre un automóvil dejó al autor de ‘El túnel’ sobre el césped del estadio, en mitad del entrenamiento a las cinco de la tarde. Le acompañaban su colaboradora y pareja Elvira González Fraga y, cómo no, el negro Fontanarrosa, feliz de ejercer de Celestina entre su club de siempre y su admirado Sábato.
“Qué lindo que está esto”, adivinó don Ernesto desde detrás de sus gafas oscuras.
Les recibieron con todos los honores el presidente del club, Pablo Scarabino, el único que soportó de traje el sol de la tarde, y el director técnico del equipo, Ángel Tulio Zof, el entrenador con más partidos en la historia del club rosarino, 608.
"Juntos sumamos como 180 años", bromeó Zof, que tenía 76, al dirigirse a Sábato.
Llegó entonces el momento de los regalos. Fueron dos: un cuadro del Che y una camiseta del equipo con el nombre del escritor y el número 10 a la espalda.
“Estamos orgullosos porque tenemos aquí a alguien que ha trascendido las fronteras del universo. Por eso, queremos obsequiarle una camiseta y un cuadro del ‘Che’ Guevara, uno de nuestros más famosos hinchas”, dijo Scarabino.
Rosario Central jugaba esa semana contra Argentinos Juniors y Zof retó a Sábato: “En una de esas, a lo mejor lo pongo el próximo domingo”.
Fontanarrosa, testigo de brazos cruzados del intercambio de flores, hizo gala de su exquisita ironía: “Tengo que agradecerle a don Ernesto que haya demostrado su simpatía por Central. Su elección confirma una tendencia de los artistas a inclinarse por este club”.
El homenajeado, por su parte, remató la escena con una reflexión en voz baja: “Y pensar que yo era tan mal jugador...”.
Sábato, autor también de las novelas ‘Sobre héroes y tumbas’ y ‘Abbalon el exterminador’ y del informe ‘Nunca más’ sobre los desaparecidos durante la dictadura argentina, alimentó con su pluma la rica tradición de cuentos sobre fútbol firmados por escritores latinoamericanos. Le acompañan en ese tren grandes nombres como los de Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Osvaldo Soriano o Alfredo Bryce Echenique, entre otros muchos.
"Y a la final, pibe, se diga lo que se diga, lo que se persigue en el fóbal es el escore". Así resume la esencia de ese deporte el protagonista de su relato 'Fóbal del grande'.
Pese a la diferencia de edad, Fontanarrosa murió antes que Sábato, en 2007 a los 62 años. Sábato se fue en 2011, a 55 días de cumplir los cien. En la semana del Día del Libro, en un mundo sin fútbol, leer sus obras puede ser la mejor manera de volver a sentir la emoción del juego.