Julio Ramón Ribeyro
En mayo de 1963, en París, Julio Ramón Ribeyro escribió, probablemente a pedido de una revista francesa, un texto confesional sobre su persona y que nunca se llegó a publicar. El lector comprobará que el texto rescatado, a pesar de estar redactado en tercera persona, no deja de traslucir intimidad. (Pedro Escribano)
Fue un escritor bien dotado, de una inteligencia desarrollada pero indecisa, de una cultura general irregular y perezosa, que soportaba sin gran fastidio grandes lagunas. Era tímido, prudente, silencioso con los extraños, de poco hablar con los amigos, pero expansivo con los íntimos. Discreto por temperamento, era capaz de guardar grandes secretos, pero no tenía reparo en divulgar los propios. Se vanagloriaba de cierta vocación por el desorden, que no se limitaba solo al plano de sus ideas sino al de su vida exterior, al de los objetos que lo rodeaban. Era incapaz de grandes proyectos, de planes minuciosos, y si a veces los concebía, nunca fue con la intención de realizarlos. Su falta de confianza en el futuro lo obligaba a limitar sus aspiraciones casi a la esfera cotidiana, y nunca se preocupó realmente de saber qué haría o comería al día siguiente. Sin ser goloso, gustaba de las comidas complicadas más que de las simples, del buen vino y de los licores espirituosos, pero era capaz al mismo tiempo de privaciones principales y le ocurrió soportar sin mucha pena semanas de pan con mantequilla y agua corriente. Sufría, en cambio, por la falta de tabaco y era aficionado al amor, más a la variedad que a la repetición, sin que su ausencia, sin embargo, lo llevara al desequilibrio. Podía permanecer solo y de hecho tenía cierta inclinación por la soledad y solo aceptaba la compañía de personas que no amenazaran su tranquilidad o que no lo avasallaran con su charlatanería. Era de una bondad particular, no la bondad de las limosnas ni de las cartas lacrimosas a la madre, sino de un interés acusado por el prójimo y un deseo de comprenderlo, que consideraba como la forma más humana de ayudarlo.
Sus defectos principales fueron su pereza, su falta de decisión, su temor al dolor físico, su desorganización. Sus cualidades, su tolerancia por los defectos ajenos y su natural tendencia a absolver la mayoría de las faltas. Solo fue despiadado con la avaricia, la vulgaridad y la crueldad. Creía que el hombre era un ser malo, egoísta y desleal, pero achacaba esta conformación a las condiciones sociales en que vivía. Esperó que un sistema social más justo hiciera desaparecer estas taras o al menos las mitigara.
París, 28/05/63.
- Ceremonia: la presentación se realizará mañana, en Librería Casatomada (Av. Petit Thouars 3605, San Isidro). 7 p.m. Ingreso libre. Los comentarios estarán a cargo de Jorge Valenzuela, Gabriel Rimachi y Max Palacios (editor).
- El libro-homenaje Ribeyro. Testimonios, ensayos académicos y artículos periodísticos, compilación de Max Palacios, es una publicación Atenhea Editorial. Reúne escritos de diversos autores sobre la vida y la obra del autor de La palabra del mundo, algunos en su condición de estudiosos de Ribeyro y otros como testimonios. El volumen también trae el dossier especial “Ribeyro sobre Ribeyro”, que incluye algunos textos inéditos del homenajeado.
- La obra, que presenta algunas fotografías, recoge textos de Eva Valero, Galia Ospina, Sonia Rico, Fernando Ampuero, Guillermo Niño de Guzmán y Jorge Valenzuela. Asimismo, Ángel Esteban, Juan Manuel Chávez, Max Palacios y Mario Vargas Llosa.