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Cultural

El último del boom, el primero del posboom

Debate. Mucho se dice que Mario Vargas Llosa es el último escritor de su generación y será quien cierre la puerta del boom; sin embargo, hay quienes discuten esta aseveración y sostienen que, al contrario –o paradójicamente–, el nobel peruano hace rato se ha convertido en el primer autor del posboom.

Por Carlos Arámbulo

Los efectos del boom sobre nuestra literatura actual son aún un tópico por desarrollar, historia en la que no puede dejar de considerarse a Mario Vargas Llosa no solo como un cierre del boom sino también como una bisagra entre este y el periodo siguiente, quizá un padre del posboom.

Después de Los jefes, Vargas Llosa ingresaría al mundo de la novela con La ciudad y los perros, su pasaporte de ingreso al boom y también una línea importante en la partida de nacimiento del mismo. 1962 fue un año mágico, García Márquez publica El otoño del patriarca, Fuentes La muerte de Artemio Cruz y Vargas Llosa La ciudad y los perros. En 1963, Cortázar publica Rayuela.

Diremos con Hobsbawn, el célebre historiador inglés, que al boom le sucedió lo mismo que a toda la vanguardia occidental: experimentar, hacer todo nuevo otra vez, buscar lo diferente, lo que nadie ha dicho o la forma que nadie ha empleado, estos mecanismos llegaron a un extremo en el cual ya no pudieron sostenerse y así pasó el boom.

¿Cuándo terminó el boom? Algunos postulan la aparición de la novela Terra Nostra (1975) de Fuentes como la marca del fin del periodo. Otro culpable tiene forma menos visible porque es tan grande que nos rodea y envuelve. Es una variante cultural, una modificación en nuestra forma de ver, procesar y entender el mundo, algo que se comenzó a llamar posmodernidad.

La nueva estética que siguió a la muerte de la vanguardia afirmaba sus condiciones. Las novelas deberían ser más comprensibles. La legibilidad del texto se convirtió en requisito esencial para acceder a ese gran público que ya no era el mismo de la modernidad-vanguardia-boom sino el de la posmodernidadposmodernismo-posboom. Tanto “pos” por delante significa que algo ha sobrepasado lo previo, está más allá de lo anterior. No supone necesariamente una oposición y así lo entenderían algunos autores.

Vargas Llosa, por trayectoria vital y opción estética, se encontraría en el centro de este choque cultural y sus recursos serían más que suficientes para mantener su forma de ver la literatura y adaptarse a las nuevas audiencias. Llegaba una nueva generación, nuevos nombres, pero anunciada por obras de nuestro nobel como Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo… novelas más “legibles” que las del periodo vanguardista y que incorporaban elementos de la cultura de masas: humor, erotismo, intriga policial, recuperación de lo histórico, entre otros. Se genera un panorama parecido al del siglo XIX francés del cual diría Vargas Llosa: “Para mí, […] el mejor momento de la historia fue cuando esas fronteras [entre lo culto y lo popular] se confundieron […]. Escritores como Víctor Hugo, como Balzac, como Tolstoi hicieron una gran literatura que cumplía a la vez las funciones de lo que es hoy radioteatro y lo que hacen escritores, diremos, como Faulkner o Gide, una literatura de invención, de creación, de exigencia, de rigor y, al mismo tiempo que podía llegar a públicos distintos, a públicos sofisticados y públicos completamente primarios. Un gran momento de la literatura”, como se lee en Mario Vargas Llosa. Ética y creación, libro de Roland Forges.

La transformación

El nuevo público demanda al autor una aproximación nueva. Ya no escribiría para algunos miles, lo haría para cientos de miles. El autor sería fiel a sí mismo desde otras perspectivas, más cercanas a ese nuevo público que la industria editorial mundial había consolidado. Cómo lo hizo sería materia de otro comentario más amplio. Según el estudioso Donald Shaw, “con La tía Julia y el escribidor se confirma la existencia de un proceso de transformación de la narrativa hispanoamericana”. Si estuvo en el fin del boom, su talento lo llevaría más allá. Desde este momento, Vargas Llosa ya no es solamente el último del boom, se ha convertido en el primero del posboom.