La muerte de Luis Valera es una gran pérdida que sin embargo ha pasado casi inadvertida, una paradoja con la que podría definirse también su vida. Desde una labor discreta, obstinada y silenciosa, Valera fue protagonista de algunas de las mejores secciones culturales de la prensa peruana. En los últimos años, la revista Libros & Artes (publicada desde 2002), que edita la Biblioteca Nacional, se convirtió en un espacio de ensayos y comentarios en torno a la literatura, las ciencias sociales, el cine y otros géneros. En las páginas de Libros & Artes lo más importante eran el cine de Antonioni o el extraño universo de Edgar Allan Poe, la originalidad de Eielson o la vigencia de Los Comentarios Reales del Inca Garcilaso. El hecho de que fuera una publicación financiada por el estado es un mérito de las distintas administraciones, pero está claro que el gran promotor del proyecto siempre fue Valera. Nos preguntamos hoy si con su desaparición podrá continuar. Las revistas culturales en el Perú siempre han sido obras de personas y no de instituciones. Una de las más importantes fue sin duda Las Moradas, que dirigió Emilio Adolfo Westphalen durante los años cuarenta. El poeta, en su momento, usó de sus propios recursos de la jubilación de su empleo para fundar y sostener la revista. Amaru, dirigida por el mismo Westphalen veinte años después, fue respaldada por Santiago Agurto Calvo y la Universidad Nacional de Ingeniería. Hoy cualquiera de sus números nos sigue deslumbrando. Revistas como Mar del Sur (1948-1953), dirigida por Aurelio Miro Quesada, y Letras Peruanas (1951-1963), que condujo Jorge Puccinelli, son ejemplos de publicaciones de prestigio cuyos artículos tienen un valor permanente. En el ambiente universitario, las revistas académicas de la Universidad Católica (Lexis, Historia, Areté y otras) así como la revista Espinela, que editan la profesora Francesca Denegri y Christian Reynoso, han sido publicaciones de valor. Hay muchos otros casos que sería largo citar. Hoy Hueso Húmero es la única revista de tradición y prestigio entre nosotros, lo que debemos agradecer a sus editores Abelardo Oquendo y Mirko Lauer. Gracias a ellos, la revista se edita desde 1979, un caso único de longevidad peruana. En agosto la revista publicará su número 67. Luis Valera sabía que las luces y reconocimientos no son los objetivos de un editor, tampoco los de un periodista o un escritor. Trabajaba mejor en el silencio. Lo importante a lo largo de su vida (hay que recordar su permanencia en El Caballo Rojo) fue su obstinación en hacer una publicación de calidad. Para él, ofrecer una revista con textos interesantes era un acto de cortesía al lector, mientras que atiborrarlo de estupideces, como hacen tantos medios, era un insulto. Desde el lugar que eligió, nunca dejó de hacer proyectos, y nunca se rebajó a la complacencia que hubiera dado más circulación a sus revistas. Me parece que escucho su voz ronca en el teléfono, sus frases cortas, con una amabilidad continua, sin presiones. Nunca parecía exaltarse y siempre estaba allí. Terminaba siempre con una sola palabra: “Gracias”. Vamos a extrañarte, Lucho. Pero queda tu mano visible detrás de tantas publicaciones, con nosotros.