Rumbos conversó con Fernando Valdivia sobre su trabajo como director en la Escuela de Cine Amazónico, su relación con las comunidades indígenas, su vida y un poco de cine.,Ivan Vicente / Revista Rumbos Mientras muchos jóvenes de 12 años en los 80 querían ser estrellas de futbol (Chumpitaz, Cueto, Oblitas), Fernando Valdivia (Lima, 1966) encontró su pasión en las películas del explorador francés Jacques-Yves Cousteau. A partir de ahí fue cuesta arriba. Hoy es un reconocido documentalista de la amazonia, cuyo deseo es encontrar desconocidas culturas y registrarlas en video para darles trascendencia y a las que están por desaparecer vigencia. PUEDES VER: Allpahuayo Mishana, refugio de la biodiversidad loretana Al inicio su obsesión con la amazonia era tan grande que se convirtió en duda. Fue en una sesión con la sagrada Ayahuasca donde todo cobró claridad como la verde esmeralda de la selva. “Me reveló cuál era mi misión en este mundo”, confiesa. Ahí descubrió que es un Yashingo, un espíritu de la selva enviado por la madre naturaleza para proteger la vida del bosque. “Si tú haces un recorrido en todas mis obras, estas hablan de la necesidad de reconectarnos con la naturaleza”, advierte. Es así que nace un vínculo, sino carnal, vital con la selva: su gente, sus lenguas y la vida que se fecunda en árboles y ríos. Bajo esa influencia, su trabajo colaborativo como director logra que las personas de las comunidades amazónicas creen guiones, actúen y filmen sus propias historias, y ese es el objetivo que se trazó la Escuela de Cine Amazónico desde el 2014 en Pucallpa. En ese año, un grupo de cineastas (La Churunga Films, Teleandes Producciones, Joprodeh Pucallpa y Cayumba Cine), que coincidieron en ideales, decidieron crear este proyecto que responde a las necesidades e inquietudes de las comunidades indígenas. Y eso se reflejó en los alumnos que llegaban desde Puerto Maldonado, Iquitos, San Martín, incluso del extranjero. “Hemos tenido la oportunidad de dictar talleres a los pueblos Awajun, Shawi, Shipibo-conibo, Cocama, Bora, Witoto, Asháninka, Isconahua, etcétera”, cuenta Fernando. Desde entonces se capacitaron a más de 120 personas. Debido a las constantes invitaciones de diferentes regiones, que con auténtica autogestión organizan los talleres solo para que Valdivia llegue y dicte, se creó la Escuela de Cine Itinerante que inauguró su primer taller en Puerto Maldonado en agosto pasado. Con la primera generación de los talleres de la Escuela de Cine Amazónico se realizó una presentación en la Feria Internacional del Libro del año pasado. Entre ellos destaca el documental “Anhelos de mujer” que cuenta sobre Carolina Barbaran, la primera dirigente mujer de la comunidad nativa Callería (Ucayali) que se encarga de gestionar los recursos agrícolas, artesanales y económicos de su pueblo, y que, además, se enfrenta a las críticas y al machismo de los comuneros. En ese mismo 2015 –y también el 2016-, la Escuela de Cine Amazónico gana el Concurso Nacional de Proyectos de Gestión Cultural para el Cine y el Audiovisual del Ministerio de Cultura que entrega un beneficio económico a cambio de la realización y difusión de dicho proyecto cinematográfico. “Gracias a ese premio podemos becar a un promedio de 20 personas por cada taller”, resalta. Para lograr estos efectos los proyectos que se presentan deben reflejar lo que está ocurriendo en su región. “Nos interesa que se visibilice la amazonia de otra manera, queremos que la gente se reconecte con lo que está ocurriendo en sus comunidades”, enfatiza Valdivia. Como resultado de esa visión en el taller de ficción que se dictó a 30 participantes este año, se trataron temas tabú para la sociedad ucayalina: cómo la población transexual es aceptada en esa sociedad, y la hipocresía y doble moral en temas de sexualidad. Así es el trabajo de este director peruano que evoca a Stefan Kaspar, quien dijo que el cine se convierte en una terapia personal donde podemos expresar lo que no podemos en otros medios. También recurre a Werner Herzog. El alemán habla de necesidades como leer, salir de lo académico y tener el espíritu para hacer películas. “Es importante que la gente tenga experiencia”, agrega Fernando, quien desde muy joven miró muchas películas para educar su ojo y su curiosidad, viajó solo, leía sobre supervivencia, se convirtió en sanmarquino y en un documental que grabó junto a sus compañeros de clases sobre el Camino Inca a Machu Picchu descubrió su interés por la amazonia. “Me di cuenta que era una relación mucho más estrecha, entre los andinos y los amazónicos, de la que nos habían contado los libros de historia”, indica. A partir de ese momento no imaginó que en el 2007 trabajaría con Jean-Michel Cousteau, hijo del héroe de su infancia. El explorador y ambientalista regresó a nuestro país para grabar 25 años después de que su padre, en el 82, filmara un documental en la amazonia. Esta vez quería registrar el estado de la amazonia pasado tanto tiempo. (Ambos documentales, del padre e hijo, se pueden ver en YouTube y doblada al español). Luego trabajaría con la National Geographic en el documental Secret History of Gold (2008) (La Historia Secreta del Oro), Ethno Medicine Preservation Project, Fondo Mundial para la Naturaleza, Promperu, entre otros. Hoy, a sus 50 años reciente cumplidos, su trabajo está enfocado en la realización del documental Q’ero: nuestra vida, nuestra herencia (Cusco), y Amahuaca, construyendo el futuro (Ucayali y Madre de Dios). Ambos estarían siendo terminados el próximo año. El Dato La filmografía de Fernando Valdivia está integrada por “Buscando el azul”, “La Travesía de Chumpi”, “Shipibo: la película de nuestra memoria” y “Iskobakebo, un difícil reencuentro”.