Luego del huaico en San Juan de Lurigancho (S.J.L), las principales avenidas de la urbanización Zárate: Gran Chimú y Malecón Checa, están rodeadas de tierra, como si hubiese pasado una tormenta de arena. ,Marquiño Neyra / Revista Rumbos La urbanización Zárate en S.J.L., el distrito más poblado del Perú y el tercero más pobre, sufre las secuelas del huaico desbordado del río Huaycoloro. Los niños y ancianos que dependen de la venta de dulces o frutas en las principales avenidas, no dejan de toser. Los dateros y los quioscos que abarrotan las esquinas cambian de epicentro, para resguardarse de la arena que levanta el transporte público, debido a la tierra y barro que dejó el huaico en las pistas. Si estas partículas llegaran a los pulmones, el órgano que nos trae oxígeno de la atmósfera para respirar, tendríamos neumoconiosis, la misma enfermedad que tienen algunos mineros. PUEDES VER: Huaico en Jicamarca: nuevo deslizamiento afecta a San Juan de Lurigancho Los más precavidos y acostumbrados a estos ambientes, como el personal de limpieza de tiendas, mercados, entidades privadas y públicas, barren las veredas con mascarillas de protección respiratoria, las cuales los protegen del polvo, humo y neblina acuosa (aerosoles); sin embargo, no ofrecen ninguna protección contra el vapor y gas. Si estuviésemos en aquel pueblo fantasma de California donde hay una fuga de gas metano, todos estaríamos muertos. Si fuese una película, sería Interestelar (2014), cuando la plaga está destruyendo las cosechas de miles de granjas y crea enormes tormentas de arena. Si fuese un lugar, sería un mini-Sahara con urbanización. El panorama de Gran Chimú y Malecón Checa, las avenidas cuyo tamaño se asemeja a Abancay en el centro de Lima, tiñe a la urbanización Zárate de una población enferma, y no solo por la tierra: todas las mañanas a partir de las 7 a.m. y a las 6 p.m., aproximadamente, la congestión vehicular se cristaliza en la avenida Pirámide del Sol y en Caja de Agua, una de las vías más importantes de San Juan de Lurigancho porque los conecta con El Agustino y el centro de Lima, respectivamente. Todos los limeños se quejan por los embotellamientos de la avenida Faucett en el Callao, de la avenida Perú con Dueñas en San Martín de Porres, de la avenida Javier Prado o de Abancay en Cercado de Lima, pero nadie habla de las avenidas de Zárate donde, en el peor de los casos, un poblador puede demorarse hasta 40 minutos en salir de su urbanización, cuando en un día sin embotellamiento se demora hasta 10 minutos. Si le preguntamos a un vecino de Campoy –uno de los lugares más afectados por el huaico y vecino de Zárate- va responder que ha demorado hasta más de una hora, pues es obligado a transitar por esta urbanización para dirigirse a la universidad o centro de trabajo, si es que usa el transporte público. El distrito más poblado del Perú, el octavo país con la fuente hídrica más grande del planeta, luce como si no existiese el agua. El huaico dejó en Zárate una suerte de lodo, producto de la combinación del agua, tierra y basura que arrastró en su recorrido, afectando hasta Acho y al distrito del Rímac. El Rímac también sufrió la furia del huaico. Foto: Andina Las avenidas principales de esta urbanización luchan contra las secuelas del desborde del Río Huaycoloro. A pesar de la desgarradora ola de calor, los vecinos de estas avenidas no pueden mantener sus ventanas abiertas, porque las repisas se llenan de polvo. Las personas que se sientan junto a una ventana abierta del bus, no saben si cerrarla para no quedar empolvados o dejarla abierta para aliviar el calor. A pesar que hay a veces hay agua, barrer o regar las veredas es inútil. La tierra dejada por el huaico asfalta las pistas y los carros que transitan las levantan cada minuto. ¿Cómo barrer o limpiar las pistas en un lugar donde no dejan de transitar los carros? Peor aún, un distrito donde Juan Navarro, el alcalde de S.J.L., ni siquiera se ha manifestado. A la altura de Puente Nuevo, una de las vías más recurridas porque conecta a los autos que vienen de otras urbanizaciones de San Juan de Lurigancho como Las Flores, Canto Grande, Bayóvar, Huáscar, entre otros, así como intermediario entre el distrito de El Agustino y la urbanización Zárate, luce con una neblina dorada (como si el oro estuviese en estado gaseoso), luego de que los buses y carros particulares levantan la arena que cubre las pistas. Peligro invernando Tras el huaico, más de una persona se ensució los zapatos y otros aprovecharon el momento. Foto: Marquiño Neyra Durante el huiaco del martes 31 de enero, todos los diarios peruanos ponían a Zárate en el foco del iceberg: San Juan de Lurigancho: así fue la llegada del huaico a Zárate; San Juan de Lurigancho: Río Huaycoloro inunda así calles de Zárate, entre otros. Los canales de televisión se estacionaban en la avenida Malecón Checa y preguntaban a los vecinos si llegarían sanos a casa, mientras que algunos compraban bolsas de basura para usarlas como botas. La falsa alarma que alertó el pasado jueves 2 de febrero a vecinos de Campoy y Zárate, mantuvo a los vecinos de las principales avenidas a la vanguardia del desastre, mientras que otros -pertenecientes a las calles transversales por las que el huaico fue leve- se notaba cierta dejadez por alguna seguridad quimérica. La noche del jueves, los buses que salían de Zárate con dirección a Campoy se encontraban colapsados, y los carros que bajaban a Zárate parecían en una carrera de ‘piques’. Todos querían estar en casa para hacer frente al supuesto desastre. Las calles paralelas, pasajes y alamedas resguardaban sus pistas con sacos de arena, pedazos de madera, piedras enormes y ladrillos, como si resguardasen una fortaleza. Las mismas pistas, donde transitan algunos buses o carros particulares, estaban cerradas por la alerta. Al pasar la falsa alarma, al día siguiente, los carros habían pisado las bolsas de arena, los ‘tricicleros’ se habían robado los ladrillos, las pistas seguían sucias y los pobladores inseguros.