Fuertes lluvias desde este jueves 28 de marzo
Política

Elecciones y extremismo religioso

“Hay señales en la dinámica del FREPAP que, en efecto, podrían ser hasta alentadoras”.

.
.

Imaginarse un país gobernado por el fanatismo religioso suena dantesco. Tan terrible como una nación conducida por obsesivos promotores de la pena de muerte como vindicativa y rupestre respuesta al crimen.

Una y otra preocupación ha sido suscitada por resultados electorales en los que líderes de FREPAP o de UPP han esgrimido voces de intolerancia en una u otra dirección. Las propuestas mortícolas de un “upepista” seguro sucumbirán en el trajín parlamentario, por inviables e inconstitucionales. La amenaza de una epidemia de fanatismo religioso en el poder político sí suscita preocupación por la intolerancia que encierra y porque choca con un Estado laico.

El fanatismo y extremismo religioso es nefasto para cualquier sociedad, y lo ha sido a lo largo de la historia, sea en su variante cristiana, islámica, judaica, o cualquier otra. Deja a su paso intolerancia, inquisiciones, homofobia y, por lo general, opresión de la mujer. Algo de eso hemos tenido en el Congreso disuelto y en la campaña del derrotado “solcito”.

Limpiada la mesa y electo un nuevo Congreso preocupa que un ya cuasi-electo parlamentario del FREPAP, Wilmer Cayllahua, haya espetado la barbaridad de que las personas LGTBI tienen “el mal enquistados en su corazón y en su sangre”. Remite a tiempos bárbaros de las cruzadas; ahora, a los talibanes o Al-Qaeda. Que un movimiento con respaldo electoral, autodefinido como “teocrático”, tenga estos signos de fanatismo, preocupa.

¿Es lo que viene? El antropólogo sanmarquino Carlos Ráez ha estudiado en profundidad este fenómeno y él rescata el sentido pragmático del movimiento y señala que no quiere imponer una teocracia. Hay señales en la dinámica del FREPAP que, en efecto, podrían ser hasta alentadoras.

Tres comentarios preliminares.

Primero: que voces teocráticas extremistas tengan protagonismo en un poder del Estado es preocupante. Pero el hecho es que expresa solo el 5% de los más de 20 millones que votaron el pasado domingo. Si a ello se añade la virtual desaparición de la voz más estentórea del extremismo e intolerancia que ya conocíamos (Bartra, el abrumador fujimorismo y Solidaridad Nacional), el “nicho” del extremismo parlamentario “fanático” de hoy es no solo reducido, sino que anunció ya que no se aliará al fujimorismo.

Segundo, el significado del voto a favor de FREPAP no creo que prima facie pueda leerse como de identificación con exabruptos como el de Cayllahua ni de fanatismo religioso por encima de cualquier otra cosa. La alta votación en zonas urbanas y rurales pobres se dio en torno a la “honestidad”, inmunidad/impunidad y el desarrollo agrario, no por un discurso oscurantista. Atracción, así, por temas convergentes desde amplios sectores. Puentes, pues, para concertar.

Tres, el reto: que la democracia peruana haga frente –hoy como ayer– a la intolerancia; de donde venga. En particular la discriminatoria por temas de género y la de origen religioso que no se sustenta en racionalidad o ciencia sino en textos, libros o palabras “sagradas”. Con eso presente, pero recogiendo lo positivo del discurso que levanta el FREPAP, podría abrirse un terreno inesperado de convergencias.

Los artículos firmados por La República son redactados por nuestro equipo de periodistas. Estas publicaciones son revisadas por nuestros editores para asegurar que cada contenido cumpla con nuestra línea editorial y sea relevante para nuestras audiencias.