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Domingo

Los pueblos vulnerables ante el Niño Costero

En el país hay más de 20.000 centros poblados en riesgo muy alto ante el Niño Costero, según el Cenepred. En Lima Metropolitana hay una decena y sus habitantes están muy preocupados por lo que les podría suceder cuando lleguen las lluvias.

Saúl Campomanes (32) en la quebrada por donde bajó un huaico en marzo de este año, en el AH San Francisco, en Carabayllo. Foto: Marco Cotrina - La República
Saúl Campomanes (32) en la quebrada por donde bajó un huaico en marzo de este año, en el AH San Francisco, en Carabayllo. Foto: Marco Cotrina - La República

La señora Albina Quispe (60) recuerda claramente lo que sucedió esa tarde de marzo de este año, cuando el huaico cayó por la quebrada, se metió a su casa, a la de su hija, a la de sus vecinos y llenó de temor al barrio.

“El agua se metió, hizo hueco en mi corral, se metió por acá y se llevó todo”, dice, en la puerta de su vivienda, en el asentamiento humano San Francisco, situado en la margen izquierda del río Chillón, aproximadamente a la altura del kilómetro 35 de la carretera a Canta, en Carabayllo.

La señora Albina regresaba de los campos de cultivo donde trabajan ella, sus vecinos de San Francisco y todos los habitantes de la decena de poblados asentados en la ribera del río Chillón, junto a las últimas chacras que quedan en el norte de Lima Metropolitana.

Esa tarde, ella y su hija habían estado “despancando”, es decir, quitándole las pancas a los choclos cosechados. Había estado lloviendo, pero a eso de las 5 el aguacero se hizo más intenso. La señora Albina hizo el camino de regreso a San Francisco y apenas entró al pueblo un vecino la puso en alerta: ¡estaba cayendo el huaico!, ¡se estaba metiendo a las casas!

El huaico bajaba por la calle que pasa delante de su casa. La señora Albina y su hija subieron lo más rápido que les permitió rodear la corriente, entraron a sus viviendas, que están casi pegadas, y sacaron todo lo que pudieron.

Poco después, volvió a San Francisco Saúl Campomanes (32), quien había estado cosechando brócolis hasta que el río Chillón creció tanto que amenazó con inundar los campos de cultivo. Cuando Campomanes y otros trabajadores llegaron al pueblo, se encontraron de bruces con el deslizamiento de lodo y piedras.

Los residentes de San Francisco pasaron largas horas de la noche atajando con sacos de arena, lampas y calaminas el huaico que bajaba desde el cerro, el pedregoso cerro en cuya ladera habían plantado sus casitas, algunos hacía más de 20 años.

Los siguientes fueron días y noches difíciles. Y, aunque no hubo víctimas, a los vecinos del asentamiento humano les quedó el miedo de que con las próximas lluvias su quebrada sea golpeada por otro huaico igual de fuerte. O quizás peor.

Los indefensos

Los temores de los vecinos de San Francisco no son infundados.

El informe ‘Escenarios de riesgo de lluvias para el período Diciembre 2023 – Febrero 2024’, presentado hace unos días por el Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred), advierte que en el país hay más de 20.800 centros poblados en riesgo muy alto ante movimientos en masa (por ejemplo, huaicos, caídas de rocas o avalanchas) y/o inundaciones.

Según datos de la institución, San Francisco es uno de ellos. También los centros poblados La Campana, El Paraíso, Chocas Alto, Loma y Santa Margarita Molinos, todos ellos situados en el distrito de Carabayllo.

En Lima hay en total 10 pueblos en riesgo muy alto ante la ocurrencia de huaicos, deslizamientos o inundaciones. Los otros cuatro son Santa Rosa de Chontay (Cieneguilla), Clara Luisa y Collanaq (Pachacámac) y Pampa Malanche Avícola Puma (Punta Hermosa).

El geógrafo Vladimir Cuisano, especialista del Cenepred, explica que se considera que un centro poblado está en riesgo muy alto ante movimientos en masa cuando se encuentra en el ámbito de una quebrada, en una pendiente muy inclinada y hay antecedentes de que eventos de este tipo han ocurrido allí en el pasado.

Los datos de esta institución también señalan a 32 poblaciones en riesgo alto en la ciudad capital, entre las que se encuentran Río Seco (Carabayllo), Chosica, Chaclacayo, La Querencia (Lurín) y Pampa Flores (Pachacámac).

Cuisano reconoce que el análisis que ha hecho su institución, a partir de los datos del Senamhi, el INGEMMET y el INEI, puede no ser totalmente preciso al nivel más local, pero destaca que sirve para cuantificar el potencial daño, de modo que las autoridades adopten las acciones de prevención y preparación.

“Por lo general, las autoridades saben cuáles son las zonas donde las quebradas se han activado en el pasado”, dice. “El problema es que no sabemos cuáles se van a activar en este verano, porque no todas se activan al mismo tiempo”.

 Las autoridades de Carabayllo realizan obras de descolmatación del río Chillón. Foto: Marco Cotrina - La República

Las autoridades de Carabayllo realizan obras de descolmatación del río Chillón. Foto: Marco Cotrina - La República

Recuerdos de 2017

Aunque las probabilidades de que haya un Niño Costero fuerte parecen haberse reducido en los últimos meses (pasaron de 49% a 39% entre octubre y noviembre, según el Enfen), siguen siendo altas. Los expertos consideran que lo más probable es que en este verano Lima y la Costa central sufran lluvias fuera de lo normal.

“Sí, hay grandes probabilidades de que haya huaicos en Lima”, dice el meteorólogo Alexis Ibáñez. “El problema ocurrirá si en algún momento el aire húmedo que proviene del mar se acopla con los rezagos de las tormentas que vienen de los Andes. Podríamos tener lluvias de 5 o 6 litros por metro cuadrado durante varias horas, como ocurrió el 14 de marzo, y eso activaría las quebradas y causaría los problemas”.

En El Paraíso, otro de los centros poblados de Carabayllo considerados en riesgo muy alto por el Cenepred, Héctor de la Cruz (45) y su mujer, Rosa Pérez (40), están preocupados por lo que pueda suceder en los próximos meses.

Ellos no padecieron las lluvias extremas causadas por el ciclón Yaku, pero sí las del Niño Costero de 2017. Un huaico descendió por la quebrada donde se asienta su casa y la inundó, estropeando su ropa y sus colchones y causando la muerte de una docena de sus gallinas y una treintena de sus cuyes. Varios de sus vecinos padecieron similares perjuicios.

“Cuando pasó lo de Río Seco [el 14 de marzo de este año], estábamos asustados, pensábamos que iba a pasar lo mismo”, dice De la Cruz. “Ya no criamos animales, no vaya a venir otro huaico. Cada que cuando cae la lluvia, un poco de temor tenemos, porque vivimos en caída”.