Peter Elmore: “Las elecciones mostraron que el Perú está menos integrado de lo que creíamos”
¿Cómo ha cambiado el pensamiento entre los intelectuales en nuestro país sobre el hombre andino? ¿Cuál ha sido ese recorrido desde principios del siglo XX con Mariátegui y los indigenistas y luego desde la segunda mitad de los años 50? ¿Qué significan para la investigación de las mentalidades andinas los textos de José María Arguedas, los hallazgos del mito de Inkarri, los trabajos sobre el Taki Onqoy, sobre los íconos tupacamaristas, los estudios de Ossio, de Flores Galindo, las pinturas de De Szyszlo?
El escritor, crítico literario y periodista cultural, Peter Elmore, nos brinda valiosas reflexiones en el libro Los Juicios Finales. Cultura peruana moderna y mentalidades andinas (Fondo Editorial PUCP, 2022). Con este aporte, donde combina el ensayo y la crónica periodística, nos invita a seguir nuestro encuentro con los Andes.
En el libro reflexionas sobre las mentalidades andinas y cómo la intelectualidad se acerca a ella, ¿es una manera de continuar el debate sobre la sobre la identidad nacional?
Sí, es básicamente cómo construimos entre los intelectuales, los artistas, en el siglo XX, una imagen del Perú que es una imagen de la nación y de lo popular ligada a la multitud andina, al campesinado, al artesanado de los Andes. En el siglo XIX, el indio y el campesino no eran considerados parte de la nación peruana, se le consideraba una especie de rémora, no parte de la ciudadanía ni de lo que podía fundar verdaderamente al Perú republicano. Eso recién aparece en los años 20 con una generación, la de Mariátegui, la de los indigenistas. Ellos ven en el indio peruano y en el campesino peruano un punto central: la comunidad campesina. Pero en los años 50 se produce un cambio, un gran viraje, porque si bien se mantienen las enseñanzas y posiciones de los indigenistas y socialistas de los años 20, el centro de gravedad se desplaza hacia la visión del mundo, la cultura y la mentalidad del campesinado, sobre todo a partir del hallazgo de versiones del mito de Inkarri.
Cultura peruana moderna y mentalidades andinas, por Peter Elmore. Foto: Fondo Editorial PUCP.
¿En ese cambio de estudio de lo andino, es importante el aporte de los antropólogos?
Es fundamental. Se descubre entre 1955 y 1966 versiones del mito del Inkarri en Quero, en la provincia de Paucartambo, Cusco; y en Puquio, Ayacucho, dos lugares muy separados entre sí. ¿Y por qué ocurren esos hallazgos? Porque en los años 40 se forma la antropología como disciplina universitaria. Y hay antropólogos. Por un lado, está Arguedas, que aparte del escritor peruano más grande del siglo 20, es un gran antropólogo. Y, por otro lado, Efraín Morote Best, en el Cusco. Entonces ahí se encuentran estas visiones y versiones de Inkarri que con el tiempo se van resignificando en una versión mesiánica: la idea que este semidios creador y fundador del Cusco es capturado y decapitado por los españoles y su cuerpo se está reconstituyendo bajo tierra. Es la versión que prácticamente todos los intelectuales y artistas peruanos conocen desde los años 50 y 60. Pero lo que veo en mi libro es más complejo, que hay un espectro amplio de visiones y versiones, y de todas esas se ha elegido como representativa, más significativa, la versión mesiánica, porque de alguna manera corresponde con las expectativas y deseos de una capa intelectual cada vez más radicalizada y con su propio mito, el de la revolución.
Además de Inkarri, hablas del Taki Onqoy y los íconos alrededor de Túpac Amaru.
Exacto. Lo que hago en el libro, en realidad, es agarrar un corpus bien amplio, un conjunto de textos que tienen que ver con el redescubrimiento y en algún caso con la invención de una tradición alternativa andina, donde están desde las representaciones dramáticas populares en fiestas patronales, las representaciones de la muerte del Inca, hasta por ejemplo, la elegía Apu Inka Atawallpaman, que traduce Arguedas y que es de fines del siglo XVI, y toda la revisión historiográfica del movimiento nativista del Taki Onqoy y de la gran rebelión de Túpac Amaru de 1780, también pinturas populares, como la obra pictórica de Fernando de Szyslo de los 60, muy relacionada con este fenómeno con series como la llamada Inkarri, otra Cajamarca, otra muy importante Apu InKa Atawuallpaman, directamente influida por la traducción de Arguedas de esta elegía quechua. Entonces, veo todos esos materiales y veo cómo se han reelaborado en la producción intelectual, en las ciencias sociales...
En la historia, en la poesía, en la novela, en las artes plásticas.
Así es.
Te acercas con una visión integral.
Una visión bastante integral. No es un libro solo de literatura, que es lo que he escrito básicamente, sino que es un libro más bien de historia cultural. Básicamente sobre cómo la intelectualidad peruana en la segunda mitad del siglo XX crea una imagen de lo andino, una visión del mundo andino, en que se privilegia la idea de que esa visión es mítica y expresa una voluntad mesiánica.
En ese sentido, Los Juicios Finales amplía lo que habías escrito antes en Los Muros Invisibles, donde tratas sobre Lima ¿Es una continuidad, una visión más amplia, que abarca al Perú?
Sí, exacto, lo complementa. A veces pensamos en un Perú urbano, costeño, como opuesto y contrapuesto a un Perú andino y rural y lo que este libro muestra en realidad es, sí, hay un fenómeno clave en el siglo XX peruano y es, por un lado, la migración, literal, de personas de la sierra que vienen a vivir a Lima y a la costa, pero también una migración de prácticas, de símbolos, de imágenes, de origen popular quechua, que son que son transformadas en el espacio urbano intelectual letrado. Una cosa que es bien significativa para mí es que el mito de Inkarri, en los años 50, ya era un mito en proceso de extinción en las mismas comunidades de Puquio, y, sin embargo, adquiere un vuelo y una presencia y una vigencia muy grande ya no entre los jóvenes campesinos de la comunidad de Puquio, sino entre los jóvenes universitarios y los jóvenes intelectuales de Lima.
Hace unos tres años, en una entrevista con Alonso Rabí, anunciabas este libro, y decías que desde la década de 50 se creía que el lado más poderoso, genuino y creativo del Perú estaba en el mundo andino ¿qué cambió esa visión? ¿quizás el surgimiento de Sendero?
El Perú serrano, el Perú andino, sigue siendo de enorme importancia. Pero la idea de que hay una visión de la parte andina del Perú, de que hay un proyecto, que tiene una consistencia mítica y una vocación mesiánica, eso que fue importante hasta fines del 2000, creo que ha cambiado. De hecho, todos los estudios, las investigaciones, lo que se están escribiendo ahora sobre andinos tienen que ver sobre el efecto psíquico, existencial, económico y político que ha tenido sobre los ayacuchanos, la gente de Huancavelica y de Abancay, la guerra interna... Es decir, el énfasis no está puesto ya en un hombre andino casi simbólico, sino en personas concretas, en comunidades concretas. Es un cambio bien importante. Ya no estamos hablando de cómo el trauma de la conquista fue procesado a través de siglos en el pueblo andino, estamos en un trabajo más literal sobre los traumas de la posguerra en comunidades específicas de los Andes. Y sí creo que, en ese giro tiene una importancia muy grande el informe final de la Comisión de la Verdad.
Una presencia constante en tu libro es la de José María Arguedas.
Así es.
Dices que es el iniciador más importante del cambio de la visión de lo andino, ¿crees que ha amainado su influencia y el interés por analizar su obra o, por el contrario, ves un interés creciente?
Creo que hay un interés creciente. La de Arguedas es la obra que reconocemos como la más significativa aventura intelectual peruana del siglo XX. Fue un científico social, escritor de ficciones, poeta, estupendo traductor, gestor cultural. Muchas veces se olvida que en los años 40 una de las personas que más hace para que llegue la música andina a la radio es precisamente él, José María Arguedas. Es una presencia muy versátil y múltiple. Hoy en día creo que los intelectuales y artistas estamos tratando en general de salir de las especializaciones, demasiado estrechas, y de ser interdisciplinarios, de ser más sabios, de entrar en diálogo con otras formas. Y, en eso, Arguedas es un modelo.
Cuando dices que él es “una figura emblemática del Perú moderno”, te refieres a que es una figura vigente.
Total y absolutamente vigente. Es decir, en Arguedas tú ves los conflictos, las tensiones, las contradicciones, pero también las posibilidades de -lo que él decía de sí mismo- un individuo quechua moderno, pero que pasa a vivir la mayor parte de su vida en la ciudad de Lima. Entonces, ¿qué cosa marca o define mejor al Perú contemporáneo que un migrante? ¿y qué es Arguedas? es un migrante que escribe desde una experiencia muy personal y particular de la migración, o sea, más vigente no puede estar.
En el libro centras tu análisis en las obras de Juan Ossio y Flores Galindo.
Mira, creo que hay dos visiones, dos versiones, que parten de los mismos textos y que sin embargo llegan a conclusiones completamente distintas. Una es la visión que está en la antología de Ossio, Ideología Mesiánica del Mundo Andino, y la otra es la visión de Tito Flores Galindo, en Buscando un Inca. Curiosamente, los dos, tanto Ossio como como Flores Galindo se refieren a los mismos textos y sin embargo los ven en dos perspectivas completamente distintas. En el caso de Ossio hay una visión más bien histórica y estática de lo que es el hombre andino, supuestamente está anclado en una estructura mental que viene de antes de la conquista; en el caso de Flores Galindo hay una visión que es mucho más dinámica, más compleja y más histórica, en la que lo que hay es una transformación de contenidos a través de en los siglos, en un proceso que es un proceso de lucha constante con sectores que han tratado de destruir, cambiar, adulterar, la experiencia de los hombres y mujeres andinos. Entonces, por un lado yo hablo de la ideología mesiánica y por otro lado de la utopía andina. No estoy diciendo que una es verdadera y la otra es falsa. Estoy diciendo que son dos interpretaciones muy distintas, una que podríamos llamar más bien conservadora y otra que podríamos llamar radical.
No hace mucho, con la aparición de un documental sobre la Reforma Agraria (La Revolución y la Tierra) hubo un cruce de posiciones, una vez más, sobre Túpac Amaru, Velasco, el campesinado ¿crees que esos discursos seguirán chocando dado que, como hemos visto en las elecciones recientes, los sectores ultraconservadores, los extremos, están creciendo bastante en los últimos tiempos?
Tito Flores decía que la contraparte de lo que él llamaba utopía andina era el racismo. Así como hay una visión que dice que el gran momento del Perú es previo a la conquista, que la conquista fue destructora y traumática, que la República ha sido en muchos sentidos, para la gran mayoría del pueblo, una continuación de la colonia (visión que encarna por ejemplo Mariátegui), así por otro lado ha habido la visión de que el atraso del Perú se debe a su población andina. Por un lado hay la visión positiva de lo andino y por otro la visión –hay que decirlo claramente- racista. Y si algo muestra la polarización peruana es que el factor étnico está totalmente entrelazado con el factor social y las diferencias regionales. Si algo nos han mostrado las últimas elecciones es que el Perú está mucho menos integrado y conectado de lo que creíamos. Y que muchos de los encuentros son colisiones. Así como los encuentros pueden dar lugar a fusiones, los encuentros también pueden dar lugar al choque. El Perú es un país en el cual por cada fusión hay un choque.
Recuerdo que en los años 80 varios distritos populares de Lima en las elecciones los ganaba la izquierda. Y también varias regiones. Hoy los resultados son diferentes ¿Demostraría esto también que lo andino y lo popular está cambiando en lo político hacia algo que desconocemos?
Creo que la experiencia histórica de las últimas décadas nos demuestra que la idea de que lo andino y lo popular son necesariamente positivos, en todos sus aspectos, ambición promovida por la izquierda, era demasiado optimista, demasiado simplista y en muchos casos ingenua. Nuestras culturas regionales y nuestras experiencias sociales nos demuestran que hay un fondo profundamente autoritario en la sociedad peruana. Y que ese autoritarismo no es solamente de las elites costeñas, que el autoritarismo está fuertemente en la conciencia y en la sensibilidad de sectores populares muy grandes.
¿Qué quisiste decir con el título Los Juicios finales?
Yo veo como la intelectualidad y los artistas filtran, resignifican, transforman lo que recogen de la tradición oral quecha. Y al transformarlo y resignificarlo le dan un valor que no es el valor que originalmente tenía en esas comunidades. Y entonces esos juicios finales se refieren a dos cosas: a que la idea de que va a haber una regeneración y una transformación radical, una suerte de nacimiento, una nueva época, no coincide necesariamente con lo que los textos nos dicen, porque lo que dicen es que de este juicio final vendrá una nueva era y, de otro lado, significa simplemente que va a haber una destrucción y colapso totales. Cuando he hablado de juicios finales lo he hecho pensando en eso. Y también lo he hecho pensando en otra cosa, y creo es lo más importante, y es que, en la cultura peruana, tanto en la costeña como en la andina, hay una tensión apocalíptica, que acompaña a la esperanza mesiánica. Los juicios finales condensa para mí dos cosas sobre las visiones que tenemos del Perú, en la que hay, por un lado, la esperanza mesiánica y por otro lado el temor apocalíptico.
Una curiosidad, ¿El espía del Inca no tuvo cabida en tu estudio sobre lo andino?
Tengo un gran aprecio por Rafael Dumett y siento que su libro es un aporte valioso, pero lo veo en una línea completamente distinta. Creo que El Espía del Inca no tiene tanto que ver con esto. Seguramente le parecerá raro a Rafael, pero lo veo en una relación, muy curiosa, como sesgada, con algo que ya casi no recordábamos que eran esos libros de literatura incaísta, lo veo en esa conexión, y también lo veo en otra, que es en la revaloración postmodernista de géneros populares como las novelas de espionaje.
Por otro lado ¿qué impresión tienes del periodismo cultural actual?
Veo que los suplementos culturales, las revistas, cada vez tienen menos terreno. Como que estamos en un momento de redefinición en que la escena cultural es muy rica, muy intensa, hay mucha variedad, se publica mucho, hay mucho teatro, pintura, música y sin embargo todo está disperso, fragmentado. Faltan espacios de encuentro, de confluencia y la gente que hace periodismo cultural lo hace cada vez en un espacio más reducido. Es un problema serio.
Tú participaste con Alberto Flores Galindo, Nelson Manrique, en el Grupo Sur con la revista Márgenes ¿Crees que hacen falta ese tipo de revistas culturales?
Estamos en la era de los talks y de los tuits y hay cosas que necesitan desarrollarse, que no se pueden decir en un párrafo o dos, porque hay que exponerlas, hay que explicarlas, razonarlas. El espacio breve muchas veces nos da solamente la posibilidad de opinar de manera muy enfática y el que opina enfáticamente normalmente no necesita buenos argumentos, lo que necesita es que se le escuche y que se le escuche por encima de las otras voces. Por eso hay más gritería que argumentos.
En la dedicatoria de tu último libro te refieres a Federico de Cárdenas, a Lucho Valera, Abelardo Oquendo... Además tuviste una gran amistad con Toño Cisneros.
Fuimos íntimos amigos con Toño, le debo mucho. Y también en el libro ha aparecido en varias oportunidades cosa que a mí mismo me sorprendió, porque cuando yo pensaba en Toño no lo relacionaba con esta temática, pero es una temática tan fuerte, tan poderosa, que está presente en las obras de todos los escritores y artistas importantes. Toño para mí es, digamos, una ausencia que siempre tengo presente. Es alguien que de alguna manera me acompaña y ha dejado una obra muy importante y lo podemos compartir todos y también porque ha dejado recuerdos muy vivos en mí. Con Fico (De Cárdenas) yo aprendí a hacer periodismo cultural y aprendí lo que debe ser alguien que hace periodismo cultural: tiene que vivir con mucha intensidad la vida intelectual. Fico no solamente sabía muchísimo de cine, era un gran conocedor de la música clásica, gran conocedor de la música criolla, un lector ávido en varios idiomas. Y en el caso de Abelardo era una persona que siempre estaba despierta y alerta, muchas cosas muy novedosas las he conocido porque él me las daba a conocer. Él nunca envejeció intelectualmente, siempre se renovó y creo que eso es fundamental. En el caso de Lucho, con su perfil bajo, es el gran ejemplo de lo que debe ser un buen editor, un gran editor. No escribió libros, pero hizo posible la publicación de muchos. Se expresó a través de los libros que eligió editar.
Finalmente ¿cómo ves al gobierno de Castillo? ¿La izquierda quedará afectada?
Va a salir muy afectada. Creo que muchas fantasías o ilusiones en menos de un año se han frustrado. Ha habido una expectativa que no solamente no se ha cumplido, sino que ha sido cruelmente negada.... Esperábamos algo diferente y esto es lo que ha ocurrido, básicamente un gobierno errático, sin propuestas y con hábitos de corrupción y autoritarismo, que conocíamos en la derecha tradicional.